Animus



Los surcos de la razón rellenos con la sustancia viscosa del amor. Un amor vivo el hombre que te okupa, como una maldición. Un ser múltiple, oculto entre las sombras. Lleno de rostros diferentes. Los mil nombres del diablo y uno más, que te condena en silencio por las dudas. Está tallado a cuchillo en el revés de tu pecho. Viene en largo viaje, desde el fondo de la inconsciencia misma. Cupido y sus vagas nociones de artesano. El hombre que se oculta adentro tuyo se arrastra entre los días. Vuela contra el eje de rotación de la tierra, como Superman. Pero tiene algo de monstruo y un poco de villano. Lo sabés. Boca de fuego, ojos de rayo láser. Poderes exquisitos, no se le pueden negar. Ensimismado mora a kilómetros de la superficie de sí mismo, lejos de todas las cosas. Es que la invisibilidad es un don, señores. Y es que en esta casa del árbol en la que habitan hay mil trazas concretas de ingenuidad, y en su tronco leñoso palpita un corazón dibujado con dos nombres. Es el refugio de un niño dormido. Y es que el amor derriba a golpes todo escenario posible. Es el residuo pegado en la base del frasco, cuando ya no queda nada. Es la mueca que habita escondida debajo de la máscara, está en cada cicatriz. Es el rugido del mar. El amor es postcrucifixión.

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