Sísifo


Volvés a ser. Se apaga tu sangre. Sangre negra que drena de la herida para hacerte nacer otra vez. No se le puede poner grilletes a la vida, no. Sería como amordazar el dolor. Vas a resucitar muchas veces más. Hasta el final. Tu cerebro no para, te dormís y teje un sueño. Castigo o privilegio pensado por un dios personal misterioso y solitario. Los dioses son siempre solitarios y la línea entre castigo y privilegio es siempre difusa. En tu carne se gestan el mismo amor, el mismo miedo. Las mismas luces al final del túnel. Todo vuelve a empezar. No importa. Sabés como ser una con tu amor y tu miedo. Sísifo era mujer.

Creatura




No existir. Y que las cosas te atraviesen. Como si no tuvieras masa ni volumen propios. Pero tenés. Tu cuerpo no ofrece resistencia suficiente al golpe del amor. Lo deja entrar, se queda. Tu corazón anida esa y otras yerbas.
Quizás seas el prodigio monstruoso de un dios tan mentiroso y aburrido como Víctor Frankenstein. No importa ya. Sos. Monstruo, único en su especie.
Pero Víctor, tu criatura cobró vida mientras los demás dormían. Tiene un corazón que late, cerebro propio, alas. Y también ha vuelto de la muerte. Los dioses saben que pierden el control de vez en cuando. Ya no podrías deshacerlo, aunque quisieras. No todos matamos lo que amamos, Víctor. Has sido engañado, el Golem no es más que una utopía.

Desvelos


En las noches de verano no dormís. Se te ocurre que tal vez algo falló en la última de tus reencarnaciones. En esta vida de hoy resultaste mitad insecto mitad humano. Un ser informe, como Gregorio Samsa; algo así como una cucaracha reflexiva, pero más dura y combada. Anidás descalza en cada rincón fresco y húmedo de la casa. Vas apagando las luces, mientras desde arriba irrumpen los sonidos graves de la Jam Session de los martes; una sucesión de notas para vos descoloridas, y la voz de una mujer inalcanzable: Ella Fitzgerald. 
Salís al patio. La hiedra sigue muriéndose. A través de los muros, te llega el murmullo débil del aire acondicionado del vecino de atrás. Tenés el cuerpo tibio. Te tienta el agua, pero después te acordás que el pelo mojado en la cama te da frío. Dudás. Lo pensás mejor. Las mariposas nocturnas no se ponen a nadar a medianoche, y aún así conservan la intuición. 
Hoy cocinaste. Te miraste las alas al espejo y ahí estaban, porque amás todavía. Tomaste cerveza, whisky con helado de vainilla, hiciste un poema lo bastante digno como para emocionarte. 
Está oscuro en el patio. Prendés la máquina. Escribís esto. En la tele, un testimonio desgarrador te trae el asesinato de un pibe. Investigás un poco en internet sobre criaturas nocturnas que andan por el patio en las noches de verano. Todavía no sabés qué bicho sos.

Sacrificio




Mirás la maraña de los hechos cotidianos. Tratás de descubrir la verdad y la mentira. No podés. Luchás con vos retorciéndote en la cama. Como un animalito herido, que escondido en el bosque, decide el camino que lo alejará de la muerte. Por dónde ir. 
Una torre de signos lingüísticos que se apilan y entrelazan como las piezas de un Jenga. Se articulan, unos con otros. Encastran solos en procesión. Parece que se conocieran desde hace siglos. 
Desacralizar la verdad, es que a veces el mentiroso es el héroe. Dar una nueva dimensión a la Palabra; nueva de menor rango. Escribir algo peor. Dejar de venerar. Creer en ella te hizo incapaz de tolerar la mentira. Todos mentimos. Decir infierno no significa conocer el infierno, decir amor no significa ser capaz. Pero pisar las palabras es una guerra descarnada que librarás contra vos. 
Dejar que se caigan, que la torre infinita se desmorone y que sola se vuelva a crear. Dejar de buscar.

Condenas



Escarbás a ciegas la verdad, como un perro famélico escarba en la basura las sobras de comida de la noche anterior. Hay en vos todavía ese afán de Belleza. Pero sos una equilibrista china condenada al exilio. Te compadecés un poco de vos misma por todas esas veces que lloraste encerrada en el baño, sofocando gemidos de bestia herida. Sos un espíritu endeble, una sombra. Llevás arrastrando la pena de amar a otra sombra, de unir los restos de una civilización de barro enterrada hace siglos en el patio de atrás.

