Earth is a savage garden



          Evil is always possible. And goodness is eternally difficult.
                                                                                                    Anne Rice (The vampire Lestat)
 


Esta crítica contiene spoilers.

Tal vez obligados a tener que definir algún tipo de rol en el universo inmortal de Anne Rice diríamos con argumentos válidos que Armand es el arquetipo del monstruo. Inmutable, impredecible, cínico, amargo; a veces egoísta, pero peligroso siempre. 

Al monstruo le gustan los lugares oscuros, marginales: las catacumbas del cementerio de París, los castillos, las torres bien altas, los sótanos, los ataúdes y los teatros. Le gusta ser el hijo favorito de Satanás, dirigir un aquelarre de roñosos, torturar a sus víctimas humanas. Él es oscuridad y la oscuridad forma parte de su cuerpo y su mente. 

Así que con mi entenado no cabría la menor duda, es verdad. Un ángel de Caravaggio con rigidez cadavérica que hubo que arrastrar de las alas para sacarlo de ahí. De esa posturita sádica, quiero decir. Fue Lestat quien lo hizo, quemó todo concepto, bailó sobre las cenizas, las meó y después las esparció a los cuatro vientos. 

Por eso trató de convencerlo de un cambio drástico en el paradigma de la maldad. Una maldad representada por él mismo, vestido de terciopelo, cuero y pieles, fundando una banda de rock, firmando autógrafos, viviendo entre los mortales. Un nuevo mal para un nuevo mundo: el histrionismo. 

Por toda respuesta obtuvo que Armand le afanara el novio durante 77 años. Narcisista encubierto que en los demás vampiros solo es capaz de ver competidores o esclavos. Pero hace parkour con sus zapatos Jimmy Choo, compra y vende arte, y prepara buenos tragos. Adorable mi Armand.

Por otro lado tenemos a Louis, el susodicho, intentando recomponer su humanidad. Arrepentido de ser un chupasangre, culpable, esmerado padre que anhela volver a esa sensibilidad perdida. Louis no logra la síntesis. Neurosis vampírica mediante, tampoco logrará conciliar, pero será autoconsciente. Va a detestar su nueva naturaleza, y no la verá como un don. 

Según Elena Bossi, el cambio de forma en un monstruo implica un cambio estructural donde un ser se transforma en otro conservando de algún modo algo del primero. En el vampiro se conserva la forma humana exacta del momento de la transformación, y para colmo se pierde la comunicación telepática con su creador. Es decir, el vampiro queda atrapado en esa forma previa. Todo el tiempo recuerda quien fue.

La humanidad de Louis se opondrá a la monstruosidad de Lestat contándole primero su versión de la historia a un ser humano, después Lestat hará lo propio reivindicando su nombre. 

Sin embargo, humanizarlos de esta forma no les quita lo salvaje. 

La mirada es un símbolo muy apreciado en el monstruo de Rice. Los ojos hablan, lloran lágrimas de sangre; el vampiro entiende todo, hipnotiza, confunde, induce imágenes apócrifas, manipula a los humanos, pero también a sus congéneres vampiros. 

La boca consume, desgarra aquello que se interpone a su paso. Es un atributo más de la barbarie. Así que los colmillos, los ojos y las uñas cristalinas y duras como el vidrio, que también desgarran y perforan la carne, simbolizan el mal, lo salvaje. Estos son los rasgos de la bestialidad, las marcas de Caín, aquello que los diferencia. Por eso Armand insiste en desestimar la alianza con los mortales y con los neófitos. 

Ellos viven en la carne el horror de la extranjeridad, como todo monstruo que se precie. En sus cuerpos se suspende el tiempo, se desafían las leyes de la naturaleza.

The world changes, we do not, therein lies the irony that kills us.

Armand sabe que el mundo es un jardín salvaje, que los humanos somos aburridos e impiadosos.

