La tortura del fuego






Ni doncellas ni ángeles, hay furia
temor reverencial en este pecho.
Hay un mordisco al aire
en la tormenta. Setenta veces
siete naciste de la espuma, mi demonio
miel de sangre.

(Rita González Hesaynes. Los nacimientos de Venus)



Aparta de mi ese cáliz.
(César Vallejo)

La vasija es un símbolo. Marie Louise von Franz supo explicarlo muy bien: es el féretro, el recipiente alquímico, capaz de representar el proceso de sofocación y transformación; es decir: el ataúd y el recipiente representan ambos el proceso de sofocación y transformación de las materias primas, porque la materia prima muere por sofocación para transformarse en otra cosa, en otro tipo de materia.  

Este es a su vez el símbolo que representa la introversión, una actitud física básica de quien evita que algo se le escape, que algo se salga, porque durante esta evolución nada debe filtrarse hacia el mundo exterior. El cerebro se fríe. Aunque parezca siniestro, este proceso puede conducirnos hacia la lucidez, y la lucidez, amigos, es esa chispa divina que nos preserva de la adhesión incondicional.

Según Lacan, hay algo ineludible en Freud, algo que Freud quiso dejar claro: el deseo del hombre es el infierno y es el único medio para comprender.  Así que la ilusión delirante y neurótica de que todos los problemas vienen desde fuera tiene que terminar: las cosas hay que mirarlas desde adentro. 

Ésa es la forma en que ahora sofocamos el misterio del inconsciente. Todavía no está claro lo que es el inconsciente; argumentamos, traducimos, tejemos, pero no sabemos con certeza lo que nos quiere decir, ni lo que sus imágenes representan en concreto, aún así lo sofocamos mediante este tratamiento concentrado, por el cual se detiene toda proyección y se intensifica el proceso psicológico. 

Allí también la tortura del fuego, porque cuando se intensifican los procesos psicológicos nos asamos vivos, quemándonos en lo que somos. Muchos temen ese poder devastador. Sin embargo, esta fuerza del fuego, esta quemazón insoportable, esta transformación, no tienen por qué ser negativas. Al igual que en las reacciones químicas, existen numerosos indicios de que si las circunstancias están bien administradas resultarán en un proceso posibilitador de libertades, de creación, de nuevos órdenes (o desórdenes).

La tumba psíquica y la persona que está en la tumba se convertirán así en una misma cosa; podría decirse que es aquí cuando uno se cocina en sus propios jugos. Se sofocan el contenedor y el contenido, el féretro y el dios muerto que habita en él se funden en un solo mecanismo para renacer transformados.


[...]

Sorprendí a Eva cierto día
en el alba del pensamiento. 
Su boca entreabierta bebía 
polen de ideas en el viento. 
Se ofrecía perfecta y pura 
la desnudez de su cintura 
al hombre, al sol, como un trofeo, 
y su alma recién creada 
vacilaba desorientada 
en los umbrales del deseo.

¡Al verte por primera vez 
cómo admiré tu forma nueva! 
¡Qué plenitud de placidez 
de todo tu ser fluía, Eva!
Todo hacia ti se convertía,
toda alma se enternecía 
al aire suave de tus suspiros. 
¡Hasta yo misma, me enternecí!
¡Sentimiento indigno de mí, 
engendradora de vampiros!

Esbozo de una serpiente (Fragmento) Paul Valéry (1871-1945)



Vitalité de l’amour



[...]
La mejor de todas las cartas de presentación de un individuo sería, a mi criterio, entregar una página en la que estuvieran enumeradas las derrotas: nuestro verdadero rostro eso lo dibuja mejor. La enumeración de nuestros fracasos, de las tinieblas, de nuestra oscuridad, de las noches sin dormir. [...] En el curriculum vitae no debería faltar aquella noche que nos pasamos pensando cómo nos han humillado y no supimos responder a esa humillación, aquella vez que alguien que nos amaba dejó de amarnos, o peor, cuando nosotros dejamos de amar a alguien que nos amaba; aquel intento que no pudo ser, que no se pudo cumplir, y también todo aquello que nos confesamos a solas, de madrugada.

Felix Grande

El ritmo superficial de la vida moderna nos hipnotiza, la mente corre como un río, y a menudo su curso está plagado de trampas. Aún así, si miramos con atención en la trama de lo cotidiano, cada derrota puede verse como un punto luminoso. Hay algo puro y vital que nos conecta, algo que fluye imperceptible. 

Y hay un lugar donde la sangre de cada derrota se convierte en comunión.



