Los obsesionados


De lo real, elige lo que menos te ampare.
encontrarás que creces como un águila
en el silencio de los desterrados.

(Elizabeth Azcona Cranwell)

Anoche bebí demasiado -escribió Pizarnik una vez en su diario- Cené con unos idiotas y sus mujercitas. Eran arquitectos. Hablaban de aviones, de barcos, y del servicio militar en los países del mundo. Muchachos de unos treinta años. Odio a la gente joven, seria y estudiosa, con su porvenir abierto y sus miserables deseos de automóviles y casas. Los únicos jóvenes que acepto son los bizcos, los cojos, los poetas, los homosexuales, los viudos inconsolables, los frustrados, los obsesionados; sean condes o mendigos, no importa. Comunistas o monárquicos, mujeres, hombres, andróginos o castrados.

Digamos, sin entrar en detalles, que conozco de memoria la escena.

Algunos dicen que Alejandra era incapaz de cualquier autoengaño, aseguran que cruzó con paso firme ese abismo que Cioran decidió mirar de frente, aunque aferrado a sus cavilaciones, durante años.
  
Tal vez lo que Pizarnik quiso decir es que el camino es aprender infinitamente a no saber. Uno no puede explicarlo, es cierto, aunque tampoco puede olvidar lo que hizo. Nos interpela el lenguaje, nos enfrentamos a él con cierta timidez, pero también con cierta inocencia proverbial, creyendo en lo que hablamos, creyendo que lo hablamos, cuando en realidad somos hablados por él, ordenados por él, y en él empieza todo. Aunque simulemos la posibilidad abierta, aunque conservemos la esperanza de no ser domesticados. 

O tal vez lo que Pizarnik escribió tiene que ver con que se dio cuenta de que en este planeta en realidad gobierna el antiser. Se nos caga de risa en la cara y cuesta mucho despertar, librarse de ese juego de espejos que nos propone la sociedad todos los días. ¿Dónde mirarnos si nos quieren sin angustia, educados, productivos y sencillos, dueños de nosotros mismos? que seamos transparentes, quieren, que escapemos a la opacidad. 

Mientras, el amor, el arte, el erotismo, la sabiduría toda, van por otro lado. Ellos marchan, en muletas, pero marchan. A pesar de todo. 

Sé todo

Se todo
de tu ascendente en Venus
de las casas que has desmantelado
con tantos temporales de versos

cada vez que me dejabas
yo me hacía el atado
y me iba a una casa vieja
de la que me sentía desalojada desde hacía siglos.

Pienso que a menudo tú te has embriagado
que has creído luciérnagas por linternas
que te has divertido durante muchos años
escondiéndote tras la oscuridad de mis culpas.

Te quiero explicar
que también me has hecho enloquecer
por el solo hecho
de haber escondido lugares,
tiempos y fechas de tu vida.

No sé nada de ti
y no es que metiendo
tu carne dentro
de la mía me hayas dicho algo

me has dejado en suspenso
como un enfermo en recuperación, sin alta
y desde entonces busco
mi propia historia clínica
de manera imprudente.

Alda Merini

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