Corazón de árbol

Tengo un fresno macho y un fresno hembra en mi jardín. Digo así porque desde un principio hubo dos troncos y dos follajes que pudieron diferenciarse perfectamente. Los visitantes del patio no ven más que un árbol. Sin embargo, son dos; ellos hablan el mismo lenguaje, así se entienden; aunque digan cosas distintas, se complacen en ese anclaje secreto; creo que es algún tipo de pacto que excede la mirada. Están unidos aunque sean individuos, se nota. Ellos saben cómo se hace. Desconfío de otros tipos de unión. Juntos desafían al sol todos los días, se acompañan, se miran. Pienso que, a lo mejor, bajo la tierra húmeda, inscluso sus raíces se entrelazan.

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