[...]
quiero escribir, pero
¿qué clase de conversación es posible entre un gato en celo
y una gata castrada? lo he visto: todo es confusión, antojo,
una nube violeta de histeria, una corrida de noche
por los muros

miren: puesto así todo es claro, pero en medio,
en el grito de lo dicho, lo no dicho asoma, se va tejiendo
con lo tangencial, la trama de lo leve, de lo imposible

tengo, cuando viene el día, la sensación de despertar y haber luchado 
ciega, desatada entre nubes, el corazón
se apena por lo que lloró en sueños, por el amor 
ido tras los pasos del fantasma, fantasma él mismo
hecho de guiños y terrores

¿qué voy a decir? en verano supe poner
trapos mojados en los quicios para que no entrara 
el polvo, el calor agónico, y entiendo 
que el silencio teje su propio trapo, su elaborado herrumbre

por entre las grietas, un viento dulce de infierno, 
un silbido: mi corazón se para y quiero escuchar, volcarme,
ser la dueña

pero no, no, esto es mezquino, es la venganza

¿has visto alguna vez al pájaro destrozar su propio nido 
al ser tocado por el hombre?

así el mundo de las cosas: vuelto sobre nosotros, nos ha escondido
su gracia

vagamos huérfanos de ese íntimo esplendor
lo considero justo.

Elena Anníbali. Para quien ha negado lo suyo (fragmento)

El castigo de Eco


[...] Ahora soy yo el que debe hablar.  Aunque sea con su lenguaje será un comienzo, un paso hacia el silencio, hacia el final de esta locura, la de tener que hablar y no poder, salvo de cosas que no me conciernen, que no cuentan, y en las que no creo; de las que ellos me llenan para impedirme decir quién soy, dónde estoy, para impedirme hacer lo que tengo que hacer.

(Samuel Beckett. El innombrable)

Samuel Beckett no creía en el lenguaje, lo creía incapaz de crear un orden, mucho menos de darle claridad al absurdo de este mundo. Desconfiaba de su eficiencia para nombrar. Pero también creía que en él habitaba la única arma para la búsqueda, interminable por cierto, de algún tipo de sentido en la realidad.

Hay que abrir agujeros, uno tras otro, hasta que lo que acecha detrás, sea algo o sea nada, comience a exudar y filtrarse.

El lenguaje está en crisis permanente, y el tiempo es un cretino miserable. Según la crítica, esos y no otros son los puntos principales de su obra. El pesimismo en Beckett es, a lo sumo, su efecto colateral.

Habitamos bajo un velo que debería ser desgarrado con desesperación, al menos hasta encontrar algo, tal vez la nada, pero escarbar; porque el lenguaje nos fue dado y porque, además de ser una imposición ancestral, es un medio que se interpone entre nosotros y el mundo y sus cosas.

El lenguaje nos obliga a decir bajo sus reglas, que han sido impuestas por otros. Así que es allí donde el acto poético puede transformarse en un acto de resistencia pura. Si no no es poesía. 

Ahora bien, para Beckett, resistir el paso del tiempo, con un lenguaje que ha perdido tanto significado y tanta eficacia, es una utopía. Hoy la realidad está invadida de lenguaje que, al producirse en exceso, se vacía de significado.

Hablamos demasiado. De hecho, cualquier imbécil lo hace, mucho y mal. Para descubrir este fenómeno tan singular y violento, le basta a uno un largo viaje en bus, o en colectivo. Comunicación vacía, gente por doquier, hablando por teléfono a los gritos. Porque la consigna es clara: hablar boludeces, pero sin límite de tiempo; un torrente de palabras absurdas, sin sentido, superficiales. 

Hablamos sin tener nada para decir, hablamos porque es gratis. 

Así estamos, invadidos por un ruido constante. Y al igual que le ocurriera a la Eco mitológica, habitamos lugares donde se vuelve imposible decir lo que se tiene que decir:

asilo debajo de mis huellas todo este día
sus sordas comilonas mientras la carne cae
rompiendo sin temor ni viento favorable
guantílopes del sentido y el sin sentido transcurren
tomados por los gusanos, por lo que en verdad son.

(Echo´s bones. Samuel Beckett)

Así como su amor por Narciso, la voz de Eco se convirtió en espectral simulación de las voces de los otros, y humillada, y avergonzada se escondió durante años y años en una cueva solitaria, allí su cuerpo también ensombreció y comenzó a deteriorarse hasta que finalmente murió; entonces solo quedaron sus huesos, testigos únicos de la incapacidad de decir, heridos aún por el castigo de Hera, por el dolor del rechazo. 

...Y al final solo su voz y sus huesos quedan, [...] el sonido es lo que vive en ella.

