Sangrientas matemáticas nos ordenan


Yo sabía que era posible estar desesperado,
pero ignoraba el significado de esa palabra.
Creía, como todo el mundo,
que era una enfermedad del alma.
Pero no, es el cuerpo el que sufre.
(Albert Camus)


Hay gente que se pasa la vida tratando de vivir con la menor intensidad posible, en las antípodas está Albert Camus. Por eso habló (y tan bien que lo hizo) sobre el suicidio. Estaba comprometido corporalmente con la vida y los críticos dicen que le puso el cuerpo principalmente en cuatro ejes: la naturaleza, el amor, la enfermedad y la amistad. Camus tenía una concepción política de la amistad que era absoluta, también tenía una relación sensual con la naturaleza, relación que atraviesa toda su obra y que, según él mismo sostuvo, puede ocurrirnos a todos, pero únicamente estando en soledad con ella. Tenía una consciencia clara de la corrupción del cuerpo, probablemente debido a la enfermedad crónica que sufría. Padecía  tuberculosis, sabía que la carne se pudre y no trató de eludir el problema. Justamente de eso se trata toda su obra, de no eludir el problema. Por eso hizo su abordaje filosófico sobre el tema del absurdo, de la vida y de la muerte con la misma intensidad con la que vivió. Camus amaba la vida, sin dudas, así pudo transmitirnos tanto. Propuso bancarse la lucidez, nunca tratar de escapar de ella, no buscar el sentido de la vida, no aceptar la basura que nos venden los cursos de coaching; no comprar espiritualismos berretas, ni budismos occidentalizados, porque las doctrinas que nos explican todo, nos debilitan; intentar no comprar aquello que nos distrae de lo que sabemos, aunque nuestra necesidad de consuelo sea insaciable. En definitiva, Camus nos propuso llevar la lucidez hasta el final y quedarnos acá a ver qué pasa, porque según decía, la sensación de absurdo (concepto inasible, si los hay) está a la vuelta de la esquina y, siempre y cuando no nos hagamos los boludos, es más o menos universal. Así, su pequeña antena atravesó el tiempo, la época completa, atravesó también las distancias, los continentes, y llegó hasta nosotros, hasta mí, para cambiarlo todo. 

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