Pensar es pensar lo pensado



La psicología moderna, en su ensalada deliciosa de filosofía, religiones comparadas, sociología y antropología, nos asegura que la inteligencia, si bien vital para nuestro desarrollo físico y psíquico, no nos pertenece del todo. En uno de sus textos, el psicólogo vasco, filósofo y hermano de la vida Unai Rivas Campo se pregunta seriamente hasta qué punto somos dueños de nuestros pensamientos. 

Parece que ya está demostrado que la inteligencia tal y como la conocemos no resulta algo natural e innato, sino que debe ser inicialmente contagiada de un grupo a otro grupo de humanos, que a su vez hayan sido previamente contagiados por ella. Después será consolidada por cada individuo. Es algo así como un sistema de conducción que opera desde hace milenios. 

Tal vez por eso, cuando tenemos un hijo, así como cuando tenemos un compañero intelectual con habilidades diferentes a las propias, tales como la música o la literatura, —y conectamos con él, por supuesto con el tiempo nos veremos literalmente expandidos por esa relación, porque la inteligencia se contagia. Lo mismo ocurre, decía, cuando nuestros hijos comienzan a pensar como seres adultos, cuando adquieren el sistema de pensamiento de mayor complejidad que el del niño, en su ingreso a la universidad, por ejemplo, cuando se pone en evidencia la capacidad de pensar sus propios pensamientos.

Sin embargo, nos advierte Campo en su artículo, la mente omnipotente, cada vez más sesgada de la sabiduría elemental del cuerpo, no entiende prácticamente nada de equilibrios. Solo basta mirar un río, los experimentos con energía nuclear, el hambre mundial, o a una persona con ataques de pánico, para darnos cuenta que la inteligencia es capaz de pervertir todo aquello que toca. Adentro o afuera de nosotros, da igual. Como sea, tarde o temprano, ensucia.

Pero volviendo al pensamiento ¿somos o no dueños de lo que pensamos?

Estrictamente no. En realidad nuestros pensamientos son los que surgen del entorno porque hemos sido contaminados, esto es, creemos que pensamos por nosotros mismos pero desde pequeños somos inducidos a pensar dentro de la estructura endogámica a la que pertenecemos y que normalmente se conoce con el nombre de familia. Básicamente, nos alimentamos del intelecto de nuestros padres que ha sido alimentado, a su vez, la mayoría de las veces de forma endogámica también, por el intelecto de nuestros abuelos. Somos nada más y nada menos que construcciones, esto es, una mezcla de costumbres y moral impuestas que perduran en el tiempo.

De hecho, si lo analizamos, concluiremos que la mayor parte de las personas que conocemos no piensan, son pensadas. 

Pero ¿todos somos seres dominados por una serie de ideas auto organizadas ajenas a nuestros intereses y pensadas por otros? No. Pues si bien los pensamientos no son algo propio, lo que sí podemos hacer es apropiarnos de ellos. Apropiarnos y derivar. Parafraseando a Sartre: somos lo que hacemos con lo que han hecho otros de nosotros.

Históricamente la función de los distintos rituales religiosos era la de ejercer dicha apropiación. Cuando todavía hoy un hombre se entrega a Dios —y podemos cambiar si queremos la palabra Dios por Amor, Arte o cualquier etcétera—  lo que en realidad está haciendo es renunciar a la omnipotencia de su ego, de su mente, reencontrándose con su medio natural.

Dios está hoy muy lejos, demasiado. Ha nacido y ha muerto; ya no podemos regresar atrás. Sin embargo, hay otros espejos, así como existen siempre otros caminos. Hacernos cargo, estar atentos, ser libres, aunque más no sea de ese modo, es lo que nos queda. Registrar y conquistar nuestros pensamientos sin dejar de escuchar el cuerpo es ver en el espejo de nuestros dioses. Somos dioses, somos cuerpo, somos capaces de pensar, y de pensar lo pensado. 

Es cuestión de estar atentos a nosotros mismos, aceptar lo que nos pasa adentro, mirarnos desde adentro, tomar decisiones y asumir las consecuencias, despegándonos del pensamiento y las opiniones del entorno. En definitiva, es cuestión de construir una historia que sea propia.

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