(Ovidio. Metamorfosis)

Para los escritores, para los poetas, el verdadero desafío, el único que merece la pena, consiste entonces en atravesar esa zona, en ir más allá del castigo de Eco.


qué haría yo sin este mundo sin 
rostro sin preguntas 
donde ser no dura ni un instante 
donde cada instante 
gira en el vacío en el olvido 
de haber sido cuerpo y sombra,
sin esta ola donde al final
se confunden.

qué haría yo sin este silencio 
abismo de rumores 
jadeando furioso hacia la salvación 
hacia el amor ,
sin este cielo que se eleva
sobre el polvo de sus lastres.

qué haría yo 
haría como ayer como hoy 
mirando por mi rendija si no estoy solo 
para errar para alejarme de toda vida, 
sin voz entre las voces
en un espacio falso
encerradas conmigo.

Samuel Beckett (1906- 1989) 

Traducción al castellano de Rafael Pérez Gay

Instintos como flores




Ni suficiente luz para verlo todo 
ni suficiente penumbra para ocultarlo.

Liliana Bodoc (Presagio de carnaval)



...

Voy perdiendo las zonas intermedias.
Percibo sólo lo muy cercano
o lo muy lejano.

Este cambio radical de los sentidos
o quizá este surgimiento de un sentido distinto
confirma mi sospecha
de que sólo en los extremos
habita lo real.

(Roberto Juarroz)




Todo lo que es debe ser explicado. Animales pobres, boyando heridos entre el cómo y el por qué. Inexplicable polvo de estrellas, el resultado de rigurosos procesos cósmicos en evolución constante durante millones de años, hasta el día en que una palabra, un instante o un hecho simple hacen que todo cuanto de racionales tenemos se desvanezca. 

Intentamos comprender, nos inventamos razones, pero todavía somos contemporáneos de los cazadores del paleolítico. Aunque nos guste pensarnos hombres modernos, hombres de ciencia, hombres racionales, estamos atados a los instintos de la especie. 

Y avanzamos hacia el futuro con convicción, mientras consultamos el tarot o la borra del café, igual que hacían los caldeos y los griegos hace ya miles de años. Porque por sobre cualquier pronóstico, y por encima de cualquier razón, hay zonas de la psiquis humana, aguas profundas, que no han podido ser alcanzadas, comprendidas siquiera por la modernidad. 

Es que la modernidad es, a todas luces, una costra en la piel, una capa de polvo superficial. 


Un pájaro a lo lejos


Tierra cubierta de ruinas, ha caminado toda la noche, yo renuncié, rozando los setos, entre calzada y cuneta, sobre la hierba seca, pasitos lentos, toda la noche sin ruido, deteniéndose a menudo, más o menos cada diez pasos, pasitos desconfiados, volviendo a tomar aliento, escuchando luego, tierra cubierta de ruinas, yo renuncié antes de nacer, no es posible de otro modo, pero era preciso que eso naciese, fue él, yo estaba dentro, se ha detenido, es la centésima vez esta noche, más o menos, eso indica el espacio recorrido, es la última, se ha encorvado sobre su bastón, yo estoy dentro, es él quien ha gritado, él quien ha salido a la luz, yo no he gritado, yo no he salido a la luz, las dos manos, una sobre otra, descargan su peso en el bastón, la frente en las manos, ha vuelto a tomar aliento, puedo escuchar, tronco horizontal, piernas separadas, dobladas las rodillas, mismo abrigo viejo, los faldones envarados se levantan por atrás. Despunta el día, no tendría más que levantar los ojos, que abrirlos, que levantarlos, se confunde con el seto, a lo lejos un pájaro, lo justo para sorprender y se larga, es él quien ha vivido, yo no he vivido, malvivido, por mi culpa, es imposible que yo posea una conciencia y tengo una, otro me comprende, nos comprende, está ahí, ha terminado por llegar hasta ahí, le imagino, ahí comprendiéndonos, las dos manos y la cabeza hacen un montoncito, las horas pasan, él no se mueve, me busca una voz, es imposible que yo tenga voz y no la tengo, va a encontrarme una, me irá mal a él, le ajustaré las cuentas, sus cuentas, pero nada más. Esta imagen, el montoncito de las manos con la cabeza, el tronco horizontal, los codos por ambas partes, los ojos cerrados y el rostro paralizado a la escucha, los ojos que no se ven y todo el rostro que no se ve. El tiempo no cambia nada, esta imagen y nada más,  tierra cubierta de ruinas, la noche se retira, se ha largado, yo estoy dentro. Va a matarse, por mi culpa, voy a vivir eso, voy a vivir su muerte, el final de su vida y después su muerte, poco a poco, en presente, cómo va a arreglárselas, es imposible que yo lo sepa, no lo sabré, poco a poco él es quien morirá, yo no moriré, no quedará de él más que los huesos, yo estaré dentro, no quedará de él más que la arena, yo estaré dentro, no es posible de otro modo, tierra cubierta de ruinas, ha atravesado el seto, ya no se detiene, nunca dirá yo, por mi culpa, no hablará con nadie, nadie le hablará, no hablará solo, no queda nada en su cabeza, yo pondré en ella lo que se necesita, para acabar, para no decir más yo, para no abrir ya la boca, confundidos recuerdos y pesares, confusión de seres queridos y juventud imposible, inclinado hacia delante y sosteniendo el bastón por el medio avanza tropezando a campo traviesa. Una vida mía, lo intenté, ha sido un fracaso, nunca más que suya, mala, por mi culpa, él decía que no había sólo una, pero sí, sólo hay una todavía, la misma, pondré rostros en su cabeza, nombres, lugares, lo tramaré todo, con qué terminar, sombras para huir, últimas sombras, para huir y para perseguir, confundirá a su madre con unas grullas, a su padre con un peón caminero llamado Balfe, le pegaré un viejo chucho enfermo para que ame todavía, se pierda todavía, tierra cubierta de ruinas, pequeños pasos enloquecidos.

