Piras para Bienalsur* |
Necesito alguien que me emparche un poco
y que limpie mi cabeza;
que cocine guisos de madre, postres de abuela
y torres de caramelo.
(Charly García)
Dice otras sandeces tales como: y que me quiera cuando estoy/cuando me voy, cuando me fui/y que sepa servir el té, besarme después/y echar a reir/ y que conozca las palabras/ que jamás le voy a decir. Es cierto, Charly las quiere todas para él.
Imagino que algo de este tenor, hombres definiendo la femineidad, una suma de tonterías populares, en apariencia inofensivas (sólo en apariencia), debe haber hervido junto a muchas otras cosas de su vida íntima en el cerebro de Virginie Despentes para generar una escritura provocadora y reactiva:
Queremos ser mujeres decentes. Si la fantasía aparece como un problema impuro y despreciable, lo reprimimos. Nenitas modelo, angelitos del hogar, buenas madres, construidas para el bien del prójimo, pero no para conocer nuestro interior. Estamos formateadas para evitar entrar en contacto con nuestro lado salvaje. Antes que nada, tenemos que adaptarnos a la conveniencia del otro, pensar primero en la satisfacción del otro.
Sí, Virginie Despentes escribe. Escribe y ensaya -sin saberlo- un nuevo manifiesto feminista. Por lo menos eso dicen algunos críticos acerca de su libro de 2006, titulado King Kong théorie. Al que muchos consideran un ícono de la tercera ola del movimiento feminista.
Esta modernidad y su deseo de etiquetarlo todo le han llamado "postfeminismo".
Allí, Despentes ha querido ensayar un texto de características autobiográficas. Es un intento por desterrar con argumentos simples el mito de la mujer considerada "socialmente atractiva". Esto es, una mujer capaz de seguir su deseo aunque casualmente haga todo, pero todo, lo que la sociedad y la norma esperan de ella; en pocas palabras, hace todo bien. Encarna de esta manera el modelo actual de la "mujer perfecta".
¿Perfecta para qué?
Y como si eso fuera poco, y como también los modelos ideales cambian, ahora la mujer ideal ¡es feminista!. Si bien nadie puede considerar negativo el hecho de que el feminismo se haya instalado en los hogares, en el sentido común y se haya vuelto una especie de "moda", no es suficiente. No podemos quedarnos en eso; es una vulgaridad pulida, superficial. Más propia de la modernidad, que todo lo alisa, allana y simplifica, que del pensamiento crítico. Y Despentes lo supo.
Entonces, se hizo espacio para cuestionar con su escritura algunos de los tabúes clásicos del feminismo blanco liberal, como la infidelidad, la poligamia, la prostitución, la transición de género e incluso la homosexualidad. Porque el feminismo blanco, el feminismo académico, suele creerse incuestionable.
Sin preámbulos, después se mete de lleno con los hombres; también con ellos. Y con la significativa carga que portamos todos por el solo hecho de tener que representar los estereotipos, de masculinidad, de femineidad:
(...)
Estar acomplejada, he aquí algo femenino. Eclipsada. Escuchar bien lo que te dicen. No brillar por tu inteligencia. Tener la cultura justa como para entender lo que un presumido tiene que contarte. Charlar es femenino. Todo lo que no deja huella. Todo lo doméstico se vuelve a hacer cada día, no lleva nombre. Ni los grandes discursos, ni los grandes libros, ni las grandes cosas. Las cosas pequeñas. Las monadas. Femeninas. Pero beber: viril. Tener amigos: viril. Hacerse el payaso: viril. Ganar mucha pasta: viril. Tener un auto enorme: viril. Comportarse, no importa cómo: viril.
El libro examina también ciertos aspectos de la realidad que escritores de la talla de Franz Kafka inspeccionaron antes: el vínculo indisoluble que existe entre la ley, el orden y el sistema capitalista. Un sistema que excluye, porque hay los que hacen el mal pero lo llaman progreso.
Aunque no puede plantear una estrategia de acción colectiva, por lo menos se mira a sí misma, se anima a la pregunta, nos incita a indagar, nos sugiere considerar otra vez las cosas, reflexionar acerca de cómo y por qué todas las prácticas ilegales coexisten siempre con las prácticas legales casi en un equilibrio caprichoso que las regula. A modo de ejemplo podemos considerar la moral burguesa, que observa con indignación la prostitución que ellos mismos consumen.
Al igual que lo hiciera la antropóloga argentina Rita Segato en varias de sus conferencias, Virginie Despentes hace notar el marcado desierto teórico que nos habita, que habita la actualidad en la que vivimos y a este humano moderno, sobre todo en lo que respecta al feminismo. Las dos autoras coinciden en declarar a esto una estrategia del status quo para mantener nuestros cuerpos aún más dóciles de lo que ya son, más convencidos, disciplinados y familiares, adocenados; eso sí, bien educados en la eficacia y el rendimiento.
Lo más trágico de todo esto es que las leyes, pero también las normas sociales, las prácticas y las buenas costumbres, no sólo nos dicen qué hacer, sino también cómo y con quién. Día tras día, desde los medios, nos bombardean el sentido común, con canciones, publicidades, comentarios, cine; ideas implantadas, heredadas, impropias. Así es como se asegura el mantenimiento de las "prácticas normales", siempre a salvo de las nuevas miradas críticas generacionales.
En esto, Despentes como tantos otros evocará el pensamiento de Michael Foucault: la modernidad hablará mucho sobre sexo, todo el tiempo; el sexo ya no será tabú. Sin embargo, nos dirá cómo y con quién hacerlo.
(...)
Escribo desde la fealdad; para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal cogidas, las incogibles, las histéricas, las tontas. Todas las excluidas de ese gran mercado de las "chicas buenas".
Empiezo por acá para que las cosas queden claras: no me disculpo por nada, no vengo a quejarme. No cambiaría mi lugar por ningún otro. Porque ser Virginie Despentes me parece un asunto muy interesante.
(...)
Porque el ideal de la mujer blanca, seductora pero no puta, bien casada pero no en las sombras, trabajadora pero no exitosa, para no "aplastar" a su hombre; delgada, pero nunca obsesionada con la alimentación, que parece indefinidamente joven pero nunca se dejaría desfigurar por la cirugía estética; madre realizada, pero no desbordada de pañales y tareas del colegio; buena ama de casa pero nunca sirvienta; cultivada pero menos que el hombre que tiene en casa. Esa mujer blanca, feliz, que nos ponen por delante de los ojos, esa, a la que deberíamos hacer el esfuerzo de parecernos, no me la he encontrado jamás, en ninguna parte. Y es muy posible que no exista.
Ese estar fuera de concepto, esa sensación de extranjeridad que no nos abandona, además de ser incómoda nos hace invisibles, es cierto. Sin embargo, también nos hace auténticos, únicos, nos permite crecer ejerciendo nuestra singularidad, nuestra voluntad.
Así nos quieren, así nos cultivan: iguales, normalizados, cuerpos y mentes dóciles, que se repetirán incansablemente hasta que entendamos que todo lo ideal tiene olor a caca, que la perfección es una ilusión; o que, en todo caso, no depende de la norma.
*A cargo de los artistas argentinos Malena Pizano, Hernán Soriano, Laura Códega, Piras es la denominación de una exposición que fue especialmente desarrollada para Bienalsur y el Parque de la Memoria, se remonta a una investigación sobre los orígenes de la figura de la bruja, sus repercusiones en América del Sur y como afecta el presente. En el espacio expositivo se erigen diferentes piras como situaciones diseñadas para provocar el pensamiento crítico y autónomo, y cuestionar el canon reinante de la narrativa.
Que bueno que viniste....!!
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