movimento é vida



Asido con solemne firmeza a la ya célebre frase de Brad Pitt, el filósofo alemán Boris Groys nos advierte que la acción es el único aspecto humano que promete una cierta experiencia en relación a la verdad y lo hace con una intensidad inigualable. En estos términos, la vida contemplativa podría ser decorosamente refutada, porque induce al sujeto a la pasividad y esa pasividad puede hacerlo objeto de una pérdida gradual de voluntad.  

No hay que olvidar que el sujeto de consumo moderno es, por sobre todo, un sujeto pasivo y carente de voluntad. No piensa. Sin embargo, el diseño contemporáneo sí está pensado: para seducirlo, para debilitar su vida y para robarle la energía, tornando en verdadero desafío el encuentro de un equilibrio entre movimiento y contemplación, sin perder en ningún caso la voluntad. 

Existe un sujeto móvil, sin embargo, presente en las redes sociales, que también está atrapado en la red de consumo, y se manifiesta sin saberlo como un ser un humano de diseño. Se ha creado a sí
mismo para los demás usando algunas imágenes, o más bien usando todas las que puede; una vida sesgada, parcial si se quiere, aunque siempre agradable y vendible, que copia a su vez las tendencias de los otros individuos. Un juego de simulacros detrás del cual no hay más que vacío. Hoy, son más los sujetos interesados en mostrarse que en mirar. Todos muestran, mientras nadie mira.


Así, el diseño lo ha ocupado todo y los individuos se han vuelto "obras de arte" producidas por ellos mismos. Es el sueño realizado de los vanguardistas: reconciliar el arte con la vida. Vacaciones, encuentros, salidas, fiestas, compras, vidas felices y poco discretas, que se venden con total libertad en espacios virtuales como facebook o instagram: la encarnación contemporánea del control. 

También Foucault observaba con precaución estas tecnologías de consumo, y en su libro Tecnologías del poder dedica algunos capítulos a lo que llamó Las Tecnologías del Yo: sistemas que permiten a los individuos operar, por cuenta propia o con ayuda de otros, cierto número de decisiones sobre el cuerpo y el alma, moldear pensamientos, conductas, opiniones, o cualquier otra forma de ser, incluida la forma de hablar, obteniendo una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría, aceptación e inmortalidad. 

Así que cada vez más cabe hacernos esta pregunta:

¿Es posible aún encontrarse con lo real de la individualidad de otro ser humano, de otro cuerpo, o eso quedó, definitivamente y para siempre, oculto bajo la superficie del diseño moderno?


Black mirror. Nosedive. 

Raissa


No es feliz la vida en Raissa. Por las calles, la gente camina torciéndose las manos, impreca a los niños que lloran, se apoya en los parapetos del río con las sienes entre los puños, por la mañana despierta de un mal sueño y empieza otro. En los talleres donde a cada rato alguien se machaca los dedos con el martillo o se pincha con la aguja, o en las columnas de números torcidos de los negociantes y los banqueros, o delante de las filas de los vasos sobre el estaño de las tabernas, menos mal que las cabezas agachadas te ahorran miradas torvas. Dentro de las casas es peor y no hay que entrar para saberlo: en verano las ventanas aturden con peleas y platos rotos y, sin embargo, en Raissa hay a cada momento un niño que desde una ventana ríe a un perro que ha saltado sobre un cobertizo para morder un pedazo de polenta que ha dejado caer un albañil que desde lo alto del andamio exclama ¡Prenda mía, déjame probar! a una joven posadera que levanta un plato de estofado bajo la pérgola, contenta de servir al paragüero que celebra un buen negocio, una sombrilla de encaje blanco comprada por una gran dama para pavonearse en las carreras enamorada de un oficial que le ha sonreído al saltar el último seto. Feliz él, pero más feliz todavía su caballo que volaba sobre los obstáculos viendo volar en el cielo un francolín, pájaro feliz liberado de la jaula por un pintor feliz de haberlo pintado pluma por pluma, salpicado de rojo y de amarillo en la miniatura de aquel libro en que el filósofo dice: también en Raissa, ciudad triste, corre un hilo invisible que enlaza por un instante un ser viviente al otro y se destruye, luego vuelve a tenderse entre puntos en movimiento, dibujando nuevas, rápidas figuras de modo que a cada segundo la cuidad infeliz contiene una ciudad feliz  que ni siquiera sabe que existe.

Ítalo Calvino. Las ciudades invisibles (fragmento)

Epitafios



Según Borges, las runas son un antiguo alfabeto de las gentes germánicas. Se usaron durante diez siglos para escribir formas arcaicas del sueco, el danés, el noruego, el inglés, y el gótico, entre otros. 
Se considera que nunca han sido un alfabeto literario, y que se las usó para escribir cosas tales como conmemoraciones, epitafios, declaraciones de propiedad y hasta de herencia. Abundan las inscripciones en cuchillos, anillos, medallones y también se las ha encontrado en algunas piedras. Sin embargo, en una de ellas, considerada parte del epitafio de un poderoso guerrero cuya identidad desapareció irremediablemente en las arenas del tiempo, pudo leerse esta lacónica declaración de amor: 

No existe el olvido





Imagen única de un sueño


A cada hombre le está dada, sobre el sueño, 
una pequeña eternidad personal 
que le permite ver el pasado y el porvenir cercanos.
El soñador lo ve todo en un solo vistazo

