El rito



Pepa y yo, todos los días, escondemos el hueso. Un falso hueso, aunque muy cierto, con dos nudos de pasta endurecida en los extremos, amasado con calcio, dicen; esos que oportunamente se ofrecen en veterinarias y que sirven para contener los excesos de energía canina. Pepa lo conserva con obsecuencia, como un trofeo, mientras La Bestia, en el patio, descabeza el suyo en medio de un charco de baba pastosa. Con Rocco nunca se sabe si es baba o pis. Nos encerramos en el living, la oscuridad de la tarde marca el camino. Ella da algunas vueltas, mira, revisa las ventanas que dan al patio. No suelta la valiosa pieza, aunque confía; estudia todo el territorio, después la deja detrás del sofá. Duda  Vuelve a tomarla, parece analizar un poco la situación, encuentra dónde. Esconderlo no es una elección: Pepa decide que debe hacerlo. Se sube a una de las poltronas de cuero, se sienta, escarba con las patas, hunde la cabeza, empuja, mete el hocico, asegura el espacio. Ahueca. Un pozo de cuero cercado de bolitas de telgopor apelmazadas: el escondite perfecto. La miro atónita, sin decir nada. De vez en cuando me mira. Después tapa, invierte los movimientos, empuja, cierra: patas, cabeza, hocico, la anatomía toda dispuesta a cerrar ese hueco. A falta de tierra, la maleabilidad del material contribuye con su idea. Después de algunos movimientos, aparece la certeza de que estará seguro. Yo la ayudo coronando el escondite con un almohadón árabe, labrado con hilos dorados y negros, que compramos el verano pasado en rebaja. Después doblo una manta y la coloco encima. No es nada fácil poner el hueso de la felicidad a salvo de las bestias.

Entrevista para El vagón




Respondí unas preguntas que me hicieron Soledad Hessel y su equipo de notables para Vagón del escritor 

Se puede leer acá:

Antología Digital



Antología digital El Narratorio publicó mi cuento Omega en su edición de Halloween. 

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Vaivén

A veces pienso que los árboles saben algo; cuando desatan el instinto de huida, que es cuando agitan las hojas y los troncos con cierta violencia, como queriendo arrancarse, como quien quiere sacar las patas con urgencia de las arenas del tiempo o de un pantano.                               
Así, con ese vaivén. Soltar soltar soltarse, parece que quieren decir, empezar la carrera y no parar hasta la próxima orilla.
Ph @Anton Belovodchenko


Corazón de árbol

Tengo un fresno macho y un fresno hembra en mi jardín. Digo así porque desde un principio hubo dos troncos y dos follajes que pudieron diferenciarse perfectamente. Los visitantes del patio no ven más que un árbol. Sin embargo, son dos; ellos hablan el mismo lenguaje, así se entienden; aunque digan cosas distintas, se complacen en ese anclaje secreto; creo que es algún tipo de pacto que excede la mirada. Están unidos aunque sean individuos, se nota. Ellos saben cómo se hace. Desconfío de otros tipos de unión. Juntos desafían al sol todos los días, se acompañan, se miran. Pienso que, a lo mejor, bajo la tierra húmeda, inscluso sus raíces se entrelazan.

Entrevista



Estuve de mucha charla en el programa Noche de Letras 2.0 que conduce Leandro Murciego. 

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