Si tenés pensado ver la serie de Netflix The OA o lo has planificado para más adelante, no leas este post. Más allá de ser víctima de los spoilers contenidos en mis comentarios, podrías estar corriendo el riesgo de enamorarte y no zafar nunca más, aunque sepas como saltar en el tiempo.
Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.
(El poema de los dones-Jorge Luis Borges)
Tiene un inicio más bien confuso, y hasta ahora el título no tiene una traducción en palabras, tal vez para evitar develar parte del argumento, lo cual ha generado varias especulaciones; pero podemos adelantar —advertencia mediante— algunas posibilidades. Hay quienes dicen que la expresión OA hace referencia al sonido que produce el alma cuando se dispone a abandonar el cuerpo, un zumbido proveniente del pecho, aunque posterior al momento de la declaración de la muerte. También hay quienes aseguran que son las siglas que señalarían a la protagonista como una especie de ángel primigenio.
Por mi parte, me permito aportar una posibilidad más. Tal vez tenga que ver con algo que el Doctor H.A.P (esto es por las siglas de su nombre), anestesista, arquetipo del científico loco e ideólogo de una serie de experimentos narrados en el nudo de la serie, dice sobre la captación —y posterior interpretación por medio de un software— de un sonido sibilante, una especie de viento agudo, que todos estaríamos en condiciones de escuchar cuando, después de la muerte y al migrar hacia el cielo, la consciencia residual pasa cerca de las capas de hielo y piedra de los anillos de Saturno.
Especulaciones aparte, The OA plantea básicamente una posibilidad que la física moderna no descarta: la existencia de universos paralelos al nuestro, en planos continuos, y la posibilidad de saltar en ellos. Pero ¿por qué deberían existir planos paralelos al nuestro?
Fuera de la física cuántica es una ecuación en principio sencilla: cada vez que tomamos una decisión, cada vez que vivimos una situación determinada o que nos ocurre algo, el sendero de tiempo se bifurca en dos, así existirán ambos: el sendero por el que iremos y el otro, normalmente ignorado. Dentro de la física cuántica, la respuesta tiene que ver, básicamente, con que el electrón es capaz de estar en dos lugares al mismo tiempo por cuestiones relacionadas a su velocidad.
Para decirlo de una forma práctica, ese camino que se ha bifurcado, oscuro, inexplorado pero latente, no es ni más ni menos que aquel que hubiésemos transitado de habernos ocurrido la otra opción. La idea no sería tan difícil de seguir si sólo hubiera dos planos, pero tenemos que entender que a lo largo de una vida los caminos se bifurcarán infinitas veces.
Si hacemos un poco de memoria, nos encontraremos con la expresión de Jorge Luis Borges sobre los senderos que se bifurcan. Esta expresión es utilizada en forma literal por el Doctor H.A.P. en la serie, dando cuenta del grado de alcance de las ideas de Borges en el mundo. Cuestión para nada extraña, si pensamos que el cuento Tlön, Uqbar y Orbis Tertius sirvió como inspiración al escritor Philip Dick para su novela de 1962 El hombre del castillo
Borges fue siempre un microscopista, un desmenuzador de ideas, un enorme lector; sin embargo, con total convicción aseguraba que lo poco que sabía de física se lo había enseñado su padre. No obstante esto, escribió el cuento de los universos paralelos en 1941, mientras que en el año 1971, el físico estadounidence Bryce Dewitt escribió un artículo donde acuña el término "muchos mundos". Se le preguntó si al escribir ese artículo tenía conocimiento de El Jardín de senderos que se bifurcan, contestó que no, que se enteró del cuento un año después, por medio de Lane Hughston, otro físico, perteneciente a la Universidad de Oxford.
A estas alturas, tal vez deberíamos mencionar que para cierta facción de la física moderna cambiar de plano, en términos prácticos, sería algo así como saltar desde el vagón de un tren en movimiento hacia el vagón de otro tren, también en movimiento, ubicado en la vía contigua. Los físicos gustan esgrimir la idea de que si no está prohibido, es obligatorio. Lo que es equivalente a decir, más o menos, que si el cálculo es posible en el formuleo, en algún momento ocurrirá.
