Bardo

Para Néstor C


...en este ilustre valle de cascotes que constantemente amenazan derrumbarse, de arroyos negros de barro; un valle lleno de sufrimientos reales, de alegrías a menudo falsas, y tan terriblemente agitado que hace falta algo exorbitante para que se produzcan sensaciones medianamente duraderas.

Honore de Balzac (Papá Goriot)

*

Cuando nos sentimos más seguros 
ocurre algo, una puesta de sol, el final 
de un coro de Eurípides, y otra vez 
estamos perdidos. 

(Robert Browning)


El poeta yugoslavo Charles Simic escribió un texto al que llamó Totemismo, pertenece a su libro Las cajas de Cornell, que está inspirado en una obra del escultor estadounidense Joseph Cornell

Básicamente, este artista utilizaba cajas en todas sus obras. Cajas repletas de objetos, y con ellos narraba historias. Sus cajas no se parecieron a nada, salvo a poemas visuales, que del mismo modo combinan palabras e imágenes. Tal vez como contracara del hombre moderno, esos bellos objetos con que rellenaba sus cajas eran seleccionados cuidadosamente por él, eran arcanos, mensajes encriptados, símbolos mágicos, vías de reconocimiento del mundo onírico.

Así, el texto de Simic explora la necesidad humana de evocar esos objetos propios, físicos o imaginarios, poco importa, porque lo relevante es la presencia. Es real que somos cajas, espacios repletos, y en cada uno de nosotros existen cientos de narraciones, miles de cuartos secretos, que están poblados y repoblados, saturados de objetos. 

Algunas veces, en esos espacios las persianas se agitan furiosas con la tempestad, otras veces el miedo nos persigue por la oscuridad del cuarto hasta dejarnos sin aliento; otras, el sol brilla sobre el césped mojado. De una u otra forma, cada pensamiento es una piedra fundamental, nace y requiere ser pulido, trabajado hasta convertirse en fina perla. 

Cada pensamiento es un tótem del ser, un objeto, incluso aquellos insignificantes son pequeñas marcas que a veces transmutan en ciudades de oro; porque la introspección es un modo de buscar luz dentro de la oscuridad, aunque no todos tengamos la constancia y la valentía de escarbar hasta dar con la belleza. 

Bradley escribió que uno de los efectos de la poesía debe ser darnos la impresión, no de descubrir algo nuevo, sino de recordar algo olvidado, algo que estaba allí. A veces leemos un poema y pensamos que también nosotros hubiéramos podido escribirlo. Nos gusta imaginar que el autor entendió lo que nos pasa, nos gusta pensar que la creatividad viene de un lugar lejano. Sin embargo, el poema preexiste, está en nosotros.

En palabras de Marie Louise von Franz, el inconsciente tiene un conocimiento de las cosas que nos excede. Imposible es su representación consciente. No sabemos de qué manera el inconsciente está conectado con la materia, pero sabemos que lo está. Así, la primera frase, como el primer acorde, como la primera palabra de un niño, son gestos de valor. 

La acción humana golpea los objetos, los dota de vida, de fuerza, de energía. Antes de ser lenguaje, el arte debe hacerse acto. Antes de hablar, un hombre debe afirmarse en el suelo. La acción interrumpe siempre un orden anterior e, interrumpiéndolo, lo reconstruye. La acción surge en la nada y genera, en la nada, un espacio nuevo. 

Una voz grita y en ese grito hablan miles de voces interiores, todos los que somos, los que fuimos, pero también todos los dioses que nos habitan. De pronto y por obra de la voluntad humana, la página en blanco se hace realidad. No es cierto que la potencia del arte sea solo negativa. No es cierto, como prefieren pensar algunos fundamentalistas, que el arte sea debilidad. 

Una voz trata de nacer, pero para ser débil, antes tuvo que ser fuerte. El arte, para ser negativo, tuvo que originarse en un momento de positividad. 

Crear es haber superado lo que teníamos para decir.




Bardo

Una voz trata de nacer; nada dice el jardín,
el sol cancela los colores, el viento desordena la tierra.
Las palabras me ahogan, pero el poema no se forma.

Espero, apostada en la tarde que algo descienda a mí.

Elíjanme, elíjanme, buen espíritu del agua,
bruscas maneras donde brama el fuego.
Canta mi desarraigo de transeúnte indómita
que lo que escribo pueda verse a la luz de un relámpago.
¿Quién sopla palabras en el habla mecánica del sueño?
Se despierta la voz
temo al dibujo oscuro del silencio.

Haz que la lluvia pague por su temblor.


Cómo llegué a este mundo

si alguien me ha escogido para decir de la vida y muerte,
estos poemas hablarán por la boca agridulce
de un halcón que llamea su vuelo. Alma vieja de un bardo
hablemos aunque tu cuerpo sea un hato de huesos desdeñado
y que tu voz golpee mi ventana con nudillos de niebla.
Elíjanme, elíjanme como si el río decidiera engendrar
entre sus ritmos crudos la salud de la tierra.

La voz del agua se prolonga

puede tocar el aire y regresar a su manera natural,
en ella está el origen, los dioses hablan en su cadencia.

El aire oculta frágiles costumbres en sus modos translúcidos.

La escritura se cae, las voces se silencian.
Pido ayuda al destierro que me aparta del mundo.
Ruego la voz, ruego que sea voz y no el aullido
de un alma sola que logra encenderse en sus raíces.

La alondra ciega de resplandor

aquello que repite la verdad ignorada
como dos ramas que se reverencian
en la caída de la tarde.

Elíjanme, soy tiempo aislado, una suma de horas que nada sabe.
Un amor terco por perseguir el sol, el canto único del día
las plegarias del búho en la tiniebla  -todo lo que me hizo nacer
que decretó mi vida
y tejió la entretela de mi muerte-

Elíjanme las vísperas han cantado su nombre

los olvidé entre las cosas ausentes del lenguaje.
El habla tiene un límite
la sangre de las rosas crea un mito sin voz en las palabras.

Elizabeth Azcona Cranwell. 1999. De Poemas / Café de Buenos Aires / Tercer Milenio. Ed: Café Literario de Buenos Aires.


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