Jorge Luis Borges



Él mandó una foto de las paredes pintadas y vacías                                
                                               

Informe sobre Moscú



Reunión en Moscú con el equipo de filmación y conferencia de prensa.
Exigen que responda con inteligencia. Me elogian. Me hieren. Son intelectuales. Unos me admiran con sospechosa exageración. Otros encuentran influencias en mi libro.
Influencias de autores que jamás he leído. No puedo confesarlo. Se trata de autores muy importantes. Un francés se ofrece para hacerme un pico de opio. Le digo que prefiero hacérmelo yo mismo. Veo algunas sonrisas. Insisto en que prefiero hacerlo solo. Mi intérprete y el francés se van a otro cuarto y regresan con una caja metálica y una jeringa de vidrio con una aguja de quince centímetros de largo. Entiendo las sonrisas. En Moscú no existen las jeringuillas descartables. Obviamente no puedo aplicármela. El francés me ensarta una vena con bastante delicadeza. Siguen con las preguntas cultas. Mi intérprete los traiciona y también traiciona mis respuestas. Lo intuyo. El opio inyectado no parece haberme provocado ninguna alteración. Se sorprenden. Me ofrecen otro. Acepto. En cuanto sacan la aguja de mi vena empiezo a sonreír. Ahora sí. Sólo el francés y el director del film se hacen un pico. El resto y las mujeres se limitan a fumar algo parecido a la marihuana. Me aflojo placenteramente. Dejo de trabajar de escritor inteligente. Me siento cómodo por primera vez desde que bajé del avión. Les digo que tengo sueño. Entienden. Me llevan a una habitación desde dónde sigo escuchando sus voces. Y parece música ese idioma tan nuevo para mí: pashalta-pashalta-jarashó-óchin-jarrazo. No duermo pero mi cuerpo parece haber olvidado su esqueleto. Me siento como un estudiante que abandonó el aula en que estaba rindiendo un examen. 
Me fabrico un diccionario fonético con cada palabra que aprendo. Reunión con latinoamericanos residentes en Moscú. Los argentinos somos soberbios, según un colombiano. Había un mexicano, dos colombianos y un ecuatoriano, entre otros. Tienen una cultura latinoamericana sorprendente. Conocen los escritores y los modismos de cada país. Recordé a unos peruanos y un chileno que conocí en un tren rumbo a Venecia. Y finalmente dije: los argentinos conocemos latinoamericanos cuando viajamos a Europa. El colombiano se burló de mí. Contó una serie de chistes sobre los argentinos ¿Qué hacen dos argentinos sobre la torre Eiffel? dijo. Miran cómo se ve París sin ellos. La reunión no fue muy feliz. Los defraudé o les fui útil para continuar la idea que tienen de nosotros. En la despedida, el colombiano me invitó al estreno de una obra dirigida por él, la versión teatral de Rayuela, una novela de autor argentino. Nos admiran.
El opio no me deja dormir, me tiro en la cama, pero los ojos hacen zapping con imágenes del pasado y del futuro. Temo enfermarme pero no puedo dormir. Pienso en vos, en por qué no estás conmigo. Estoy confundido. Trabajo con el director y el intérprete en la adaptación del libro. Pero creo que vine solamente a tratar de entender mi amor por vos. Veo los cuervos, comen no sé qué en la nieve. Moscú en invierno es la tristeza. La tentación de ser triste. Todo Moscú con sus cuervos y su nieve, con sus ramas dolorosas me recita en los oídos: suicidate

José Sbarra. La situación en Rusia de Informe sobre Moscú. Editorial Michaux

A una rama de laurel




Un verde más intenso que todo otro verde,
un sueño más perfecto que todo otro sueño. 
¿Qué es lo que huye? ¿A quién persigo?
Una lluvia ácida cae sobre mis hombros
arde un clavo en mi nuca y los pies descienden 
hacia la saliva ávida de los muertos.
No hay mundo: sólo eso que huye.
¿Por qué trueca sus brazos en ramas, su pelo
en follaje? ¿Por qué muda de corteza
y cambia vena por vena, savia por savia?
Huye la naturaleza de la naturaleza, la hermosura
de la hermosura, pero la sangre es una
y atravesando las nervaduras más secretas
colma de hojas amargas la boca del futuro
¿Qué es lo que huye? ¿A quién persigo?
El dedo envuelto en un pétalo de rosa mece su gema
y el ritmo despierta lo que yace oculto en sí mismo
Así se alimenta el fuego. Y el calor, renovando
el misterio del círculo, curva la rama
y dora las hojas. Estalla, bulbo rojo de la vida
Corona: mi locura te alcanzará.
Un verde más intenso que todo otro verde
un sueño más perfecto que todo otro sueño
Y el laurel inclinó su copa como una cabeza.

Horacio Castillo 

El tema de Proteo



Otra vez otra ola otro día
       otro dios en el derrumbe.
Yo soy la palabra que me oculta,
soy la sospecha
airada de la eternidad.
Ámame mientras nos devoramos
como a los pájaros que siempre vuelven.
Soy una boca de hambre
y un terorema de barro.
Abjuré del misterio
y mi ceniza se desflagra en la luz.
Te poseo, mi amor, en las tinieblas
yo me llamo también
pero ¿quién eres tú, 
inamovible dama, en este sueño?

Aldo Oliva