Pero volviendo a The OA, hay que aceptar que, a pesar de esta trama compleja, el sentimiento que atraviesa toda la línea argumental es el amor. Prairie es una heroína, emocional aunque equilibrada, honesta, valiente y solidaria con sus compañeros. Pero es movida todo el tiempo por el amor que siente; en principio por su padre, asesinado por el voi (la mafia rusa), después por Homer. Nada la detiene hasta que vuelve a encontrarlo una y otra vez porque, si bien no es una regla general, Prairie conserva la memoria entre dimensiones, con lo cual, arrastra su amor por la misma persona por todo el multiverso. Con tantos detalles, no es del todo claro en un principio, pero el amor es el metamensaje. Está presente en todas sus formas; mutuo, cooperativo, perseverante. En definitiva, posible. Aquí, hasta el villano se hace querer.
La trama principal, debemos decirlo también, se trata de cómo el Doctor H.A.P. durante su ejercicio profesional se obsesiona con la muerte; por eso finalmente selecciona cinco portadores de diferentes dones y a la vez de un mismo don: personas que, una vez fallecidas, han sido capaces de elegir volver; acto seguido los secuestra y los somete a nuevas experiencias cercanas a la muerte para poder saber lo que todos queremos: que hay más allá de esta vida.
Sin embargo, fuera de los cálculos, el grupo deberá prepararse durante largos años para abrir un portal y hacer un salto interdimensional conjunto, posible a través del aprendizaje de un número finito de movimientos, muy precisos, ejecutados de continuo y con el sentimiento correcto, que le serán otorgados uno a cada uno durante el pasaje por las diferentes muertes y que, en el mejor de los casos, después de tanta fatiga física y mental, será la única posibilidad de escapar del cautiverio de H.A.P.
En temporadas posteriores, The OA llegará a plantear un argumento frecuentado por la literatura, las religiones y la ciencia ficción: la posibilidad de que en cada plano ocupado por cada una de nuestras versiones, las personas que nos rodean sean siempre las mismas; una especie de orden original, estático, que se repetirá sin importar en qué dimensión estemos.
Si lo pensamos desde esa perspectiva, lo que en realidad sugiere The OA es la imposibilidad de escapar de nuestro destino ya que, según plantea, una configuración fija nos perseguirá en todos los planos; sufrirá variaciones mínimas, es cierto. Algunas cosas cambiarán, pero básicamente serán las mismas. Así, veremos cómo en cada plano los personajes irán mudando de identidad, de roles, de profesiones, hasta de color de cabello pero, pase lo que pase, hagan lo que hagan, tarde o temprano volverán a encontrarse.
Ficción o realidad, lo cierto es que en general todos vamos por la vida apoyando el dibujito calcado de la infancia para hacerlo encajar con el presente. Aquí tal vez sería oportuno aclarar que, en el caso de Prairie, lo que traerá el dibujo de la infancia será el accidente en el río, y ella intentará salvar a todos cada vez. Por otro lado, podría ser de gran alivio pensar en nuestro propio viaje cósmico, el alma atravesando los anillos de Saturno, sobre todo para los que manejamos seriamente la posibilidad de que después de la muerte no haya absolutamente nada. En este punto toda emoción será correcta.
Ahora bien, en tiempos mentales, de inminente retroceso físico y avance de la razón, The OA es una invitación a conectarse con el cuerpo y su expresión ritual mediante el movimiento. Producto ambicioso si los hay, bajo la consigna de que cuerpo es mente, también ocupa la creencia que a través de nuestra conexión física y emocional con aquellos que amamos todo será siempre posible, incluso burlar el tiempo, incluso reírse de la muerte.
Quien sabe. Tal vez todo tenga que ver con que el amor no es ni bueno ni malo, sucede, pero para su ejecución depende, fundamentalmente, de las circunstancias. En caso de que el destino no nos acompañe, queda en cada uno ahogarlo, enterrarlo, darle la muerte más digna posible; o vivirlo en plenitud y seguir impulsados hacia adelante por su fuerza.
Después de todo, si somos fieles a la trama, la dimensión nunca importa tanto como las posibilidades de ejecución.
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