Ruido

                                                                                                               Hasta siempre, maestro.


Y hoy, que la lluvia se clava en el techo con sus fantasmas de estrépito infinito; hoy, que el viento hace sus juegos de ruidos opacos y llena de espectros esta noche, ninguna jauría te puede hacer callar. Pensaste en todas las formas de nombrar la muerte, y no decís ninguna. La muerte se nombra sola. No necesita presentadores, viene. La muerte anda en su rutina. Silenciosa como el fuego.

Como la hiedra

                                                                Para Griselda Perrotta, que es mi hermana.


Fumás el último cigarrillo de la semana en camiseta y bombacha, parada al lado del ventanal de la cocina. Que el humo invasor no te delate. La mirada fija en la hiedra del patio que se muere de a poco. Lo decidieron los dos (común acuerdo, se llama). Cortaron juntos las arterias principales y de ahí para arriba todo se muere. Nueve metros de paredes tapizadas de hojas muriéndose lentamente. Qué difícil morir cuando lo decide otro. Lloverán esos cadáveres como caídos del cielo durante muchos días y está próximo el verano. Ahora tapizarán la pileta, el jardín, incluso el patio. Pero tu mirada poética lo compensará todo, como siempre. Y hasta el nudo en la garganta pasará. 
Reflexionás que sos un poco como la hiedra poderosa, que muere hoja tras hoja, día tras día. Y que sí, que hay que seguir amando y odiando como hasta ahora.

Tigridad



Otra vez la noche. Como el último reducto de cordura. Cordura indulgencia no sé cómo se hace para saber. Un entrar y salir del sueño a la deriva del cansancio. El cuerpo de plomo los ojos nuevos. Los ojos del sueño a la deriva en la oscuridad. Un tigre mordisquea mis dedos ateridos. Neurótico empuja eufórico y callado, como un perro. Es joven y se encima. Mira con ojos de noche. Muerde. Me enseña salvaje. Las paredes, redes de tiza devorando todo: sueño noche cueva ojos tigre: Mujer.




Rescate


Remover los escombros en busca de mis huesos. Ayudar a los perros a encontrarme. Escarbar con las uñas rotas. Es necesario. Entre las ruinas de la base, el grito mudo me alerta. Verme a mí misma. Me tenía que encontrar yo. No alcanza con nombrarse, no alcanza con saberse muda. 
Hay que estar ahí. Ser ahí. Rescatarse para no sembrar vacío.Y aún así es poco.

Domesticación






Nada para decir y sin embargo, todo. La hora más antigua sostenida en lo que no se dice. La garganta hasta el tope de palabras. Coserse la boca con el hilo de la idea para que no se escapen. Hacer puntos de sutura suficientes. La herida rellena de palabras mudas, apiladas en orden. Están pero no se dicen, como los muertos que nunca pudimos llorar. Las palabras son propias, jamás del otro. Como es el poema: decirse a sí mismo, verse agazapado entre las líneas, reconocerse. 
Escribir algo de escasa decencia que escandalice a las fieras, algo que diga Soy. Para atacar con piedras al dolor. Para domesticarlo.

Fragilidad

La imagen es de Irina karkabi

Días que no recibo. El corazón se hace un blindaje. Niega esconde se empecina. Se oculta detrás de una pared. Una coraza fina y blanda, como la casa de un caracol chiquitito. Hecha con recuerdos tristes, no muchos. Pero suficientes.
Sin embargo el amor vulnera, reblandece. Rompe la cubierta con dedos vigorosos, como los de un hombre gigantesco. Aprieta y quiebra.

Espejos

                                                                              La ilustración es de Benjamín Lacombe y se llama Lilith

Hay cosas del otro que se escuchan desde muy adentro tuyo. Sos una caja de resonancias inexplicables. El amor es patético, nadie sabe por qué.

Reconciliación



¿Qué soy? 
Una huérfana. Una niña mitad niña/mitad dragón. Monstruo mitológico exhibiendo desorientada desnudez, vistiendo harapos. Doblegada bestia de lengua salvaje: bárbara en la acepción de bárbaro, dentro de esta misma tierra.

Bollo de miga de pan entre los dedos de un príncipe hechicero.


