El desprecio es un gato asustado: traiciona. A menudo tiene que ver con los golpes, las agresiones físicas o verbales, pero siempre tiene que ver con poner al otro en un espacio deshumanizado y frío, rebajándolo a la condición de cosa. Entonces se relega su humanidad a un sitio oscuro, donde no moleste y a la vez sea funcional. Como un objeto, como un mueble. Tiene que ver con no tener que escuchar sus problemas. Lo que dice, lo que opina, lo que piensa o lo que siente simplemente se considera absurdo, básico, anecdótico o se desdeña.
El desprecio tiene que ver también con ignorar cualquiera de esas expresiones de humanidad. Tiene que ver con la no realización del otro, con que no sea, con el bloqueo de su libertad, porque la forma más efectiva de coartar la libertad de otro es rebajándolo a la condición de objeto, donde no tenga voz, donde no tenga derecho a decir y a decidir. Tiene que ver, en definitiva, con no involucrarse con él. Es una acción paradojal, que deshumaniza a la vez a quien recibe y a quien ejerce.Tiene que ver con el egoísmo y el egoísmo es un lugar cómodo para el egoísta, un lugar donde no se dan explicaciones, donde no se corren riesgos.
El gran riesgo de amar, sobre todo.
Por más que nos afanamos en ejercer la libertad individual, por más que tengamos siempre, por lo menos en la carne, su anhelo (lo llevemos o no a la práctica) siempre vamos a encontrar en el vasto camino de la vida a otros individuos con intenciones, conscientes o inconscientes, de coartar esa libertad. Otros seres, que nos van a ubicar sin dilación en ese espacio de cosa, en esa nada funcional a todo, que tanto miedo da.
Una mente machista desprecia la condición femenina, y buscará siempre llevar a la mujer a ese lugar de no exigencia, de objeto inanimado. Son ellos los que quieren jugar a las muñecas. Pero hablo de cualquier ser humano que reduzca a otro a la condición utilitaria. ¿Las acciones inconscientes los justifican? No. Son culpables de egoísmo y desamor. No hay que ser cómplices de esto. Todos tenemos que insistir en ser vistos y considerados como lo que somos: seres sintientes.
El amor y la amistad de nuestros pares no se mendigan, no se negocian.
Cuando otro nos desprecia lo más sabio es dejarlo ir.
Karina Rodríguez
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