La ciudad de las mujeres




Desde el ocaso hacia el amanecer se abre Moldavia. Rompe la noche y renace un cielo gris; atormentado, a veces, otras desierto, y otras, arracimado de estrellas indecisas, prende y apaga. No necesita luces caprichosas este cielo, se va encendiendo de a poco, iluminado por vagabundos soles anarquistas que se deslizan con un roce incestuoso por las calles desiertas. 
Son hijas de esta tierra. Y un coro de diosas fantasmales las secunda en silencio. 
Inadecuado el caminar de estas mujeres, por obsceno. Sobre feroces caderas pretenciosas se abren abismos; senos urgentes desafían la armonía de las piernas, enfrentan al bretel desajustado, al hombro curvo, al borde de encaje, al policía. El instinto acelera sus pasos hacia el bar, y una suave brisa marina va recogiendo, con sus ráfagas, ecos de risas, pañuelos que se agitan, palabras sueltas y la lejana sirena de un barco que se acerca. Es cosa de última hora, se encienden sus ojos taciturnos, huecos vivaces y serenos, alertas indagando ardiendo embelesados. Y las bocas: extremas y concisas, cornisas rojas suspendidas de la nada, entreabiertas, voraces, esperan la llegada de besos elusivos.



Karina Rodríguez de Gente Común Ed. Peces de ciudad 2016 1°y 2da edición.

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