Circe


Cómete la noche y avanza
(Miguel Ángel Bustos)




El sol, a través de mis párpados, como alas de gaviotas 
que echan cal sobre mi vida;
    el sol como una zona que me había olvidado; el sol como un golpe
    de espuma en mis confines; el sol como dos jóvenes vigías 
en una tempestad de luz que se ha tragado 
al mar, a las velas y al cielo.
 
(Héctor Viel Temperley)


No hay demasiado énfasis en la forma previa de Escila. Es decir, su forma humana; una ninfa de quien no se conocen mayores detalles. Tampoco se sabe demasiado sobre su forma monstruosa, pero su monstruosidad es múltiple, en apariencia, o al menos controversial. En ella reverberan ladridos de perros, monstruos que vociferan en su parte inferior, en su entrepierna. Hay quienes incluso se aventuraron a hablar de múltiples cabezas dentadas devoradoras de marineros.

En cambio en el relato del mito suele haber mayor énfasis, sobre todo en tono acusatorio, en los conocimientos y en la mirada perversa y celosa de Circe, la hechicera; la gran maga de la épica grecolatina, famosa dominatrix, avezada también en las artes de la brujería, la herboristería y la medicina, fue conocida como domadora de fieras, y también por exitosas transformaciones, como la de Escila. 

Sobre esto escribe Ovidio:

Pequeño había un abismo, ensenado en curvos arcos, grato descanso de Escila, adonde ella se retiraba del hervor del mar y del cielo, cuando muchísimo en mitad de su orbe el sol era y mínimas desde su vértice hiciera las sombras. Éste la diosa previamente lo malogra, y con venenos hacedores de portentos lo inquina. Aquí, exprimidos líquidos de una raíz dañosa asperja, y, oscuro, del rodeo de sus palabras nuevas, en tres novenas la canción largamente murmura con su mágica boca. Escila llegó y hasta el vientre en su mitad había descendido, cuando desfigurarse sus ingles merced a monstruos que ladraban contempló y, al principio, creyendo que no aquellas de su cuerpo eran partes, rehúye y espanta y teme las bocas protervas de los perros, pero a los que huye consigo arrastra a una, y el cuerpo buscando de sus muslos, y piernas, y pies, cerbéreos belfos en vez de las partes aquellas encuentra.

Metamorfosis (Ovidio)

Así, el mito describe a Circe como una engañera, dueña de un gran poder, una mujer recelosa de su propia autoridad, con habilidades múltiples, capaz de transmutar un animal en otros, capaz incluso de generar un gran daño por celos amorosos. Es una idea humana de fácil comprensión: desde la noche de los tiempos hay algo temido y considerado monstruoso en una mujer sola (si es hermosa, por supuesto). Algo que no puede ser del todo moral, algo que funciona a la perfección, incluso como castigo.



Permanencia

El cielo es curvo y cierto de humedad 
cielo de confesiones incumplidas. 

Es en vano llenar de gestos nuevos los huecos de la tarde, 
adorar cada día un reflejo distinto, andar cazando vida muy lejos de la orilla del corazón. 

Mi soledad saqueada por amigos sonrientes ahoga por momentos su eterno descubrir. Y de mí triunfa siempre la nostalgia, esa ardiente insegura. 

Esto eres tú todavía, todavía tu intento insostenible, 
todavía tu rostro, la gran dulzura desesperada. 

El amor envejece y tu voz precipita el desasosegado atardecer. 

En el colmo del tiempo volveré a dedicarme a tu mirada. 

El amor rozará muchas veces el borde de las noches. 

No te destruirá. 

Elizabeth Azcona Cranwell (1933-2004)

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