Como demonios que puso Dios en la tierra

 

Lestat, The Harlequin on Renaud´s teatre.


Recordar podría equivaler a unir, a perdonar.
María Negroni.

Alto ahí, vampiro! 

Si vas a leer esta crítica, cuidado: contiene spoilers. Contiene la voz gastada, la risa atrevida, los ojos magnéticos del vampiro Lestat, contiene información y datos, no solo de la película de Neil Jordan de 1994, tampoco únicamente de la nueva serie de AMC +, sino de todos los sinos entrelazados de cuanto hijo de la noche se ha cruzado por su vida y por Las Crónicas vampíricas de Anne Rice, e incluso de alguna que otra Bruja de Mayfair.

Advertencia de spoilers cumplida, vale aclarar que esta historia es una historia de nicho y los que la frecuentamos lo sabemos muy bien. Pero es un hecho que lo jugoso, más allá de la larga narración de vampiros que todos los lectores de Anne Rice conocemos, es establecer comparaciones, aunque no a todo el mundo le interese el tema.

Lo primero que diré es que me gustó la idea de mover la historia en el tiempo, porque somos espectadores de una época, porque los hechos se narran, y porque la manera de narrar y de narrarse a uno mismo también cambian. El cambio refresca, mueve el contexto histórico y el paisaje tan presentes en los libros, y otorga nuevos matices a los personajes y a las relaciones entre ellos. 

No es en vano y no es caprichoso que AMC+ nos proponga una nueva cita, una nueva entrevista entre Daniel Molloy y Louis de Pointe Du Lac en un escenario pospandemia de 2022, en el Top Roof del Al Shafar Tower de Dubai y con Armand vigilando muy cerca 24/7. 

Digamos todo: para que esta segunda entrevista sea posible Daniel Molloy deberá ser humano, habrá envejecido y enfermado de forma irreversible, la muerte será para él una certeza, no habrá sido un adicto parasitado por Armand durante 10 años, tampoco convertido en vampiro; no será rescatado por Marius, no terminará mudo, famélico y encerrado, pintando paisajes en miniatura durante las noches. 

Así que a los efectos de la trama de alguna forma los hechos se torcieron. Y para el carajo. 

Pero volvamos al tiempo. Así como el director argentino Andrés Muschietti decidió en su momento mover la historia de It unos años más adelante, AMC + hizo lo mismo en su adaptación. Pero mover la historia implica responsabilidades y licencias que no están en los libros, y eso a los fans la mayoría de las veces los exaspera. 

Es que justamente por eso es una adaptación, chicos.

Tanto en el libro como en la película, la historia se inicia en Nueva Orleans, Luisiana. La narración de Louis comienza en el año 1791. La película de 1994 intentó darle un barniz heterosexual que Louis tal vez no tenía. Lloraba por la muerte de su hermano Paul, pero su esposa y su hija "fallecidas durante el parto" nunca existieron para Anne Rice.

Por aquel entonces, las arquitecturas de la zona eran levantadas por la inmigración francesa. Usando estilos y conceptos de construcción que habían aprendido en el Caribe, los franceses crearon muchas de las grandes casas de las plantaciones cerca de Nueva Orleáns, incluso sus muebles eran traídos desde Paris. 

De hecho, Louis de Pointe du Lac era ciudadano francés. Un colono, plantador de índigo. La arquitectura criolla francesa comenzó en Nueva Orleans alrededor de 1699, y se prolongó hasta bien entrada la década de 1800, así que Point du Lac cumplía con esas características arquitectónicas.

El primer problema para resolver fue justamente ese, porque el corrimiento en el tiempo generó un cambio radical en el personaje de Louis de Pointe du Lac. Aunque en pleno apogeo de las Leyes Jim Crow sus problemas van a ser otros, créanme.

La historia de AMC + será contada por Louis, sí, pero a partir del año 1910. Es decir, después de la Guerra de Secesión, con lo cual, en la adaptación este personaje dejará de ser un colono blanco, europeo, rico, proveniente de una familia aristocrática francesa, para ser un criollo mestizo, bisnieto del dueño de la plantación y albacea del fideicomiso familiar. Además, ya no se plantará índigo en esa zona, sino algodón. 