Amar hasta destruirse. Con el ímpetu de un corte profundo. Vaciarse a chorros. Doler hasta que se justifique la eclosión.


Unas pocas palabras en el vaivén del agua, un salir a respirar.


Pero quiero ser simple. Encajar. Vivir equivocada. Contar ovejas en un paisaje del sur y que mi único anhelo sea el almuerzo de pascuas. Cocinar. Tomar el te con amigas. Ver la novela de las tres y el noticiero de las ocho. 

Maldición

                                              La imagen es de Benjamin Lacombe


Querés hacer un tajo en el tiempo. Meter la mano y destriparlo. Hasta sacarle las visceras tibias. Vaciarlo de las ausencias que guarda en el vientre

Muerte careta



Mirás las fotos de algunas mujeres ahogadas. Cientos de ojos achinados, de párpados globosos. Te preguntás a cuál de ellas te parecerías. El pelo ondulante y largo de una te hace pensar que encontraste lo que buscabas. Pero no, son fotos artísticas. Están mezcladas, como la vida. Es la toma de una modelo sumergida, con un vestido hermoso, de colores brillantes y la piel, la piel perfecta, nacarada y firme. Sabés que la muerte no tiene nada de romántica, solo contundencia.

Obstinación



Nadie desde hace tiempo puede ver el sentido de las cosas. 
Ni la sombra en la mirada ni la mueca de la boca ni la piel, cada vez más fría. Ni el abdomen abultado. Ni siquiera el pelo, que baila al compás inexpresivo de las olas, pueden convencernos del naufragio.

Interrogación



Decís lo que importa para que se te pudra en la lengua. Pedís sabiendo la respuesta. El amor te devoró de atrás hasta el riñón, el amor se trata de entender lo que el otro quiere para no dárselo. No entendiste. Sos un mueble nadando a la deriva, un vestigio del naufragio. El paraíso es estar conectado con alguien, con uno mismo. Así es el juego. Te preguntás dónde estuviste todos estos años. Debe ser una pregunta difícil, nadie contesta.

Redención



Enterraste tu uniforme de superhéroe en el jardín. Un cúmulo de amargura, insatisfacción y penas te cubre como una sombra. Una nave nodriza que se apostó detrás tuyo tapando la luz del cielo. Y vos, apisonando la tierra, dejando atrás la impostura, reconociéndote humana, dejás de ser lo que los otros esperan, das por terminado el castigo.

Incontinencia



Mirar por la ventana, soltar el sollozo incontenible. Un nudo en la garganta es un cáncer que te microinfiltra. No respirás bien por el tumor de llanto comprimido. Reprimido. Te declarás muerta y empezás a romperte con la fuerza de tu propio peso. Sos un volcán lleno hasta el borde, que escupe lágrimas saladas en el colectivo; un glaciar que cae en estampida sobre las aguas del sur. 
Es que pesás mucho, mucho. La levedad es una virtud, en serio.

Exhumación




Duele. Dejarlo que atraviese sin entregar las alas. Las alas duelen también. Las alas son vuelo definitivo. 
Sentir un cosquilleo de derrumbe, un nudo que arde y tiembla.   
Y romperse. Como un glaciar. 
Juntás los pedacitos de vos misma, los que te quedaron en la alfombra. Lo hacés, para después no cortarte y sangrar.
Te armás de nuevo. Pedazo por pedazo, vas juntando las partes como de un rompecabezas de la infancia, esos con paisajes difusos y follajes raros. Pero vos no sos de cartón. Antes de juntar mirás muy bien cada instante, no podés ensamblar mal. Las partes hacen el todo. Las partes son tuyas.
Terminás. Te quedó algo más o menos parecido a lo que eras. 
Y seguís. 
Pero te mirás las manos, cortadas y deshechas, porque sos, eras, de vidrio.

Mala mía




Sos el lobo feroz de la palabra y yo 
caperucita
mala para el rencor mala para la estrategia
para las distancias: mala
mala para la tregua y la mentira. Mala
Y malo el corazón contaminado de esperanza
Vos estatua de sal y yo 
trapo viejo arrojado al fuego devorada
caperucita rota
loba
loca
acorde disonante 
de una canción que no para de girar en los oídos de un sordo
y hace un replay infinito 
y vos lobo acobardado perdido adentro tuyo         
¿Dónde nos encontraremos las noches que no logremos escondernos?

