Detrás de los fantasmas de tu propia existencia

 


        Voy a crear lo que me sucedió

                                                                                                                    (Clarice Lispector)


La máscara de la aparente tranquilidad, de la placidez mundana, de la alegría pequeña y brillante de no saber cuándo esto que llamo piel va a ser desgajada, esto que llamo boca va a perder la carne que la rodea, esto que llamo ojos se va a topar con el silencio negro del cuchillo. 

Agustina Bazterrica. Cadáver exquisito.


Atención: contiene spoilers de Las crónicas vampíricas


Un libro dentro de un libro

Je suis Lestat le vampire. Je suis immortel. Ou peu s'en faut. La lumière du soleil, la chaleur soutenue d'un feu intense risqueraient peut-être de me détruire, mais rien n'est moins sûr...

Así arranca su biografía, de la que no sabemos mucho más. Y eso no es caprichoso. Porque estas son las primeras palabras de su diario personal, es decir, de un libro secreto, oculto, dejado -o tal vez perdido, no importa- pero escrito a hurtadillas, a escondidas de los ojos de su amante y de su hija, durante los años dorados de la estancia familiar en la casa de La Rue Royal, en Nueva Orleans, Luisiana. 


Como renacido en cada ciudad que lo acuna, Lestat esconderá siempre más de lo que estará dispuesto a mostrar. Es un hecho, y ocurre a pesar de su extroversión y su narcisismo desbordante.

Este diario será encontrado por Jesse Reeves siglos después en las oficinas de la Talamasca. 

Jesse Reeves, una mujer norteamericana del siglo xx, perteneciente a la organización. Descendiente viva del linaje directo de Mahareth, la madre de los condenados. Es decir, la segunda madre portadora del germen de Amel, el espíritu caprichoso y oscuro que anida en cada célula de cada vampiro creado desde que la Reina Egipcia Akasha de Kemet recibiera el Don Oscuro, lo transfiriera a Enkil, su consorte real, después a su visir Khayman y de allí a los otros. 

Louis de Pointe du Lac también escribirá un libro ficticio. Lo llamará Confesiones de un vampiro. 

Pero volvamos al Príncipe Lestat, porque si hay algo que nos dejará claro con su muerte es que si uno se va, se lleva una parte de todos. Lestat se llevará consigo la tranquilidad, la estabilidad emocional y la buena fortuna de su familia vampírica, es decir, de sus asesinos. Como si al diablo se lo pudiera engañar tan fácilmente.

[Hablo aquí del intento de asesinato del que fue víctima Lestat, no de su muerte humana, que no le interesó ni siquiera a su creador Magnus. Mucho menos a su familia mortal]

El más afectado de los dos conspiradores será Louis, el incapaz. Incapaz de enfrentarse a su familia, incapaz de aceptar la muerte de Paul, incapaz de hacerse cargo de la conspiración con Claudia, la hija de ambos, para matar a Lestat, incapaz hasta entonces de aceptar lo que sentía por él, incapaz de recibir el Don Oscuro con entereza, incapaz de someterse a su naturaleza vampírica, y -según la serie de AMC+- incapaz también de admitir su homosexualidad y la subordinación voluntaria al hombre blanco. Incapaz de morir. 

Por eso la Entrevista va a alcanzar tanta relevancia a lo largo de la historia, como una forma de narrar los hechos de su vida, pero también de narrarse a sí mismo. Aunque Molloy no entienda el lenguaje de la noche, aunque se le escape finalmente el mensaje, aunque discuta todas y cada una de las convicciones de Louis. 

Es que para Anne Rice la ecuación será relativamente sencilla: como fue antes, será después: un continuum; cada vampiro perseguirá durante siglos los fantasmas de su existencia anterior. Fantasmas que insisten. A pesar de que la memoria humana se aleje, a pesar de que falle repetidas veces, el inconsciente aparecerá quedándose aferrado a la vida de ultratumba, pero repitiendo los traumas de la vida humana. 

Los vampiros suelen tener grandes fortunas, es cierto. Y aquí sería oportuno recordar que es porque son, básicamente, ladrones. No sólo tomarán la sangre de sus víctimas, pudiendo optar por "el pequeño trago" o por el asesinato, sino que además utilizarán sus poderes mentales completamente en su favor, acopiarán dinero, propiedades y joyas de los desafortunados por los siglos de los siglos.

Aún así, la criatura vampírica será un misterio en sí mismo, la agudeza en los sentidos, la inteligencia, la fuerza física y la tenacidad no podrán definirlos. Habrá entre ellos especímenes profundamente oscuros, errantes, de vidas cortas y malas; otros saldrán a la experiencia post mortem a tropezones, lograrán sortear con mayor o menor éxito los obstáculos que les propondrá la eternidad, aprenderán. 

Por ejemplo, Armand será un vampiro que repite los traumas, dueño de un desapego crónico y maligno. Lestat también será del tipo repetidor, aunque más querendón. Marius será simplemente un gran aprendiz, aunque su largo camino se encuentre repleto de piedras. Cargará prácticamente con todo el peso de la especie, simplemente porque alguien tiene que hacerlo. Louis se va a manifestar melancólico y resistente a los cambios. 

La belleza y el padecer son dos cosas que no deberían reunirse en la misma criatura. 

Las mujeres se presentarán una pizca más sabias que los chicos. Mahareth, Mekaré, Pandora, Gabrielle, Bianca Solderini, Merrik Mayfair, e incluso Akasha en su delirio latente de venganza, serán seres menos dispersos, más pragmáticos, y bastante más cautos.

Y así, lentamente pero sin demoras, la eternidad alcanzará a estas existencias singulares, la cola del diablo entre los dientes, esquivando las mordeduras de unos, el fuego de los otros, la superstición humana, la venganza de los propios. Según Mahareth los vampiros son diminutas luces suspendidas en el cielo, vibrando en una red de vigilancia silenciosa, de conexión infinita.

Tal vez por eso, tarde o temprano, responder al llamado del fuego será algo muy propio de estas criaturas. Pájaros salvajes que a veces chillan todos juntos. Asustados, tanto como peligrosos, algunos simplemente no podrán resistirse al fuego. Otros se dejarán llevar por el vaivén de las llamas, permitiendo que este, pero algunas veces el sol, los abrase. Para algunos, también será válida la opción de enterrarse y dormir, como si ensayaran morirse.

No es lo mismo arrojarse a la muerte, encararla de frente, que dejarse llevar por ella. Es obvio. Pero ambas situaciones constituirán para ellos formas de alivio a la existencia, aunque no siempre saldrá del todo bien el cálculo.  

Sin alimentarse, el músculo muerto, sintiendo la espantosa sed y la renegrida piel pegada a los huesos, los más antiguos no morirán, lograrán resistir durante meses hasta sanar. Los más afortunados resistirán la quemazón alimentándose con asistencia de los otros. Lo cierto es que para estos vejetes el sol será mucho menos efectivo que el fuego.


 

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