Informe sobre mudos


-El ruido generado por el choque de los cuerpos. Escultura. Jorge Marín.-


El pensador alemán contemporáneo Boris Groys advierte en uno de sus ensayos que todo lo que proviene de internet, debido a su marco informacional pre conceptualizado, es tomado por los individuos como cierto; toda investigación, toda consulta, apenas si admiten una pizca de duda. En definitiva, tendemos a internalizar como hechos verdaderos todo que miramos en la red.

Ineficiente es el poder disciplinario -escribe por su parte Byung-Chul Han en su libro de 2014 titulado Psicopolítica- porque con gran esfuerzo encorseta a los hombres de forma violenta, con preceptos o prohibiciones. Radicalmente más eficiente es esa técnica sutil del poder que cuida que los hombres se sometan a sí mismos, por voluntad propia, al entramado no menos sutil de la dominación. En esto coincide con Foucault.

Ahora las nuevas formas de poder quieren activar, motivar, optimizar y no obstaculizar y someter. Así es cómo, bajo una apariencia inofensiva, el poder somete. Su particular eficiencia se debe a que no actúa a través de la prohibición y la sustracción de libertades, actúa bajo la apariencia de libertad, una libertad ilusoria, por supuesto.

Así es como las nuevas formas del poder no reprimen, se ocupan de complacer y colmar. Vaya estrategia: complacer, colmar, dar la razón; nos llenan de información: una multiplicación inapelable de estados, imágenes, sensaciones; risa, llanto, siempre transparentes. Sin espacio para la negatividad, apuestan a la reacción, al efecto inmediato.

En este contexto, ya podemos concluir que en lugar de hacer seres sumisos el nuevo poder deberá lidiar con seres más bien dependientes. La mal llamada “libertad individual”, que hoy adopta una forma excesiva, expositiva hasta lo pornográfico, no es en último término otra cosa que el exceso del capital.

Y tan coercitiva es esta transparencia social, que quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace cargo de la responsabilidad y se avergüenza. Individuos con alto intelecto y bajos salarios, individuos "fracasados", individuos enojados. Seres que en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema y su contexto se culpan a sí mismos. En esto consiste la inteligencia principal del régimen neoliberal, es un sistema altamente selectivo, de exclusión. Un sistema que decide entre "gente que sí" y "gente que no".

Procurar que no surja resistencia es, sin lugar a dudas, la mejor estrategia del poder. Inocentes todos, destinados al sacrificio, cuerpos y mentes dóciles, mientras la vida se nos pasa y aun así conservamos una inusitada mansedumbre en la mirada.




                                                                               Ves: el río de los muertos lleno de mariposas.  
                                                                  Ves: la vida liberada de la cárcel de la necesidad.               


                                                                                      
(Horacio Castillo)


Tren de ganado


Somos inocentes, gritábamos desde los trenes. 

¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos? 
Asomados por el tragaluz mirábamos la inmensa llanura. 
De pronto un mugido nos traía el recuerdo de Ifigenia 
y volviéndonos hacia nuestros hijos los apretábamos contra el pecho. 
¿Qué es aquello? El sol. ¿Qué es aquello? Una nube. 
Habíamos olvidado el color del mar, el olor de la lluvia. 
Los que sabían de estrellas habían olvidado sus nombres 
y les dábamos los nombres de nuestros hijos para orientarnos al regreso. 
¿Qué es aquello? Un árbol. ¿Qué es aquello? Un río. 
Y un canto gregoriano se elevaba a nuestro alrededor, 
hablaba por todos los destinados al sacrificio. 
Somos inocentes, gritábamos desde los trenes. 
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos? 
La leche se había agriado en los pechos de las madres, 
peinábamos nuestro cabello y se convertía en ceniza. 
¿Qué es aquello? Un pájaro. ¿Qué es aquello? Una piedra. 
Y bajando la cabeza ocultábamos nuestro rubor, 
cortábamos en silencio las uñas de los muertos. 
Somos inocentes, gritábamos desde los trenes. 
¿Era de noche o de día? ¿Estábamos vivos o muertos? 
Bebíamos al atardecer el vino de los ciegos, 
soñábamos todavía con un bosque de orquídeas. 
¿Qué es aquello? Arena. ¿Qué es aquello? Niebla. 
Y la vida escapaba como un murciélago entre las sombras 
y nos dormíamos con una inusitada mansedumbre en la mirada. 
Después nuestros ojos se volvieron como los ojos de las estatuas, 
miramos nuestras manos y había desaparecido la línea de la vida, 
y desde la estiba se elevó el ronco yambo 
gimiendo por ti, por mí, por todos nuestros compañeros. 
Sólo quedaron detrás nuestro líneas etruscas, 
cantos de cera navegando hacia el sol, 
y a nuestro lado siempre tú, piadoso coro, 
tú, alma mía, vaca coronada de nardos y violetas.

 Horacio Castillo (1934-2010)

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