La filosofía del dandi


La filosofía se trató siempre mucho más de un buen texto o un poema, cualquiera sea su autor, que de esos mamotretos venerados por la academia. Esto es sin ánimos de ofender el espacio académico porque la medicina académica será siempre mi madre.

 Así, la literatura emplea en innumerable cantidad de escritos, aunque a veces un tanto camuflada, la mítica figura del Dandi, que no siempre supe ver yo misma, sino que me fue revelada por los teórico-prácticos del lenguaje que me rodean; el dandi está allí todavía como una gran metáfora de lo efímero, dijeron: es la mala palabra de la modernidad.

Existe un poco camuflada porque además de estar contenida en más de cincuenta novelas publicadas en Inglaterra solo entre 1825 y 1830, la encontramos diseminada en la obra de poetas enormes como el escritor francés Charles Baudelaire. Se dice que él mismo era un dandi.

Yo creo en la idea de que Baudelaire no escribió textos filosóficos académicos y sin embargo hizo filosofía de la buena.

Pero ¿quién es el Dandi ese que pulula por la literatura y que la vida copia sin piedad?

El Dandi es el seductor que se gana a la esposa del patrón, mientras el patrón trabaja para acumular, el Dandi caza y suelta. Es un aprovechado sin demasiada consciencia del tiempo. No guarda para acumular; aún así, es una figura del capitalismo; lo es como un órgano marginal, como una representación diferencial del burgués, aunque no sea un burgués clásico. Es que históricamente el arquetipo del dandi no proviene de ninguna familia aristocrática, sino que encuadra en lo que por entonces solía llamarse nuevos ricos. Se puede ya concluir que el dandi originario fue más bien una posturita, con lo cual, de no cumplir ningún requisito, él mismo se ocupaba de inventarse un buen pasar ya que, como norma, hace de sí mismo la mayor obra de arte de todas. Para el Dandi, que se pretende inconmovible, la sinceridad es una variante del fracaso.

Es cierto que también Baudelaire fue parte de la burguesía de su tiempo. Aunque anduviera por los márgenes, él no era un marginado; sin embargo, supo ser un verdadero poeta, un individuo sensible, auténtico, un hombre que salía a recorrer los barrios de París con los bolsillos llenos de juguetes pequeños para repartir entre los niños pobres. Mito o realidad, fue capaz de ver los contrastes, quiero decir, la luz y la oscuridad de cada vivencia. Frente a su obra, su malditismo realmente es anecdótico, porque Baudelaire habitaba el mundo, así lograba ver la otra cara.

Son siempre muy poco críticos (y también poco dotados) quienes ven únicamente luz en la vida.

Los críticos de arte dicen que el arte moderno es un arte de la reacción, como tal debería pelearse con todo aquello que cambia vertiginosamente alrededor. Así, Baudelaire hace una estética de la fealdad, porque entiende la fuerza contenida en el arte, porque entiende también que estar de un lado u otro de la pobreza depende absolutamente del azar. Desde siempre, las meritocracias suelen ser esgrimidas por quienes quieren conservar los privilegios que obtuvieron, y la estrategia personal más usada debe ser autoproclamarse como imprescindible, aunque más no sea dentro de un pequeño sistema. No es cuestionable que uno se crea imprescindible en sus tareas diarias, tiene derecho a sentirlo, siempre que entienda que eso no es más que una ilusión. Es como pensar que en un accidente de avión solo nosotros nos salvaríamos.

Pero volviendo a la figura del Dandi, el Dandi baudeleriano siente tedio, usa drogas; se divierte, sí.
Aunque detrás de su máscara exista el dolor, el espejo siempre le devuelve un seductor sin reflexión que al alcanzar a su presa la soltará como si fuera descartable. Sin embargo, en ese comercio el dandi ejerce la búsqueda honesta de sí mismo. El dandi originario tuvo mucho de infantil, es cierto, pero también mucho de reaccionario frente a la sociedad y la cultura.

Sin embargo, no olvidemos que se gestó como un ser totalmente atravesado por la estética, un sujeto que se cree diferente, un objeto de moda refinado y, además de intelectual, abierto y sensible, lo cual ostenta para seducir, siempre vacuamente, no tiene armas reales. Su sensibilidad, su sentido de la responsabilidad e incluso su personalidad fuerte no son más que apariencias para conquistar.

El dandi arquetípico rechazaba de pleno su condición de burgués. En su perfil fantasmal, en su lugar sin puntos de apoyo, desdeña todo aquello que no venga de sí mismo, odia lo vulgar, la opinión de las masas, la vida en comunidad, la democratización de la cultura. También desprecia las profesiones, sean o no académicas; médicos, abogados, comerciantes, de un modo u otro le causan repulsión. Así, el típico sujeto afectado por el dandismo vivirá de las mujeres.

En su época de auge el dandismo quiso separarse voluntariamente del romanticismo y se cree que, aunque los seguidores de este movimiento fueron auténticos fracasados, son responsables directos de la formación del modelo masculino actual y también auténticos precursores del concepto de la palabra celebrity. Fracasados emocionales, que viven de la imagen y la moda, cuyo único talento es ser famosos. Se me ocurren mil nombres. Una vez más la vida supera a la ficción literaria. Si lo pensamos, realmente tiene mucho sentido ¿verdad?.

La bibliografía dice que el dandismo fue un movimiento puramente masculino, también dice que no está muy claro si fue una corriente más literaria que real o viceversa. Tal vez de allí parte su uso tan extendido como figura de representación de una época.

En palabras de Baudelaire el dandismo es una especie de culto de sí mismo, que puede sobrevivir a la búsqueda de la felicidad que se descubre en los demás, por ejemplo en la mujer, y que hasta puede sobrevivir a todo lo que se suele denominar como ilusiones. 

Metáfora o no de lo efímero, después de Freud, al dandi ya podemos decirle narcisista. Sin embargo, yo creo que de existir una figura literaria en la que pudiéramos encajar a Charles Baudelaire sería más bien en el flanèur.


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