Aunque aún perteneciente a una familia conservadora, Louis será el dueño de varios burdeles en Storyville, el barrio Rojo de Nueva Orleáns, veinte cuadras de juego clandestino, prostitución y alcohol. Aún así, su madre y su hermana albergarán la ilusión de que pueda casarse y tener hijos. En ese contexto, la sensación de angustia, de irrealidad, de distancia, culpa y temor con respecto a su creador lo invadirán todo.

Sin embargo, me temo que Lestat seguirá siendo Lestat. Tiernos humanos aún, su primer novio, Nicki de L´enfent, le enseñará a tocar el violín, escaparán juntos a Paris; después él cultivará su propio don artístico: va a cantar, va a estar en la piel de Lelio en La comedia del arteva a actuar en el Teatro Renaud, pero ni un ápice más fácil habrá sido su vida. Séptimo hijo de un Marqués d'Auvergne, crecido en una familia venida a menos, decadente, empobrecida y oscura.

Será el último vástago. Negado, ninguneado, privado de educación formal básica, todo lo habrá construido  por sí mismo. Si hasta su nombre será una casualidad: su familia dará tan poca importancia al suceso de su nacimiento que, sin saber qué nombre darle, usarán las primeras letras de los nombres de sus otros seis hermanos. 

Lestat va a prodigar odio y amor al mismo tiempo y en todas direcciones. Será un desorden de sentimientos atroces y nobles. Como si tuviera un switch oculto bajo su piel de mármol, un engranaje se activará y desactivará sin lógica. Pasará del narcisismo más irreverente a la bondad más extrema, de la crueldad a la generosidad. Así de adorable, hinchado de amor, intolerable. Más, y más, y más. 

Todo se volverá extremo en esta serie: el amor, la angustia, la violencia, la ira, los celos en la relación, la obsesión por la búsqueda de los otros, las diferencias raciales y de clase, la soledad, la ocultación, el abandono, la traición y la muerte.

Podemos ver que tampoco aquí será posible reivindicar la paternidad de Lestat. En palabras precisas de Armand:

               tres hijos tuvo Lestat, tres intentos fallidos.

Es que el pobre de Nicholas sufrirá el mismo destino que en los libros: una vez en París será utilizado como señuelo. Será secuestrado por Armand y su secta de vampiros sucios y andrajosos y llevado a las catacumbas de Les innocens con el único objetivo de atraer a Lestat. Finalmente Nikki recibirá el don oscuro de Lestat, pero lo transformará en un ser obsesivo y tóxico, a tal punto que Armand deberá encerrarlo nuevamente, romperá su violín y le cortará las manos para calmarlo. 

Pésima idea, Armand. 




En cuanto al personaje de Claudia habrá también algunas modificaciones interesantes. Esta vez será creada en plena adolescencia, será la pesadilla de su padre Lestat, que no solo no conseguirá dar sentido a esa paternidad forzada, sino que la verá conspirar una y otra vez con Louis, y deberá enfrentarse a la incapacidad de leer sus pensamientos por ser el creador. 

Ironías del Don Oscuro aparte, la verdad es que fue un acierto modificar la edad de transformación de Claudia, porque permitió que la relación con sus padres no fuese tan desigual (aunque siga siendo traumática) y permitió también la maduración emocional más allá del cuerpo, una exogamia constante, una exploración fuera de la casa paterna que una niña de 8 o 9 años no hubiera podido lograr por medios propios. 

Las modificaciones del Vampiro Armand son sustanciales también, y no siempre acertadas. Si recordamos, el personaje definitivo de Anne Rice es un adolescente de 18 años secuestrado durante su niñez por el ejército del Gengis Kan en las estepas de su Bielorrusia natal, cuando todavía llevaba el nombre que le había puesto su padre: Andreii. Será vendido como esclavo a un burdel de Estambul, y después rescatado a los 15 años por un vampiro veneciano [Si recuerdan: Marius de Romanus, hijo del milenio, a cargo de Those who must be kept. Nacido en Roma como hijo ilegítimo de una esclava y un senador romano. Políglota, traductor, adorador del Renacimiento italiano]. 