Ser instante



a veces
lo poco que existe
lo hace como un niño

expone su cuerpo prematuro y tenso
se empeña en seguir
grita

cobija un futuro de puños cerrados
de párpados débiles
de pupilas ciegas

hay en él abismo
y una oscura y férrea pasión por vivir



La acción subversiva de la poesía







un texto de Aldo Pellegrini

Hay una fuerza en el hombre, proveniente del simple hecho de vivir, que condiciona su destino de modo fatal. Esta fuerza se vuelve visible a cada momento a través de las manifestaciones del Amor, que tiende a trascender del individuo en una comunión con el todo y tiene sus propias leyes irreductibles a los esquemas racionales. La poesía aparece como expresión de ese impulso hacia el cumplimiento de un destino vital, y la fatalidad de ese destino se revela en la poesía como un hecho indiscutible. La poesía no es, por consiguiente, un lujo o un divertimiento, sino una necesidad, del mismo modo que lo es el Amor. Todas las otras necesidades, aun las más perentorias, están subordinadas a esos dos, que en definitiva son los dos aspectos de una misma energía primordial que le confiere su verdadero sentido a la vida. Si penetramos profundamente en el significado del viejo refrán "No sólo de pan vive el hombre" comprobaremos que la lúcida sabiduría popular llega a una convicción análoga. 

Prescindir de la poesía equivaldría a renunciar a la vida.

Considerado así, lo poético no reside sólo en la palabra; es una manera de actuar, una manera de estar en el mundo y convivir con los seres y las cosas. El lenguaje poético en sus distintas formas (forma plástica, forma verbal, forma musical) no hace más que objetar de un modo comunicable, mediante los signos propios de cada lenguaje particular, esa fuerza expansiva de lo vital. Como consecuencia, el mundo poético está en todos, en la medida en que cada hombre es un ser integral. La clara consigna de Lautréamont, "La poesía debe ser hecha por todos", no tiene otro sentido. Aquel que ignora la poesía es un mutilado, tal como lo es aquel que ignora el amor.


La última afirmación podría sugerirnos la idea de que vivimos en un mundo de mutilados, pero no es así: lo que habitualmente encontramos no es la falta de impulso poético sino su represión. Y está reprimido porque vivir hacia lo ilimitado, como exige la poesía, es decir, vivir en la dimensión total, no resulta conveniente para las fuerzas opresoras que dominan el mundo. Aceptar ese modo de vivir significaría prestarle al hombre un carácter casi divino, lo que no interesa a los detentadores del poder, que prefieren considerar al hombre como un objeto, como algo inmóvil y sin dimensión. Para anular a la poesía se ha creado toda una organización de falso pudor, parecida a la que existe para limitar la extensión del amor. Por el crimen de pornografía se condena al amor sin trabas. Parecida condena de pornografía amenaza a la poesía auténtica, sin trabas. Los dos procesos que abren el camino de la libertad, de la aventura, de lo imprevisto y de la exaltación, se ven constreñidos a la categoría de parias sociales.

Abierto el camino de la libertad por la poesía, se establece automáticamente su acción subversiva. La poesía se convierte entonces en instrumento de lucha en pro de una condición humana en consonancia con las aspiraciones totales del hombre. Ceder a la exigencia de la poesía significa romper las ataduras creadas por el mundo cerrado de lo convencional.

Esta función de ruptura no pasa inadvertida para quienes aspiran a una convivencia basada en la sumisión. Tampoco pasa inadvertida la importancia, la verdadera necesidad de la poesía como factor de expresión vital. La solución contemporánea de estos dos problemas la logran los detentadores del poder domesticando a los poetas, volviéndolos inofensivos, para que ofrezcan un producto falsificado o desnaturalizado que con el título de poesía reciba los honores oficiales, las prebendas. Así se logra un alimento sustitutivo de la pasión poética, que puede designarse con el nombre de poesía "oficial" y que es la negación total de la poesía. Así se alcanza el ideal de los carceleros: lanzar a los poetas contra la poesía.