Para colmo de males, este triángulo de hierro asumirá el juego perverso del desprendimiento, donde cada uno podrá demostrar, si se lo propone, ser la cara oculta del otro. Así es entre los tres. Durante largos períodos danzarán unidos, agarrados de los brazos, formando el círculo del mal, riendo y confundiéndose en la danza. Sus rostros se transmutarán uno en el otro, sin soltarse. 

Pero Lestat se las ingeniará para representar la tensión perfecta entre el héroe y el monstruo. Su Viaje del Héroe va a estar dado por la persecución del mismísimo Satanás y por el consecuente viaje al infierno, del cual regresará transformado y con un ojo birolo. Porque Lestat.

En palabras de Andrés Mazzoni: hoy, literatura mediante, la perspectiva del monstruo comienza a ser tenida en cuenta como una visión válida del mundo, y éste se convierte en un interlocutor del humano, en lugar de su enemigo.

El objetivo principal del vampiro humanizado, burgués, contador de historias, esteta, no es otro que mantener su humanidad. Aquello que se pone en tensión, de lo que acusamos solamente a Lou, es también una verdad oculta del resto. 

De otro modo, Lestat hubiera dudado transferir su cuerpo a Raglan James (el ladrón de cuerpos, dicho sea de paso), pero no lo hizo. Tampoco hubiera consentido tener un hijo biológico, cuando llevaba siglos muerto. De otro modo, Armand no hubiera adoptado como propios a los huérfanos humanos Sybelle y Benji que lo ayudaron a zafar de morir asado al sol del mediodía en Nueva York. 

Conviene recordar aquí que Andreii, Amadeo y Armand el vampiro son tres etapas bien diferenciadas del mismo ser. El niño y el adolescente, humanos ambos, y por último el vampiro. 

Y por algún motivo que desconozco, todavía pasible de ser analizado, Marius, el hijo del milenio, estará siempre al margen de este tríptico simbiótico que forman Lestat, Louis y Armand. A pesar de que Armand es su vampiro. Estará presente, pero caminando por los bordes de la especie y sin perderlos de vista. 

En una mirada un tanto superficial esto es a causa de su erudición, compleja y construida por él mismo porque hijo ilegítimo. Hijo ilegítimo de un senador romano, hijo ilegítimo del vampirismo: fue al bosque creído que sería iniciado en los misterios como sacerdote druida, volvió con la piel sin poros, un par de colmillos y una sensibilidad extrema a la luz del sol. 

Pero es posible también que su actitud divergente sea consecuencia de la guarda que debió ejercer casi toda su existencia sobre Akasha, la Reina Madre portadora de la semilla de Amel, y su consorte real, Enkil. Encima de convertirlo, le endilgaron a los viejos. Así que el dulce Amadeo fue, sin dudas, lo más cerca que Marius habrá estado de la humanidad. Un verdadero vampiro. 

Es que si nos detenemos a pensar un poco, todo el Universo V ocurre entre los tres mencionados y Marius; el resto son aventuras complementarias, anécdotas, situaciones o experiencias colaterales que involucran a su vez otros vampiros. De hecho, la saga sufre una diferenciación llamada Otras historias de Vampiros, que son el libro de Pandora y el de Vittorio.

El núcleo, lo que se dice núcleo, es el de los tres. AMC lo sabe, y está dispuesta a explorar la idea. 

Lestat y Marius tuvieron su historia escrita, sin embargo. Aunque sin una pizca de homoerotismo. El erudito se comportó como un padre, con poca paciencia, pero padre al fin. El niñato en cambio se portó como el adolescente que ya no era, lo cual viniendo de Lestat es comprensible. 

Creo que en esas épocas el Príncipe andaba recién nacido, así que estaba más insoportable que lo habitual. Y el horno del Romano ya no estaba para bollos, porque venía de tres separaciones traumáticas: con Pandora, con Amadeo y con Bianca S. A Bianca la perdió por triangular con Pandora, a Pandora por cascarrabias, cabeza dura y cerrado, a Amadeo lo perdió por boludo.



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