La violencia de la positividad




Nos quieren realistas y prácticos, no hay duda. Porque un ente socialmente práctico es productivo, productivo es consumista. Consumidores, masificados e individualistas. Y en lo posible, poco contemplativos. La vita contemplativa presupone una determinada "pedagogía del mirar", que se aleja del consumo.

En su libro La sociedad del cansancio, el filósofo sur-coreano Byung Chul Han obtiene un paralelismo interesante entre Sociedad e Inmunología. Considera que en un sistema dominado por lo idéntico, solo se puede hablar de defensas en sentido figurado; lo idéntico, para la biología molecular, nunca genera anticuerpos, no produce resistencia; solo se rechaza, solo se defiende uno de la otredad, frente a lo extraño. Sólo lo extraño, lo otro, nos amenaza y nos transforma. 

Se impone así una de las formas de violencia contemporánea: la violencia de la positividad, de la sobreabundancia, de la superproducción, que es a su vez la violencia del control y la disuasión. Es que la violencia de la positividad actual no presupone ninguna enemistad, justamente se propaga sobre una sociedad pacífica y permisiva que quiere "conseguir cosas", cualquiera sea el precio. 

Han sostiene que la sociedad disciplinaria de Foucault, como tal, ya no tiene sentido de ser analizada simplemente porque ha mutado, hemos cambiado las unidades de disciplina por gimnasios, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios de genética. Ahora somos una sociedad del rendimiento: producir, obtener, lograr, conseguir, encontrar: todos verbos positivos. Hemos dejado atrás incluso el negativismo de ciertas palabras como No poder, proveniente de la prohibición o Deber inherente a la obligación. Ahora, al ser sujetos más que nada rendidores, el verbo modal positivo que se corresponde con el nuevo paradigma es el verbo Poder, sin límites, y su plural afirmativo Yes, we can. A una sociedad disciplinaria la rige el No, su negatividad genera locos y criminales. La sociedad del rendimiento, en cambio, genera depresivos y fracasados. 

Y vaya si la positividad es eficiente, el sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo que el sujeto de obediencia. Sin embargo, el poder no anula el deber, el sujeto de rendimiento sigue siendo un sujeto disciplinado. Los psicólogos sociales aseguran que no ha habido ruptura entre deber y poder sino continuidad, y que el individuo moderno depresivo se caracteriza por un único pensamiento: "Nada es posible" se dice a sí mismo. Esa idea en su cabeza solo puede venir de una sociedad que tiene como norma creer que ya "Nada es imposible". Creer que todo es posible genera en este sujeto, cuando no consigue lo que desea, tan solo autoagresión.  De ese modo, la depresión es una enfermedad que sufre una sociedad con exceso de positividad.

Escuché varias opiniones sobre Han, algunas hablaban de una crítica moral excesiva sobre la sociedad actual; sin embargo, no pude dejar de  pensar todo el libro como una gran advertencia, una invitación a ver qué nos pasa aquí y ahora. Y al final me quedé con una frase de Chomsky: 


El intelecto y la disidencia van siempre de la mano.







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