Por este mecanismo de sustitución, el verdadero poeta queda fuera de la ley, y para darle a su engañifa características de consenso, los carceleros someten a los poetas a la repulsa de la opinión pública. Los detentadores del poder fabrican la llamada opinión pública, y ésta actúa dócilmente en defensa de los intereses que propician la sumisión. La opinión pública es la opinión de los hombres sin opinión, y éstos condenan la poesía. En el momento en que la poesía es colocada fuera de la ley aparece como consecuencia ineludible la figura del poeta repudiado: la poesía se vuelve
maldita.

No todos los poetas ceden a la presión del poder y de la opinión pública. Dante, Villon, Blake, Rimbaud, Lautréamont, Artaud, agitaron en una u otra forma el látigo liberador. Pero hay poetas que se rinden, que claudican, y esta claudicación se obtiene a veces por los medios más indirectos. Uno de los medios indirectos de sumisión, en el que caen a menudo verdaderos poetas es el esteticismo. El arte por el arte significa siempre un arte sometido, que rehuye el peligro y busca el calor de los aplausos.


Pero esto no quiere decir que la acción subversiva de la poesía se realice mediante el tratamiento directo de los temas de subversión. No necesita por ejemplo, cantar a la libertad (palabra degradada por los falsarios de todos los colores) pues cantar a la libertad ha demostrado ser uno de los recursos de los propiciadores de la esclavitud. La libertad vive en la poesía misma, en su manera de expandirse sin trabas, en su poder explosivo. Está implícita en el acto de la creación, en ese modo de surgir de las zonas del espíritu donde reina la insumisión, donde es libre en todas las dimensiones: libre de los esquemas de la razón, libre de las normas sociales, libre de las prohibiciones, libre de los prejuicios, libre de los cánones, libre del miedo, libre de las rigideces morales, libre de los dogmas, libre de sí misma. En esa zona del espíritu vive la experiencia milenaria de la especie, vive el sentido del hombre, se forman los deseos y las formas impulsoras de la dinámica vital. Allí se establece el vínculo real con el mundo a través de la única vía libre que lleva al universo todo. 

En esa zona se gesta el milagro, nace la excepción. La poesía tiene allí su imperio, y allí están las fuentes de la imaginación creadora que participa con las potencias del amor en la construcción del ser auténtico, que cuando se lo percibe dentro de sí determina la aparición de un orgullo silencioso y secreto, un orgullo que toma frecuentemente la apariencia de la humildad, y que es patrimonio casi exclusivo, en su monstruosa magnitud, de los santos y de los poetas.

La acción subversiva se manifiesta al ofrecernos la poesía la imagen de un universo en metamorfosis en oposición al universo rígido que nos imponen las conversaciones. La imagen poética en todas sus formas actúa como desintegradora de ese mundo convencional, nos muestra su fragilidad y su artificio, lo sustituye por otro palpitante y viviente que responde al deseo del hombre. Por eso la poesía auténtica degrada a quienes aspiran a existir en un medio dominado por la quietud, un medio pasivo, sin riesgos y sin imprevistos. Ese medio es un esquema irreal, abstracto, desvitalizado; es el falso mundo de la seguridad, que se parece más a un mundo de fantasmas que las más desaforadas creaciones de la imaginación poética. Para completar la paradoja, los defensores de ese mundo irreal se llaman a sí mismos, realistas.

Una actitud disconformista señala el paso inicial que dirige al hombre hacia el centro de acción de la poesía. El poeta se coloca frente a la sociedad aceptada y manejada por los conformistas. La maquinaria social al servicio de una organización deshumanizada reduce a los hombres a números, y cierra todos los caminos. Los que sueñan con el poder, cualquiera que fuere el mecanismo de éste (el dinero, la fuerza, el soborno, el chantaje, la política, el terror) tienden a reducir la conciencia de los hombres a cero. El mundo se convierte así en un reducto sin puertas ni ventanas, domine el patrón oro, o domine la burocracia. 

La poesía abre puertas y ventanas tanto hacia afuera, hacia el mundo, como hacia adentro, hacia el hombre.

Pero indudablemente la poesía, al introducirnos en el misterio de lo real, nos descubre una vasta zona de peligro, una región inquietante y turbadora. Muchas veces lo poético toma la forma de un acto de violenta provocación y aparece como antipoético, como negador de la creación. Cuando Marcel Duchamp expuso una rueda de bicicleta o un portabotellas con la pretensión de que constituyesen obras de arte, realizó un acto poético del más alto valor subversivo. Lo mismo Rimbaud, al renunciar a la poesía, lleva a su extremo límite la actitud subversiva del poeta. La insumisión alcanza ese límite extremo en el momento en que proclama la negación de la poesía, y ese momento aparece cuando la poesía está seriamente amenazada de domesticidad. Así, lo antipoético se convierte en el valor supremo de subversión y en el mecanismo utilizado por los verdaderos poetas en defensa de la poesía en peligro, para reconquistar su fuerza liberadora. Mediante lo antipoético, se retorna al punto cero, en contacto con la fuente originaria, con el fuego central.

