Sueños de un nadador

Smeared (Alyssa Monks)
                                                                                                     



Tal es nuestro posible conocimiento: un anhelo
susurrando en las hojas secas, una horrible
tristeza en una tarde de nuestro tiempo.

(Joaquín Gianuzzi)


Es claro que los sueños no se dejan manipular. Los sueños son, en cierto modo, la voz de la naturaleza que hay en nosotros. El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung descubrió que, al dormir, a través de los sueños, las personas despiertan hacia quienes son realmente. Dura conclusión ¿cierto? 

A Marie Louise Von Franz, máxima autoridad de la psicología analítica mundial, promotora de su obra, en principio discípula, después investigadora, y a Carl Jung, no les alcanzó con una mirada romántica de los sueños, ambos construyeron toda una teoría científica al respecto, una teoría científica analítica que, como todas, también es relato, pero está escrita por expertos. 

Con férrea convicción, quiero decir, una convicción suficiente como para iniciar gran cantidad de investigaciones, poner tiempo, conocimiento y dinero, para después escribir algunos libros, ambos sostuvieron que lo mejor que puede hacer un ser humano, casi como una deuda inexpugnable consigo mismo, es prestarle atención a sus sueños. 

Los sueños nos muestran como encontrar sentido en nuestras vidas, 
como cumplir nuestro destino.

Von Franz sueña, pero también escribe. Deja apuntado que mucha gente tiene el ingenuo prejuicio de que los sueños expresan nuestros deseos conscientes, los que llamamos"propios", los que pensamos en la vigilia, los proyectos, los planes. Sin embargo, cuanto más decidimos alejarnos del autoengaño, más nos convencemos de que muchas, muchas veces, los sueños nos dirán cosas que no queremos oír sobre nosotros mismos.

Los sueños tienen la intención de informar y de instruir, los sueños hablan, muestran. Un mecanismo similar al dejar ver implícito en la poesía. Suelen, en cambio, estar libres de las ataduras del autor, de las manipulaciones propias de la consciencia; escriben y reescriben solos, nos dicen quiénes somos, lo que queremos, e incluso, por supuesto, todo aquello que despiertos, cobardes como somos, jamás nos atreveríamos a aceptar.

Por eso es saludable prestar mucha atención a los sueños. Dentro de ellos, nuestros secretos más íntimos estarán como en las manos de un gran amigo; uno de esos que, respetando las restricciones propias de esos secretos, cada tanto nos dará un buen tirón de orejas.



El nadador ha pulido
su artesanía de joven felino
para corresponder
a los principios míticos del agua.
La coreografía empieza desde un punto
aéreo, elastizado,
donde el filo del trampolín revela
la soledad de una energía
concentrada en suspenso y en el cielo.

El conjunto se afina hasta crear
una mínima carne liberada
de carga emocional. Ahora solo basta
el pulmón feliz. Suelta su amarra
la tensionada fibra, se desprende, salta
y en rápida parábola
entra como un cuchillo en un reinado lento.

El agua vibra al sol como estrellada.
Convertida en mujer
con un baile en su seno se incorpora
una segunda alegría. El huésped cae
y largamente se demora abajo
como probando
la impune gracia de permanecer
para siempre en la azul profundidad,
palpando sus opciones
y sus posibles sueños venideros.

Pero aquí vuelve, sacudiendo un resto
de ensoñación goteada
a su estado mortal, con paso herido,
al triste error, vacilando
entre rígidos objetos aplastados
y su cuadrado peso.

Joaquín Gianuzzi (1924 - 2004). De Violín obligado

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