La forma de los espejos egipcios ha sido tradicionalmente asociada con el disco solar, símbolo de Ra, pero también se la relaciona directamente con los cuernos de la diosa Hathor, esposa de Horus. Una de las manifestaciones de la vertiente femenina, diosa de las mujeres y de la sexualidad, diosa del cielo. Podemos concluir entonces que los espejos en Egipto tienen no sólo una relación simbólica con el Sol, sino también con la Luna. Como es sabido, el dios solar implica las naturalezas femenina y masculina para lograr el acto de la creación, de ahí la estrecha relación entre Re y Hathor, que encarnan el principio de la generación continua. La unión sagrada del dios del Sol con la diosa Hathor sirve para lograr la renovación y el nacimiento simbólico del faraón en tanto que rey-dios. De hecho, el creciente lunar aparece como motivo simbólico común en muchos espejos egipcios y, por otra parte, la entrega de espejos como ofrenda para la diosa Hathor era muy frecuente. También la diosa Isis era venerada mediante el uso de espejos ofrendados durante el ritual religioso.
Sin dudas el Espejo era para los egipcios el más exacto de los símbolos solares, al reflejar los rayos del sol y mostrar mágicamente las imágenes que capturaba. Una de las cualidades más notables de los espejos es su capacidad para reflejar la imagen pero también para reflejar y concentrar la luz; este es el aspecto que en Egipto se asociaba con los conceptos de vida, creación y regeneración de la vida. En definitiva, para los egipcios, un espejo significaba la victoria de la Luz sobre la Oscuridad. De ahí que las mujeres los llevasen cuidadosa y celosamente guardados en bolsas protectoras, especialmente diseñadas para cargarlos sobre los hombros, en la espalda, como una especie de precioso amuleto mágico, protector de la femineidad.
Fuente consultada: Simbolismo del espejo en el Antiguo Egipto
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