Aspid sagrado
Es un mal día. Hoy hablaste con el Diablo en sueños y te obligó a creer. Si Dios es mujer, el Diablo es un hombre caprichoso. Hizo ostentación de su poder moviendo los ladrillos de tu casa. Los hacía temblar, los desgranaba; le dijiste que parara, que estaba bien, que le creías. El revoque caía en pedazos, polvo frente a tus ojos; la pared tambaleaba hasta las bases, estallaba contra el suelo y por fin gritaste que aceptabas. Aceptaste lo que tanto te costó.
Pero no te dejes someter por el dolor, no lo incorpores. Las cosas ocurren, pero el dolor, ese veneno,
con el tiempo cede. Sentís el rencor subir por la garganta, expandirse en el pecho, tocarte el corazón. Repta, como el áspid sagrado de la Reina Cleopatra. Sube, amargo, su sabor acre hasta la boca. Contamina todo pero ahí se detiene. No lo expulses, dejalo. Sellá los labios, podés sentirlo roer el esmalte de los dientes, sostenelo. Calma, después se licúa y se endulza.
Todo pasa, esto también pasará.
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