El guardián del amor







El cuerpo es un pacto 
con la forma. 
Pero el deseo es la forma
que tiene el corazón
de deshacerse
de su cuerpo.

Susana Villalba


No obstante el cuerpo. Ese animal espeso y palpitante, que aún en su volumen más frágil y más doliente, aun en su necesidad más vasta o acotada, se vuelve inevitable. 

El cuerpo es apenas una bruma, es opción, vehículo de la riqueza ineludible del deseo, que con su poder nos desborda, pero que vale la pena cuidar. Porque en definitiva la vida es física, porque no importa que el hielo se derrita, y no importa que las palabras no alcancen para nombrar, lo importante es estar ahí para sentir lo que pasa.


El guardián del hielo

Y coincidimos en el terral

el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

Oh cuidar lo fugaz bajo el sol…

El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.

                   Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
Yo soy el guardián del hielo.

José Watanabe. De: Cosas del cuerpo, 1999
Recogido en: José Watanabe – Poesía completa.
Ed. Pretextos, 2008.


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