Sobre la ética del soldado (y del amante)


Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra.
Nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.

(Jorge Luis Borges)

 

Tal vez la fuerza primitiva más pura (y la más indescifrable que nos habita) sea el deseo. Saber el deseo, encaminarse hacia él, quizá echarle una mirada, desviarla siquiera hacia ese sendero velado y fangoso que nos impulsa y nos nombra, y que nos abre los brazos, ya es parte de reconocerlo. Es un inicio.

Después viene la ética. Ser ético con el deseo es ser capaz de seguirlo, aunque más no sea tímidamente, despacio. Pero sin asustarse. Aún en la incertidumbre. Y eso que la incertidumbre asusta, y vaya que lo hace, pero hay que resistir. Resistir sin borronear. Porque el deseo es de hecho, igual que el amor, una experiencia con la incertidumbre. 


El amor es algo insoportable. Quien ama enseguida empieza a tener miedo de perder al otro y, si éste está en otra parte, puede que el amante tenga celos o, para ser más simple, que no se pueda poner contento por aquel a quien ama. 

El amor, entonces, lleva a cierta hostilidad, a querer que al amado le vaya eventualmente mal, para que nos necesite, para que vuelva. El amor hunde sus raíces en el odio. Se ama con un poco de odio, y eso no significa ser una persona cruel. 

Los amantes no son generosos de forma espontánea, tienen que hacer un esfuerzo enorme para serlo. A veces hacen escenas: de abandono, de indiferencia, de orgullo. Pero el punto es otro, no cuan patéticos y ridículos podamos ser cuando tenemos vergüenza de esa hostilidad, sino cómo responde el amado a ese juego, a ese escándalo. 

Hoy me llama la atención ver que prima una respuesta: "Eso es mambo tuyo, manejalo vos" Ese es el individualismo menos amoroso del mundo, porque es un individualismo culpabilizante. Es como decirle: "vos te enganchaste conmigo, ahora jodete" Y ser amado es en realidad una gran responsabilidad, es incluso estar ofrecido a la venganza; pero aún así, si el amado puede devenir amante ¿qué otra cosa podría hacer sino soportar ese amor transido de hostilidad? Quien te ama te hace alguna, es inevitable. 

En vez de rechazar podríamos hacer un poco de empatía con eso de que el otro no nos desea siempre el bien. Tampoco es tan grave. Que no te deseen el bien es la forma más básica del deseo. Quienes son solamente amados son traicionados. Quienes son solamente deseados son destruidos. Entonces no puede estar tan mal un poco de hostilidad para curarse de la traición con pequeñas venganzas, y de la destrucción con enojos y reproches eventuales. 

¿Qué es esta moda individualista de decirle al otro "jodete", "eso es mambo tuyo", "no te enganches conmigo"? ¿Estamos pidiéndole al otro que se olvide que nos ama? Esto no tiene que ver con la violencia, aclaro. Son los amores que buscan evitar el conflicto los que tienen retornos violentos, así como los deseos que intentan ser puros conducen a las peores maldades. Banquemos la tensión, la incertidumbre, porque hacerlo sin paranoia, sin ser expulsivos con el otro, es el verdadero desafío.

Luciano Lutereau


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