Ciudades enteras devastadas, cuerpos apilados y ratas. Muchas ratas. Literalmente, la peste negra diezmó la población de Europa y Asia. Una sola enfermedad que finalmente dejó millones y millones de muertos en el mundo.
El doctor seguía mirando por la ventana. De un lado del cristal el fresco cielo de la primavera y del otro lado la palabra que todavía resonaba en la habitación: la peste. La palabra no contenía sólo lo que la ciencia quería poner en ella, sino una larga serie de imágenes extraordinarias que no concordaban con esta ciudad amarilla y gris, moderadamente animada a aquella hora, más zumbadora que ruidosa; feliz, en suma, si es posible que algo sea feliz y apagado. Una tranquilidad tan pacífica y tan indiferente negaba casi sin esfuerzo las antiguas imágenes de la peste. Atenas apestada y abandonada por los pájaros, las ciudades chinas cuajadas de agonizantes silenciosos, los presidiarios de Marsella apilando en los hoyos los cuerpos que caían, la construcción en Provenza del gran muro que debía detener el viento furioso de la peste. Jaffa y sus odiosos mendigos, los lechos húmedos y podridos pegados a la tierra removida del hospital de Constantinopla, los enfermos sacados con ganchos, el carnaval de los médicos enmascarados durante la Peste negra, las cópulas de los vivos en los cementerios de Milán, las carretas de muertos en el Londres aterrado, y las noches y días henchidos por todas partes del grito interminable de los hombres. No, todo esto no era todavía suficientemente fuerte para matar la paz de ese día. Del otro lado del cristal el timbre de un tranvía invisible resonaba de pronto y refutaba en un segundo la crueldad del dolor. Sólo el mar, al final del mortecino marco de las casas, atestiguaba todo lo que hay de inquietante y sin posible reposo en el mundo.
Albert Camus. La peste.
La peste negra se inició en Asia. Los primeros reportes datan del año 1320, en la zona del Desierto de Gobi, el lugar por donde pasaban las caravanas de La ruta de la seda. En 1331 llega a China, después de una serie de inundaciones que propiciaron la aparición de roedores. En 1338 llegó a Rusia.
Se considera que el inicio de la epidemia propiamente dicha fue a partir del año 1346. Comenzó en la antigua ciudad de Caffa, hoy conocida como Teodosia y étnicamente rusa, situada en las costas del Mar Negro. Ese año la ciudad fue asediada por un ejército de bárbaros tártaros. Carentes de milicia, pacíficos y poco preparados para luchar, los habitantes de Caffa encontraron como única opción resistir el ataque.
Sin embargo, todo cambió cuando una enfermedad misteriosa comenzó a afectar al ejército invasor. Después de algunos días había cada vez más y más soldados muertos. Hábiles observadores, los invasores concibieron una idea tan innovadora como perversa: utilizar las catapultas de ataque bélico para arrojar a sus muertos dentro de las murallas de la ciudad.
Es el primer ejemplo de utilización de armas biológicas en la historia.
Así es como la enfermedad se propagó también entre los residentes de Caffa, con gran rapidez aumentó el número de víctimas dentro y fuera de la ciudad. Eso y las ratas. La desesperación era tal que muchos comerciantes genoveses, que tenían allí su colonia comercial, decidieron emigrar del país y zarparon en barcos hacia la Italia natal; sin imaginar que la muerte ya viajaba con ellos.
La historia considera que la edad media comenzó en el siglo V y terminó en el XV, duró aproximadamente mil años. La peste se desarrolló en el período conocido como baja edad media, que comenzó alrededor del año 1.000.
Los historiadores gustan comparar esta época con la representación bíblica de los Cuatro jinetes del apocalipsis:
El primer jinete representa el hambre. A principios del siglo XIV, el cambio climático hizo que el invierno fuera más frío y el verano más lluvioso durante algunos años, eso redujo considerablemente la producción de granos en el continente, esto provocó que el alimento se convirtiera en un bien tan preciado como escaso. Los más pobres murieron de hambre. Este período se conoció como La gran hambruna y se estima la muerte de entre el 10 y el 15% de la población total de Europa.
El segundo jinete es la guerra. En este período ocurrió la famosa Guerra de los Cien Años. Por más de un siglo, miles de soldados de Francia e Inglaterra se mataron, día tras día, porque el vencedor ocuparía el trono francés.
El tercer Jinete es la enfermedad; es decir, la peste negra, que en ese período mató más de veinte millones de personas.
