Ya no hay excusas.


 
Simone de Beauvoir debe haber sido una de esas Mujeres que en sus relaciones interpersonales y -sobre todo- en las amorosas, sabía cómo crear un espacio donde no existiera lugar para banalidades tales como el Despecho o la Venganza. No hablo de Dolor, en absoluto. El dolor no es una banalidad y a esta mujer la vida debe haberle dolido como a cualquier ser humano que pisa esta tierra estando realmente vivo (vale la redundancia). Quien camina por este mundo viendo solamente ositos de peluche y corazones de color rosado no merece ni siquiera unas palabras, por lo menos de mi parte. Madurar es mirar hacia adentro en vez de mirar a los demás.
El  documentalista Claude Lanzmann, autor de la famosa película "Shoah" comenzó una relación amorosa con Simone de Beauvoir cuando ella tenía 44 años y él 27. Fueron amantes. Hoy recuerda que a Simone podía contársele todo porque ella casi nunca emitía juicios morales, por lo menos no contra aquellos a quienes amaba y que su primera reacción era siempre hacer un esfuerzo para entender la situación y así poder ponerse en la piel del otro. Esto es, ponerse en sus zapatos. Tarea difícil si las hay.
Sartre desarrolló un concepto que aún hoy, y sobre todo hoy, es demasiado inquietante. Decidió llamarlo "La mala fe" -del francés: «mauvaise foi»-. Es un concepto filosófico que ideó para describir el fenómeno por el cual el ser humano se niega a sí mismo la libertad absoluta, y en cambio elige comportarse como un objeto inerte y estúpido. Dicho en otras palabras, el hombre decide cosificarse. También reflexionó que los seres humanos ya no tenemos excusa para la maldad porque actuando con maldad limitamos nuestra propia libertad y porque cada uno de nosotros es, en definitiva, lo que hace con lo que hicieron de él.

Ya no existen excusas válidas para ser un hijo de puta, ni siquiera las hay para el autoengaño porque hay que hacerse. Si somos como nos enseñaron que teníamos que ser, si no discutimos, si no reflexionamos, si no miramos hacia adentro, si no luchamos por crecer, nuestra propia historia siempre la escribirán otros.
 

 

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