De conscientes e inconscientes


La psicóloga suiza Marie Louis Von Franz nos advierte en su libro:


La conciencia es esencial para el inconsciente

Creo que todos sabemos que a continuación va a decir algo poderoso. Y ella aclara después: "porque sin la consciencia el inconsciente no puede vivir". La conciencia es, sobre todo, un buen canal de comunicación a través del cual el inconsciente puede fluir siempre que el individuo tenga una actitud doble, paradójica -sigue- entonces el inconsciente puede manifestarse, y se puede (acá viene lo bueno) evitar el endurecimiento de la actitud consciente que va en contra del inconsciente, lo que significa siempre una escisión en la personalidad, incluso en la civilización entera.

Si uno tiene una actitud consciente que está dispuesta a aceptar el opuesto, a aceptar el conflicto y las contradicciones, entonces se puede conectar con el inconsciente.  Eso es lo que siempre deberíamos intentar lograr. Producir una actitud consciente con la cual se pueda mantener abierta la puerta, lo que significa que uno nunca debe estar demasiado seguro de sí mismo ni de que lo que dice sea la única posibilidad; nunca se debe estar demasiado seguro de una decisión. Se ha de tener un ojo y un oído abiertos para lo opuesto, para la otra cosa. Esto no significa debilidad, ni incapacidad de defenderse. Significa actuar de acuerdo con la propia convicción consciente, pero teniendo la humildad de mantener la puerta abierta a riesgo de que a uno le demuestren su error. Esa sería la actitud de una consciencia en contacto viviente con el otro lado, el lado oscuro. Esta sería una actitud flexible frente al error. 

Según Von Franz, la conciencia tiende siempre a ser unilateral y a estar segura de sí misma, y eso va en desmedro del misterio de la vida. Pero la conciencia puede tener la doble actitud, y entonces ilumina el misterio de la vida, en vez de dañarlo. La actitud humilde que mantiene siempre la puerta abierta es la aceptación necesaria del hecho de que uno puede equivocarse, en lo moral, en lo científico, en lo que sea, o de que uno puede saber hasta cierto punto, pero sin estar seguro, y que incluso la mayor de las certidumbres puede no ser más que negativa, o sólo algo verosímil de acuerdo con lo cual actúo. Lo que se requiere es una actitud consciente conectada con la actitud religiosa, prestar siempre humilde y cuidadosa consideración al factor desconocido, o sea, decir: «Creo que esto es lo que corresponde hacer», y seguir atento a cualquier signo que nos advierta que no lo hemos tenido todo en cuenta.

Este mundo casi nos obliga a pensar lo menos posible, a tomar las decisiones correctas; nos quiere adocenados, en serie, acordes, nos pone reglas; la consigna es hacer lo que se debe hacer, y como si eso fuera poco,  estar seguros de eso, a ser seguros de nosotros mismos o por lo menos a mostrarnos frente a otros como si lo fuéramos. La psicología, sin embargo, nos aconseja todo lo contrario, permitir siempre la duda. Es que muchas veces desde el sótano viene la luz.



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