Sobre escritoras Luneras



"Mujer mirando la Luna" Victoria Sheridan 


Sobre escritoras Luneras

(Poesía desde la ventana)


Con el advenimiento del patriarcado, se hizo tradición que las mujeres observáramos la Luna desde un espacio cerrado. Siempre y cuando no nos acusaran de vivir en ella, por supuesto. Desde nuestras abuelas, la ventana nos ha indicado el camino hacia la hermosa luna y tal vez por eso nos ganamos el término (poco feliz, por cierto) de Ventaneras. Paradójica y afortunadamente, no todas las ventaneras andaban con el limpiavidrios en la mano; mucho menos pensando en el pastel de papas para la cena.  Muchas de ellas escribieron y aún escriben. Carmen Martín Gaite es escritora pero también es una consagrada ventanera. En su poesía abrió muchas ventanas porque piensa que desde hace muchos años la ventana es el punto de referencia del que dispone la mujer para soñar desde adentro ese mundo que bulle afuera. Parece que, desde ese lugar, las ventaneras predecesoras se dejaron acunar por sus ensoñaciones y meditaciones lo que les procuraba una tregua en el detestable conjunto de las tareas domésticas. Una ventana es, en mayor o menor medida, un puente entre lo conocido y lo desconocido; un lugar fronterizo que divide pero que también conecta; una perspectiva de ruptura que una vez fue la única brecha por donde la mujer podía echar a volar sus ojos, en busca de otra luz y otros perfiles que no fueran los del interior de su hogar. Las más valientes tuvieron la osadía de poner por escrito estas impresiones obtenidas desde la ventana. Eso logró un enfoque particular sobre la vida ya que, desde esa perspectiva, las mujeres somos centinelas de ambos mundos porque la ventana condiciona un tipo de mirada: mirar sin ser visto. Y vuelvo a pensar en la poesía de Anne Sexton, asegurando que las mujeres que escribimos somos –en realidad- pequeñas espías. Tradicionalmente, las mujeres hemos mirado y escrito siempre desde el interior. Por fortuna, quienes nos precedieron, tachadas de livianas y ventaneras, no pudieron evitar levantar la mirada, trascender aquello impuesto (casi siempre con un aire desafiante, aunque a escondidas al principio) y atreverse a sentir los anhelos de libertad de expresión que nos estaban vedados y que nacieron arrastrando una voluntad cada vez más feroz de vivir sin  disfraces ni máscaras. Ellas asomaron el alma a las ventanas de los ojos, luego los ojos a la ventana y observaron todo con descaro y con cautela, dejándose a la vez penetrar por la mirada de los otros pero sin temor al rechazo ni en procura de aceptación. No es de extrañar, entonces, que la vocación de la escritura naciera en muchas de estas autoras como deseo de liberación y desahogo, y que ambos afanes tuviesen como marco nada menos que una ventana, que es el punto de enfoque y el punto de partida. 

Porque la escritura ha sido siempre una forma de libertad  en contraste con la asfixia y la vulgaridad de la vida cotidiana, es que mujeres como Delmira Agustini, Rosalía de Castro, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton, Maya Angelou y muchas, muchas otras, se atrevieron a desafiar el lugar que les fue socialmente asignado mirando más allá.  Ellas trascendieron su espacio y su tiempo y, todavía hoy están ahí, asomándose a la ventana, para recordarnos que aunque las mujeres hayamos salido finalmente al mundo, obteniendo títulos, galardones y puestos de trabajo que parecían inconquistables, todas -absolutamente todas-  llevamos una ventanera adentro que observa la luna con la melancolía de un lobo. Ya no injustamente sofocadas por un interior castrante y represivo sino como poseedoras de un interior que nos reclama para ser conquistado y habitado en soledad reflexiva, porque desde una ventana todavía pueden decirse muchas más cosas que desde un estrado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario