[...]
La mejor de todas las cartas de presentación de un individuo sería, a mi criterio, entregar una página en la que estuvieran enumeradas las derrotas: nuestro verdadero rostro eso lo dibuja mejor. La enumeración de nuestros fracasos, de las tinieblas, de nuestra oscuridad, de las noches sin dormir. [...] En el curriculum vitae no debería faltar aquella noche que nos pasamos pensando cómo nos han humillado y no supimos responder a esa humillación, aquella vez que alguien que nos amaba dejó de amarnos, o peor, cuando nosotros dejamos de amar a alguien que nos amaba; aquel intento que no pudo ser, que no se pudo cumplir, y también todo aquello que nos confesamos a solas, de madrugada.
Felix Grande
El ritmo superficial de la vida moderna nos hipnotiza, la mente corre como un río, y a menudo su curso está plagado de trampas. Aún así, si miramos con atención en la trama de lo cotidiano, cada derrota puede verse como un punto luminoso. Hay algo puro y vital que nos conecta, algo que fluye imperceptible.
Y hay un lugar donde la sangre de cada derrota se convierte en comunión.
[...]
quiero escribir, pero
¿qué clase de conversación es posible entre un gato en celo
y una gata castrada? lo he visto: todo es confusión, antojo,
una nube violeta de histeria, una corrida de noche
por los muros
miren: puesto así todo es claro, pero en medio,
en el grito de lo dicho, lo no dicho asoma, se va tejiendo
con lo tangencial, la trama de lo leve, de lo imposible
en el grito de lo dicho, lo no dicho asoma, se va tejiendo
con lo tangencial, la trama de lo leve, de lo imposible
tengo, cuando viene el día, la sensación de despertar y haber luchado
ciega, desatada entre nubes, el corazón
se apena por lo que lloró en sueños, por el amor
ido tras los pasos del fantasma, fantasma él mismo
hecho de guiños y terrores
¿qué voy a decir? en verano supe poner
trapos mojados en los quicios para que no entrara
el polvo, el calor agónico, y entiendo
que el silencio teje su propio trapo, su elaborado herrumbre
por entre las grietas, un viento dulce de infierno,
un silbido: mi corazón se para y quiero escuchar, volcarme,
ser la dueña
pero no, no, esto es mezquino, es la venganza
¿has visto alguna vez al pájaro destrozar su propio nido
al ser tocado por el hombre?
así el mundo de las cosas: vuelto sobre nosotros, nos ha escondido
su gracia
vagamos huérfanos de ese íntimo esplendor
lo considero justo.
Elena Anníbali. Para quien ha negado lo suyo (fragmento)
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