Gaviotas del golfo

 

En fin, no somos la luz, tampoco el mensaje. 
Dependemos de las cosas que desaparecen.

(Marcelo Diaz)



Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amor.
Tristes. Tristes.

(Miguel Hernández)


La normalidad no es más que una ficción. La realidad es un incordio, una bolsa pequeña repleta de pus. El escondite jamás será lo suficientemente bueno, ni lo bastante hermético. Por todas partes se nos filtran los signos de la vida, las historias, y reaccionamos ante el abismo que existe entre lo que somos frente a los demás y lo que somos en solitario. 

Tenemos poco tiempo por culpa de la muerte, pero el vuelo, esa sensación de vértigo infinito, es lo que nos anima; la sed constante nos pone en movimiento. 

Amurallarse, enmudecer, encerrarse a soñar es ver el mar por primera vez, nítido y sombrío, incuestionablemente azul. Así no representamos ningún papel, al menos por un rato.



Quería hablar del aprendizaje de los sueños


entonces me acordé de tu voz
acompañada
por una espiral de sombras haciendo algo parecido
a lo que hacen los pájaros
o los peces
cuando nadan juntos
uno al lado del otro
como si no importara
la forma ni el contenido
así sea de día
o de noche
hasta dar con el principio de la claridad
donde se anuda la pérdida y la memoria de la pérdida;
si me muero
quién hablará de las astillas
quién hablará
de la imagen mental de nuestro árbol
si puede acaso una hoja
-ahora en lugar de tu voz-
por cada instante recuperado
provocar una calma
parecida
a la de habernos perdido
en este mundo.

Marcelo Díaz


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