En el proceso utilizado para domesticar a los poetas, el aplauso, el consenso elogioso, la popularidad, son los factores más peligrosos. El poeta que sucumbe a la tormenta de los aplausos debe pensar que los imbéciles, que forman la gran masa de los llamados entendidos, no se equivocan nunca: sólo aclaman lo inofensivo. El poeta debe desconfiar de ese aplauso, de ese elogio unánime, con el que fabrican las rejas de su prisión. Por eso Bretón lanzó un alerta lúcido a los poetas al decir: "La aprobación del público debe rehuirse por encima de todo". Pues un poeta domesticado por el elogio tiene más valor para los predicadores de la sumisión que los inocentes versificadores que ellos presentan como sustituto. El poeta domesticado se convierte en ejemplo de la inutilidad de ser libre. Como el león domesticado, es una caricatura grotesca de un gran señor de la libertad, y sus rugidos adquieren entonces acentos de canto de ruiseñor. No es la confortable y estéril placidez de los parques artificiales la que conviene al poeta; su poder combativo y creador se exalta en la sorda lucha de la selva, y para el poeta de hoy la selva ha encontrado residencia en las grandes metrópolis, donde brotan del suelo gigantescos rascacielos, donde la vida se ve vuelta en la mañana inextricable y despiadada de un mundo mecanizado, y hombres-serpientes y hombres-chacales pululan por las calles.

El humor es el elemento que provee a la poesía de su mayor virulencia. Acerado como la luz, el humor se constituye en la vanguardia combativa en pro de la autenticidad del ser. Con su filo luminoso corta la oscuridad, y aporta el fuego que consume lo muerto y reanima lo vivo. Contiene el feroz deseo del hombre en su virtualidad renovadora, que corroe el mundo de lo inmóvil y lo opaco.

Latente o concreta, la subversión contenida en la poesía auténtica no ofrece dudas; pero la poesía no se reduce a un acto negativo puro: contemporáneamente a su acción provocadora afirma su fe en un mundo mejor que responda a la íntima realidad del hombre. Por eso sostiene una posición de recuperación de todos los antiguos mitos que ofrecen salida al desamparo: el mito del paraíso terrenal, el mito de la edad de oro. La poesía cree en esos mitos así como cree en la fuerza todopoderosa del amor. En esa común pasión coinciden los poetas con los fundadores de religiones. Esa es la causa por la que El sermón de la montaña se reúne con Así hablaba Zaratustra en la misma defensa del hombre. 

También los poetas hacen suya la memoria de los mártires que buscaron cambiar la condición humana, pues las torturas infligidas a los santos, a los revolucionarios y a los poetas, tienen todas el mismo significado de persecución del espíritu poético, de aniquilación del hombre que no se resigna a un destino sórdido. En una misma veneración se engloba a Jesucristo, Giordano Bruno, el obrero-poeta Bartolomeo Vanzetti y Antonin Artaud. 

En una época como la actual, en la que la poesía tiende a la domesticación por los más variados mecanismos en los más variados regímenes sociales, los poetas auténticos se encuentran siempre alertas, aunque estén reducidos a la soledad o compelidos por la fuerza y el terror. De pronto aparecen los Vosnesensky, los Evtuchenko para recordar los derechos inalienables del hombre. Estamos próximos al momento en que la revolución en defensa del hombre se desarrollará en el plano de lo poético.


Aldo Pellegrini.

Este texto pertenece al libro Para contribuir a la confusión general es de 1965.

No nos une el amor


No nos une el amor sino el espanto
(Jorge Luis Borges)
...
No, no nos une el amor
ni la esperanza de alguna vez amarnos
Nos une nuestro empecinamiento
contra las insalvables distancias que nos separan.
Nos une la inercia de dos esculturas
que comparten una plaza:
cada una sobre su piedra sin poder alejarse un solo paso
pero también sin poder acercarse un solo paso.
Nos une ese acercamiento incompleto
ese mirarnos cada uno desde su altura
cada uno desde su miseria,
Nos une un largo silencio cargado de palabras
que pesan demasiado para decirlas así porque sí,
sin garantías de que nos estallen en los labios al pronunciarlas.

