Principio de la incertidumbre

 

   
Tan fría el agua del arroyo y tan elegante
sumergirse de a poco para sentir bien
mis pies que pisan las piedras
en el fondo dormidas, en el fondo apretadas, un suelo
 para despegarme del fondo en cada pinchazo.
El agua levanta la sensación en la planta
como esa vez que me quemé y la reacción llegó más tarde
como todas las veces con vos, una aguja perforando
la piel y adentro
habitando lo extraño, lo nuevo
en el punto más familiar.

Laureana Cardelino. Arroyo y piedra (fragmento)



De vez en cuando deberíamos poder quedar suspendidos en esta superficialidad banal y deliciosa de la vida moderna, deberíamos poder argumentar que ser es solo eso: lo que se ve. Pero no alcanza. Debajo de cada piel se esconde siempre otra piel, y nadie sabe concretamente lo que ha venido a hacer aquí; no se elige la mordaza, las cadenas, el viento que rompe la piel a ramalazos. Porque somos apenas contadores de historias, testigos de un mundo sin fin que influyen la realidad tan solo observando. 


Fuego de los días

De espera en espera consumimos nuestra vida.
(Epicuro)

Por acá todo es casi fuego a diario,
el perro olfatea en la cocina
las cenizas de la luz; 
eso es la desaparición 
los ojos que desean lo que se hunde
la ausencia de la lengua sobre el pan,
en el misterio del mundo.

Yo no sé si es bueno nombrar,
yo no sé,
pero a veces 
cuando amenaza el fuego lo más elemental, 
uno se pregunta si de esa manera debe ser todo.

En la cocina
la tetera canta exasperada
y el olor a hierro quemado es el único vestigio
de un agua seca y reseca,
inexistente
entre el fondo negro de la olla.

Otro día es un cigarro que se encuentra entre silbidos 
el blanco corazón de la colilla que se ahoga, 
allí el fuego es pasado,
certeza limpia.

Así también pasa con el cuerpo
y uno sigue preguntándose 
qué lo quemará: 
una enfermedad en los pulmones,
un carcinoma,
un balazo, una traición.

Quién sabe qué extraño fuego 
acabe esta espera.

Camila Charry Noriega


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