Este fue, sin dudas, uno de los períodos más oscuros de la historia de la humanidad; pobreza, guerra, miseria, hambre, intrigas políticas, asesinatos.
El cuarto Jinete es el que reúne a todos los otros: la muerte.
En retrospectiva, de este mundo alejado de la aventura épica y romántica que nos contaron, de esta pesadilla interminable, los sociólogos dicen que parte del problema fue que era una época donde las nociones de sanidad modernas eran completamente desconocidas.
La vida era extremadamente difícil. Era habitual que los pobres vivieran en chozas de un solo cuarto, húmedo y oscuro, donde también se cocinaba, se dormía y se almacenaban la comida, los animales y la basura. Toda la familia dormía amontonada junto a los perros, sobre camas hechas con paja, para poder resistir mejor las condiciones adversas del invierno.
En las grandes ciudades la vida era aún más caótica; no existían los sistemas de drenaje ni de alcantarillado, con lo cual, todo estaba sucio y mojado. La gente se amontonaba en las calles en busca de mercancías; caminaban sobre la basura y en las mismas calles comían y dormían. No había preocupación alguna por la limpieza o la salud, porque todavía no había sido necesario. Era un hábito comer con las manos sucias, e incluso no cambiarse de ropa y no bañarse durante años.
La peste negra fue también conocida como peste bubónica. Después de la batalla de Caffa se extendió rápidamente por todo el continente. Los científicos afirman que entre 1347 y 1352 mató entre 15 y 23 millones de europeos. Fue el período más violento de la enfermedad que finalmente provocó en el mundo, a lo largo de los años siguientes, entre 75 y 200 millones de muertes.
Hoy sabemos más. La ciencia ha identificado el bacilo y nos asegura que una sola bacteria es la responsable de tanta muerte. El pequeño responsable es conocido con el nombre de yersinia pestis. Tal es su nomenclatura, hasta hoy definitiva. Fue descubierta en forma independiente y casi simultánea por los especialistas en bacteriólogía Kitasato Shibasaburō y AlexandreYersin, colaborador a su vez de los doctores Louis Pasteur y Robert Coch.
Es una bacteria evolucionada de otra, la yersinia pseudotuberculosis. Lo que ocurrió entre ambas fue una serie de mutaciones, durante miles de años.
La infección más común por pestis es la peste bubónica, fue llamada así a causa de los bubones, es decir, tumores ganglionares inflamatorios, que se desarrollaban en los infectados alrededor de los ganglios linfáticos principales -comunmente en la zona de la ingle, el cuello y las axilas- esto venía acompañado de fiebre alta, escalosfríos, debilidad muscular y agudos dolores de cabeza.
A medida que la bacteria logra reproducirse en el organismo, el sufrimiento del paciente aumenta considerablemente. Los bubones pueden llegar a tener el tamaño de una manzana, transformándose en heridas llenas de pus. Son tan característicos y tan impresionantes, que los habitantes de la edad media identificaban la enfermedad a causa de estos.
Otro síntoma característico de la enfermedad primitiva era el ennegrecimiento de la piel en las extremidades distales, los dedos de manos y pies, y la posterior gangrena.
Gracias a la microbiología, hoy se sabe que también existen otras formas de manifestación de esta misma bacteria, como lo son la peste pulmonar, que afecta al sistema respiratorio, provoca tos y expectoración en el enfermo, lo cual favorece el contagio por flügge (gotas de saliva); o la peste septicémica, que afecta al torrente sanguíneo hemolizando los glóbulos rojos, lo que generaba las zonas negras en la piel. Ahora bien, tanto la forma septícémica como la respiratoria no dejan sobrevivientes.
La bacteria vive dentro de un tipo de pulga, la chenopsylla cheopis, que infecta a los roedores salvajes, y que a su vez inocula el bacilo al ser humano mediante la picadura, aunque hoy se maneja la teoría de que en la Edad Media hubo otro vector simultáneo, el piojo humano.
Se cree que solo Islandia y Finlandia se salvaron del contagio, debido a las bajas condiciones de humedad y a las extremas temperaturas invernales. En Europa, los brotes posteriores de peste hicieron que la recuperación demográfica fuera imposible hasta un siglo después.
Los salarios aumentaron notablemente porque era muy difícil conseguir mano de obra, mucha gente emigró del campo a la ciudad para mejorar sus condiciones de vida, a la vez que muchos campesinos pobres tuvieron la posibilidad de apropiarse de tierras cercanas aún cultivables que, sin dueños ni herederos, estaban deshabitadas.