Esta nueva criatura de AMC+, es decir, Armand el vampiro, será un poco mayor, de tez aceitunada, más bien alto, y proveniente de Bangladesh, ex India inglesa, mientras el original había nacido a orillas del Rio Dniéper, profesaba la religión ortodoxa rusa y era pintor de íconos religiosos desde la más tierna infancia. También tendrá un perfil más sereno, más dócil y mucho menos feroz que el original. Aún así hay que darle tiempo. 

Yo no confiaría en la docilidad de Armand.

De Marius no sabemos casi nada todavía, tampoco de Pandora, ni de David Talbot. No se hace mención de Mahareth, Mekaré o Gabrielle de Lioncourt, las Madres de todos los vampiros, portadoras actuales del germen, y la madre de Lestat, respectivamente.

Podemos pensar que hasta aquí toda la serie parecería estar centrada en Lestat de Lioncourt, pero cuidado: eso no le hace ni un poquito de justicia a Las Crónicas Vampíricas, ya que a lo largo de los años los libros lograrán equilibrar a Lestat con el resto de los personajes narrados. 

Es decir, todos los lectores consecuentes recordamos por ejemplo a Magnus, el creador de Lestat, como el único vampiro de la saga que no fue transformado por mordedura. Recordamos su aspecto, su breve historia, recordamos la agilidad de su muerte. 

Magnus, el de los dos dientes (solo los colmillos), al que le apesta a basura la boca, el Mago Nero, el secuestrador de la buhardilla de París, con la tristeza a cuestas y el pelo radiante, larguísimo. Sabemos que Magnus tomó el Don Oscuro por asalto, que Magnus no fue elegido. 

Magnus fue un nigromante nacido en la Edad Media que, mediante su poderosa magia, logró encontrar a un vampiro yacente (léase: enterrado en la tierra por motu proprio, dormido y débil pero vivo), lo localizó, lo desenterró, bebió su sangre y se transformó en vampiro valiéndose de un grimorio. 

Si bien este personaje nos conduce directamente a la historia de Lestat, no sabemos mucho más de él. Solo aparecerá unos años más tarde, convocado por el pensamiento de la Madre Akasha para buscar a Lestat (aún humano) y convertirlo en vampiro para que sea el consorte real. Habrá emigrado del nido de París, el que yacía debajo de Les innocens.

Para su tarea recibirá algunas instrucciones confusas e imprecisas de la Reina inmóvil, así que irá secuestrando rubios fascinantes, de mirada salvaje y capa roja, acumulándolos muertos ya podridos en las mazmorras de su castillo, hasta dar con el mero mero. 

Sabemos que inmediatamente después de convertirlo, mientras Lestat sufría aún los estertores de la muerte humana y lamía su propia sangre del suelo adoquinado, Magnus armó una fogata y se  arrojó en ella. Ese fue su final, porque el espíritu de Amel, es decir, la semilla original que habita en todos los vampiros por contagio, es incapaz de anidar en las cenizas, ya que necesita cuerpo, o sea,  matriz celular. Deberemos recordar que Amel es una una especie de Daimon al servicio de las hermanas del Monte Carmel.

Lo que Lasher para Mayfair witches, Amel para Mahareth y Mekaré. Pero esto requiere un capítulo aparte.

Con eso quiero decir que una historia colateral insinuada termina siendo un libro entero sobre un personaje secundario que finalmente pasó a ser importante. Y al final de cuentas todo es importante, porque cada personaje es singular y es único. 

Con un entramado musical delicioso, solo comparable al de Elliot Goldenthal de 1994; con un vestuario impecable; con actores formados en la London Academy of Music and Dramatic Art (Sam Reid, 1989), en el Manchester School of Theatre (Assad Zaman, 1990) que cantan, bailan y hablan varios idiomas, porque podrá verse cómo usan alternativamente el francés, el inglés, el bengalí, y el idioma coloquial sureño de Nueva Orleáns, creo que la propuesta de la serie está a la altura y es ambiciosa. 

Aunque nos quede mucha tela que cortar.








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