Taal-tosh

 

(Para leer en forma afirmativa)

Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga. 
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón 
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.

(Julio Cortázar)


...Entonces dan ganas de salir corriendo. De atravesar vidrios, fuego. De abrirse la piel, de salirse de uno. De gritar. Antes de que anochezca, dicen las brujas, en el páramo, van a interceptar a Macbeth.

(Virginia Cosin. Partida de nacimiento)

Lilith dejó de ser una serpiente para ser un ánimo nocturno, un demonio, una ráfaga, un viento atroz; algo que ella ignoraba de sí misma, por cierto, que conoció por intuición en el destierro. La consciencia de caer sometió su espíritu, y su fuerza, esa explosión controlada, esa chispa maligna, tal vez la sola mención de su nombre, nos ha marcado para siempre. Porque eso es lo que pasa con el mito. Con el tiempo, Lilith se convirtió en una idea, el rumor de cierta noche, una música ardiente que todavía hoy, noche tras noche, pugna por salir y en tan solo un instante convertir el mundo entero en un desierto.


[...]Salammbó la enroscó en su cintura, bajo sus brazos, entre sus rodillas; entonces, tomándola por las mandíbulas acercó la pequeña cabeza triangular al borde de sus dientes y, con ojos entrecerrados, se inclinó bajo los rayos de luna. La blanca luz parecía envolverla en una niebla de plata, la huella de sus pasos húmedos brillaba en las losas, las estrellas palpitaban en la profundidad del agua. La serpiente apretó a su alrededor sus anillos jaspeados con parches negros y dorados. Salammbó jadeaba bajo este peso, demasiado para ella, su espalda se inclinó, se sintió morir; la serpiente daba unos golpecitos amables en uno de sus muslos con la punta de la cola. Entonces, cuando terminó la música, se dejó caer.
(Gustave Flaubert. Salammbó)


Invocación

Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo. 
Huya yo del resabio, 
del cinismo, de la imparcialidad de los hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.

Engáñenme los cantos de las sirenas
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua. 
Que nunca se parezca mi epidermis a
la piel de un paquidermo inconmovible
                      helado.

Llore yo todavía por sueños imposibles
por amores prohibidos 
por fantasías de niña hechas añicos.

Huya yo del realismo encorsetado.

Consérvense en mis labios las canciones, 
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.
Por si vinieran tiempos de silencio.

Raquel Lanseros


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