No, no nos une el amor que es un puente
lo que nos une es un abismo.
Nos une este lamento que trazamos las tardes de lluvia
como dos gatos arrinconados por niños armados con piedras.
Nos une este lamento
como una esperanza involuntaria, inconsciente,
de que él nos salve.

No, no nos une el amor
quizá sea el infortunio el que nos obliga
a aferramos con tanta vehemencia,
quizá sea este viento por el que nos dejamos arrastrar
o quizá sea esta penumbra que nos desdibuja.

No, no nos une el amor
nos une el acicate de una soledad idéntica y diferente
y no es únicamente el temor a la soledad presente
es también la premonición de encontrarnos solos en el futuro,
Cuando ya nuestros físicos
no despierten atracción ninguna.
Esa desolación futura
que sabemos nos espera con su ávida crueldad,
en algún punto del camino,
nos hace temblar más que la desnudez de este instante.

No, no nos une el amor
nos une el no saber vivir
Nos une este salvaje empecinamiento
de sumarle a la desdicha actual
el pavoroso temor a la incertidumbre
(o a la certidumbre de tragedia inevitable)del porvenir.

No, no nos une el amor
nos une la necesidad de duplicar nuestra voz
para intentar el derrumbe
de los oídos que son murallas contra la sinceridad.
Nos une la evidencia de que al mundo le estorba nuestra aflicción.
Nos une este sobrevivir por un anhelo insensato
que quizás sea el germen deforme de una fe
desarrollándose sin nuestra colaboración,
sin nuestro consentimiento.

No, naturalmente, no nos une el amor
nos une este lamento que lanzamos como una flor y un insulto 
como un reproche
y una súplica a todos y a nadie.
Nos une este lamento
porque el hecho mismo de haber podido construirlo
se asemeja a la esperanza.
Pero no nos engañemos,
al final de cuentas,
lo que nos une
no es el puente sino el abismo.

José Sbarra (1950 - 1996) Fragmento de La obsesión de vivir. Editorial José Sbarra.



Rosa Negra en Revista Cronopio



Lo que el patriarcado nos dejó: El desprecio.



El desprecio es un gato asustado: traiciona. A menudo tiene que ver con los golpes, las agresiones físicas o verbales, pero siempre tiene que ver con poner al otro en un espacio deshumanizado y frío, rebajándolo a la condición de cosa. Entonces se relega su humanidad a un sitio oscuro, donde no moleste y a la vez sea funcional. Como un objeto, como un mueble. Tiene que ver con no tener que escuchar sus problemas. Lo que dice, lo que opina, lo que piensa o lo que siente simplemente se considera absurdo, básico, anecdótico o se desdeña.

El desprecio tiene que ver también con ignorar cualquiera de esas expresiones de humanidad. Tiene que ver con la no realización del otro, con que no sea, con el bloqueo de su libertad, porque la forma más efectiva de coartar la libertad de otro es rebajándolo a la condición de objeto, donde no tenga voz, donde no tenga derecho a decir y a decidir. Tiene que ver, en definitiva, con no involucrarse con él. Es una acción paradojal, que deshumaniza a la vez a quien recibe y a quien ejerce.Tiene que ver con el egoísmo y el egoísmo es un lugar cómodo para el egoísta, un lugar donde no se dan explicaciones, donde no se corren riesgos.
El gran riesgo de amar, sobre todo.
Por más que nos afanamos en ejercer la libertad individual, por más que tengamos siempre, por lo menos en la carne, su anhelo (lo llevemos o no a la práctica) siempre vamos a encontrar en el vasto camino de la vida a otros individuos con intenciones, conscientes o inconscientes, de coartar esa libertad. Otros seres, que nos van a ubicar sin dilación en ese espacio de cosa, en esa nada funcional a todo, que tanto miedo da.

Una mente machista desprecia la condición femenina, y buscará siempre llevar a la mujer a ese lugar de no exigencia, de objeto inanimado. Son ellos los que quieren jugar a las muñecas. Pero hablo de cualquier ser humano que reduzca a otro a la condición utilitaria. ¿Las acciones inconscientes los justifican? No. Son culpables de egoísmo y desamor. No hay que ser cómplices de esto. Todos tenemos que insistir en ser vistos y considerados como lo que somos: seres sintientes.

El amor y la amistad de nuestros pares no se mendigan, no se negocian.

Cuando otro nos desprecia lo más sabio es dejarlo ir.


Karina Rodríguez

La casita


volver a la inocencia queremos
anidar la casita
creer en ella, como en un vientre materno
era el propósito de construcción y resulta que no alcanza

Ella se fue
(qué lugar seguro es el pasado)
No volverá
(otro espacio de confort: el abandono)

vamos creando refugios con felpudo y perro
pero refugio también es cárcel
y no somos tan cobardes
todo lo ideal huele a carne podrida
nada de eso se parece a la sed
deberíamos elegir la ingratitud del infierno



Karina Rodríguez

Entrevista



Neo Magazine ~Radio Urbana BA~ me hizo una entrevista. Fue conducida por la locutora y periodista Elsa Aurora Nieto.


Epifanía


el amor me encuentra desarmada
vacía de estrategias
tengo escarcha en la boca la lengua de fuego
y los ojos repletos de caricias
no paro de girar y retorcerme dando tumbos
a su gusto
hiela y yo ahí, enfrente mío en la intemperie
alguna vez va a destruirme
pero hoy no es el momento




Karina Rodríguez




Presentación de Gente común

El 30 de Octubre editorial Peces de ciudad presenta un libro, lo escribí yo. Las editoras dicen que es un libro contundente y me parece que esa palabra sí lo define, pero respetamos la opinión de todos. Pertenecerá a la colección editorial Islas para naufragar de Peces de ciudad y contiene veinte relatos breves de gente común.
Hay algo concreto en publicar y es que la palabra toma forma, se pule, se pule y se pule. Este libro tiene que ver más con una etapa que con sus historias concretas, aunque creo que todos, absolutamente todos, somos Gente común. De ahí el título, no a partir de la desdeñada mediocridad, no. Desde la creencia profunda en la sustancia que esta ciudad emana y que nos envuelve a todos y nos vuelve humanos. Porque, en definitiva, vos, yo, el chorro, el policia, el cura y la puta, todos, somos gente común.
Esta es la invitación al evento.
Gracias

Karina Rodríguez.

2 capaces de altruísmo



Si vas a seguir lloviendo,
me quedo.
Porque tu tristeza intenta asesinarme
y si no nado 
me ahogo.
La torre en la que te esperaba 
está vacía.
Soy yo la que nada
vos el que se ahoga, Leandro,*
en este miedo.




Karina Rodríguez

*Hace referencia al mito griego de Leandro y Hero. Parece que reencarnarán eternamente. En esta versión ella no se quedará en la torre, esperando a ser rescatada. Se tira y lo acompaña.

Abrir la puerta


La foto es de @Max Red


me pregunto
y es una pregunta inmoral
si servirá de algo abrir esa puerta
que da al patio
a la tierra
al viento del mundo
a los pasos de la gente
me pregunto
si servirá de algo escribir
a estas horas de la noche
en el silencio de mi habitación
con la puerta cerrada

sería tan sencillo
me digo
abrir por fin la puerta
y asomarme y mirar
dejando que me lleven
los pasos y la sombras del camino
me pregunto si servirá de algo explicar
por qué no explico
cuando tanta palabra y confidencia
intentaron traducirme
y ponerme al descubierto

si servirá de algo abrir la puerta
me pregunto
y andar por el patio
por el mundo entre la gente
abrir de par en par la puerta
para que todo pueda cumplirse
como la hoja de un cuchillo al extremo de un puente
como la red y el roble que salvan la alegría al final del espectáculo
como el canto de las aguas y el susurro de la siesta
como la playa en sombras y el lecho infinito de los amantes reencontrados

para que todo pueda cumplirse
la luz la noche la inocencia
el nombre que pasa entre las ramas
la puerta se abrirá enteramente
se abrirá por fin la puerta
por si alguno
quiere volver a entrar o salir
o curiosear entre mis cosas
o esperarme mientras vuelvo
y si tardo y no regreso
salir al viento
y olvidarme


Edgar Bayley. Del poemario El día. Editorial: ECA 1981