Aprender a estar en esa orilla más allá del ruido, de las palabras, aún de la memoria. En esa zona salvaje. Aprender a estar en la intemperie.
Alicia Genovese
You remember too much,
my mother said to me recently.
Why hold onto all that? And I said,
Where can I put it down?
Anne Carson. Glass, Irony and God
Magia, brujería, conocimiento de hierbas y plantas venenosas, dominio sobre ciertos animales, el cielo, el mar y la tierra, invocación de algún que otro fantasma, nigromancia, hechicería, convocatoria de espíritus: los dioses y los poetas son capaces de todo. Tal vez por eso la creación nos inspira un profundo respeto.
Un saber propio, del propio cuerpo, alejado del intento de sabiduría. Una verdad regalada, un saber que se exprese sin forma, sin forzar saber. Sostener la ilusión, captar el instante, penetrar sin la violencia de la razón, esa y no otra es la búsqueda del creador, manteniéndose siempre a distancia prudencial del misterio. Para que sea, para que nunca deje de ser.
Encrucijada
Esa es la voz de Hécate.
Esa es la mano izquierda del destino.
La luna enrojece el paisaje,
esparce sobre el mundo la locura y la muerte.
Y ella canta en la encrucijada.
Allí donde el cuerpo se triplica,
donde se triplican los ojos y los pies
pero no el corazón,
allí donde cae la cabeza del condenado,
donde no hay perdón.
Ella canta en la encrucijada
y su canto abre las puertas del infierno.
Ella canta en la encrucijada
y se retuercen los epilépticos.
Ella canta en la encrucijada
y el alacrán arrastra su víctima al tálamo de fuego.
Ella canta en la encrucijada
y el cuerpo y el alma desatan su terrible nudo
Ella canta:
“Oh, cómplice de la noche,
reina de los muertos y de los fantasmas,
trivia,
el corazón estrábico mira a derecha e izquierda,
adelante y atrás,
se mira a sí mismo y a su doble.”
Ella canta en la encrucijada.
Pero alguien saldrá esta noche como ladrón a los caminos.
pisará los escalones de lo desconocido,
traerá de los cabellos la cabeza del sol.
Para arrojarla a sus pies,
para que su canto no cese,
para que siga brotando de sus pechos
la leche caliente de la fatalidad.
Horacio Castillo (1934 - 2010) de Alaska. Ed: Libros de Tierra Firme 1993
Ella canta en la encrucijada
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