Samuel Beckett (1906-1989) de Detritus. 1950

La inquietud

 

Omar Ortíz. Venus (detalle)
 
Uno se construye grandes historias, ésa es la verdad. Y puede seguir creyéndoselas durante años, 
no importa lo absurdas que sean, ni lo inverosímiles, te las llevas contigo y basta. 
Se es hasta feliz con esas cosas. Feliz. 

Alessandro Baricco.


La razón tranquiliza. Aspira a superar, distanciar y sacrificar todo lo sensible, todo lo sagrado, lo incognoscible, todo lo que de otro tiene el corazón. Pero es imposible ser sano, ser bueno todo el tiempo, estar bien, ser genial, ser feliz todo el tiempo. Estar comprometido con la vida es soltar la máscara y asumir la desesperación. 

...
El hombre comedido anula la presión extraña, la sabe cloroformizar por medio del orden, porque el burgués es enemigo mortal del desorden dondequiera que lo encuentre: en sí mismo o en la sociedad. Pero en todo hombre superior, y más especialmente si es de espíritu creador, se encuentra una inquietud que le hace marchar siempre hacia adelante, descontento de su trabajo. Esta inquietud mora en todo "corazón elevado que se atormenta" (Dostoievsky); es como un espíritu inquieto que se extiende sobre el propio ser como un anhelo hacia el Cosmos. 

Todo cuanto nos eleva por encima de nosotros mismos, de nuestros intereses personales y nos lleva, llenos de inquietud, hacia preguntas peligrosas, lo hemos de agradecer a esa porción demoníaca que todos llevamos dentro. Pero ese demonio interior que nos eleva es una fuerza amiga en tanto que logramos dominarlo; su peligro empieza cuando la tensión que desarrolla se convierte en una hipertensión, en una exaltación; es decir, cuando el alma se precipita dentro del torbellino volcánico del demonio, porque ese demonio no puede alcanzar su propio elemento, que es la inmensidad, sino destruyendo todo lo finito, todo lo terrenal, y así el cuerpo que lo encierra se dilata primero, pero acaba por estallar por la presión interior. Por eso se apodera de los hombres que no saben domarlo a tiempo y llena primero las naturalezas demoníacas de terrible inquietud; después, con sus manos poderosísimas, les arranca la voluntad, y así ellos, arrastrados como un buque sin timón, se precipitan contra los arrecifes de la fatalidad.

Siempre es la inquietud el primer síntoma de ese poder del demonio; inquietud en la sangre, inquietud en los nervios, inquietud en el espíritu. Por eso se llama demonios a esas mujeres fatales que llevan en sí la perdición y la intranquilidad.

                                                                                     Stefan Zweig. La lucha contra el demonio


Sustancia erótica



Paisaje de latidos
el viento azota tu mirada ardiente
ahí está agazapada la espera
un lejano murmullo anuncia los estremecimientos 
de un salto intentas aniquilar la vida 
y encender un crepúsculo de miradas frías
¿a quién buscas por ese camino palpitante?
¿qué fuga detienen tus manos tenaces? 
corazón que galopa
hasta atravesar tu transitable desnudez
y hace estallar la vida
ahora llega la muchedumbre de horas indecisas
tu corazón galopa lejos de mí
tu mano cae
desde el instante sin tiempo
fracasada tu muerte
indiferente a todo próximo sueño.

Aldo Pellegrini (1903-1953)