behind every beautiful thing,there is some kind of pain
(Bob Dylan)
La expresión Tahona estuosa fue utilizada por primera vez por el poeta peruano César Vallejo, en su libro Trilce, de 1922. Es el título del poema XXIII y hace referencia al símbolo de la madre universal. Está formada por dos arcaísmos que connotan una especie de horno ardiente, semejante al útero materno, capaz de producir el pan para los hijos.
Además, los versos de este poema proyectan por sí mismos la imagen de una madre nutricia y fértil; tan viva, tan abundante como innumerable, palabra clave -esta entre otras- para referir a una gran capacidad de prodigar vida, alimento y afecto: la madre arquetípica presente en la psiquis del poeta, imagen que refuerzan, y en la cual confluyen, tantas otras: la de la amante, la de la tierra, la de los hijos, pero también la de la creación poética.
Durante su trabajo, el escritor argentino Juan José Saer, más nuestro y más cercano en el tiempo, forjó un ideal de creación que no pudo cumplir; no tuvo tiempo suficiente. Aún sin ser Dante o Lucrecio, Saer soñaba con ponerse a escribir una novela en verso. Suyo el intento de borrar las fronteras, que consideraba históricas a la vez que ideológicas, entre prosa y poesía.
Para Saer, la gran revolución poética del siglo XIX nos fue dada con la aparición del poema en prosa, presente en las obras de Baudelaire, Lautréamont y Rimbaud.
Para Saer, la poesía es y será el arte literario por excelencia y la emoción es su fundamento.
Decidamos asumirnos creadores o no, no importa realmente, tal vez en nosotros el lenguaje no sea más que eso: una devoción, un secreto anhelo por la deidad, el germen deforme de una fe en movimiento constante, una batalla eterna que se sabe, de antemano, perdida.
...
y era un momento inmenso en que morí o nací
varias veces, no me explico bien cómo, pero supe
que era esa la gracia de la que hablaba el monje:
canturrear algo hermoso, instintivo y salvaje
en una lengua que uno desconoce
(Rita González Hesaynes - Neuro:mantra)
Leche de la Underwood
Por delicadas que sean, las mañanas
envilecen; lo destructible vacila
y lo que pareciera, frente a nosotros, perdurar,
no nos acoge, menos cruel que indiferente. Animal
anónimo, por más que grites, nadie te escucha,
y ni por lejos la lengua es la que conviene.
Existe, tal vez, en alguna parte, un idioma,
nadie niega, pero habría que desandar,
salir, si fuese posible, del centro de la noche,
y empezar de nuevo con otra clase de balbuceo.
Tantas tardes que resbalan:
ya no se sabe
en qué mundo se está, y sobre todo si se está
en un mundo. Se muerde
un fantasma de manzana, mientras sigue merodeando,
como desde un principio, lo oscuro. Destellos
de un sol de invierno en la ciudad
transparente; brillos, rápidos o lentos,
que algunos blanden como pruebas
abandonándose, soñadores, a su tibieza. Entre tantas
estrellas, esperanzas: relentes
de un reino animal.
Juan José Saer de: El arte de narrar
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