A writer is essentially a spy.
(Anne Sexton)
Los campos de la oscuridad son el lugar
donde mejor se ve
(Juan José Saer)
La frágil frontera entre los géneros y ese lugar secreto de donde surge la voz que nos habita y se expresa deben ser los espacios más explorados y controversiales rumiados por los escritores. Es cierto que gran parte del hombre es expresión de sí mismo, y que la expresión adopta muchas veces caminos misteriosos; pero es posible que la inquietud, la angustia, el deseo de saber sean el andamio que la sostiene.
La inquietud por sentirnos atrapados en un mundo que nos habita. La angustia por estar gobernados por leyes que no son propias. El deseo de ir más allá de lo aparente, hacia la verdad última. Después está El Tiempo, por supuesto. El tiempo que nos tiene.
Pero ¿por qué nos golpea una obra de arte? ¿Por qué un cuerpo, una escena, un cuadro, un texto o unas simples formas nos arrancan un suspiro? ¿Por qué la respiración se detiene un instante o el corazón se agita? ¿Son acaso indicios físicos de la presencia de la belleza? ¿Somos todos vulnerables a ella?
Lo cierto es que la belleza es una zona indeterminada, una oscuridad inexplicable. Buceamos en ella, expuestos a su influjo sin entender demasiado de qué va:
Tengo para mi que la belleza es una sensación física, algo que sentimos con todo el cuerpo. No es el resultado de un juicio, no llegamos a ella por medio de reglas; sentimos la belleza o no la sentimos.
Jorge Luis Borges
Alexandr Blok sostuvo que el poeta crea armonía partiendo del caos. Pushkin, en cambio, gustaba de atribuir al poeta dones proféticos. Cosa que descreo. Lo concreto es que el camino de cada creador está determinado por subjetividades y leyes que carecen de valor para otros artistas, aunque sirvan de guía.
¿Pero qué búsqueda nos une?
Tarkovski balbuceó algunas respuestas posibles a toda esta confusión. Habló del arte como un anhelo de ideal. En algún punto del libro Esculpir en el tiempo intentó reconciliar arte y ciencia, dos espacios que pueden hoy pensarse como irreconciliables, aunque no tanto si nos remitimos a la alquimia, una de las principales precursoras de las ciencias modernas:
El arte y la ciencia son, por tanto, formas de apropiarse del mundo. Formas de conocimiento del hombre en camino hacia la verdad absoluta. Son dos expresiones del espíritu humano creador: descubrir y crear. Pero hay una diferencia fundamental entre la forma científica y la forma estética de conocer: en el arte, el hombre se apropia de la realidad por sus vivencias subjetivas; en la ciencia, el conocer humano sigue los peldaños de una escalera sin fin en la que siempre habrá conocimientos nuevos enlazados a conceptos anteriores. Es un camino gradual, con ideas que se van sustituyendo unas a otras en secuencias lógicas, por conocimientos que intentan ser objetivos y más detallados. El conocimiento y el descubrimiento artísticos surgen cada vez con una imagen nueva y única del mundo, como un jeroglífico de la verdad absoluta, se presentan como una revelación.
El escritor argentino Juan José Saer, desmistificador compulsivo del mito de Borges, profesor en la Universidad de Letras de Argentina y de Francia, se acerca en su planteo al interrogante más valioso del poeta: cómo pueden existir estos "signos incomprensibles" que vertidos en el papel son para algunos el canto de las sirenas, la música de las estrellas.
El arte de narrar
Ahora escucho una voz que no es más que recuerdo. En la
hoja
blanca, el ojo roza la red negra que brilla, por momentos,
como cabellos inmóviles contra la luz que resplandece,
tensa,
al anochecer. Escucho el eco de una palabra que resonó
antes que la palpitación del oído golpeara, y se estremece
la caja roja del corazón simple como un cuchillo. ¿No hay
otra cosa que días atravesados de violencia sutil, detención
abierta hacia momentos más blancos que el fuego? Está el
rumor
del recuerdo de todos que crece —el resonar de pasos
sobre caminos duros como planetas que se entrecruzan en
regiones reales—
con el mismo rumor inaudible de los cuerpos que se abren
y de la lluvia verde que se abre imposible hacia un árbol
glorioso. Nado
en un río incierto que dicen que me lleva del recuerdo a la
voz.
Juan José Saer (1937-2005)
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