Ella


Ves la muerte. Te acerca una mano silenciosa. Sentís la suavidad premeditada. Ahora se te ocurre, tanto tiempo después. Entonces no pensaste en la muerte. No tenías miedo de morir. Sin túneles y en la inconsciencia las voces se oyen lejanas. Es un irse y volver, como de olas. Inconsciencia y los años de por medio. Para contar lo que pasó, tiempo. Ella te agarra de la mano, no sospechás quien es. No te aterroriza, no hay un sexto sentido que te alerte como en el cine. 
La muerte no es fría, no es vieja, no se viste de negro, quién dijo.
Te acuna con su propia voz oscura y suave, como de madre que canta a un niño que va a dormir. Está oscura la voz porque el tono se suaviza para cantar así, se baja. Se rehuye la estridencia, cualquier madre lo sabe. Después lo hiciste tantas veces, tantas que perdiste la cuenta.
Muchas horas te sostuvo así, con su amor de madre muerta. Y vos te dejaste. Te acompañó y entonces no sabías. Si hubieras sabido, quizás, no te hubieras quedado tan muda y tan dormida. Es que así funciona a veces, sin anuncios la muerte. Viene, se va, y no se lleva nada. Puede parecer que esto se trata de muerte, pero se trata de vida. Aunque ya nada te ponga a salvo de su voz. Su voz de madre que todavía te dice al oído que el verdadero poder está en las emociones.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario