El retorno



Qué pasaría si, de día o de noche, un demonio te siguiera una vez a la más solitaria de tus soledades y te dijera lo siguiente:

Esta vida, tal y como tú la vives, tal y como tú la has vivido, será necesario que la revivas una cantidad innumerable de veces y no habrá en ella nada nuevo. Al contrario, es forzoso que cada dolor, que cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro tuyo, todo, lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño, retornen; todo en la misma sucesión y el mismo orden. También esta araña y este claro de luna entre los árboles, también este instante y también yo mismo. El eterno arenal de la existencia retornará siempre de nuevo y tú con él, polvo del polvo.

Si así fuera ¿No te echarías al suelo rechinando los dientes y maldiciendo al demonio por hablarte así? ¿O pensarías que ya has vivido al menos un instante prodigioso y le responderías "¡Gracias, tú sí que eres un dios! Jamás he oído cosa tan divina!"?


¿Qué harías?

(Nietzche. En La gaya ciencia)

Sin embargo, Borges plantea (en ocasión de una conferencia en diálogo con Alifano y el Embajador de India) que mucho sentido no tiene el retorno nietzcheano ya que, en todo caso y mentando la doctrina budista que siempre viene a cuento, más convendría que en cada repetición fuéramos purificando el alma, mejorándola, para crear inequívocamente los ciclos ascendentes que nos acerquen al Nirvana y eso sólo podríamos lograrlo si los retornos fueran situaciones, si bien parecidas, nunca idénticas. Y entonces ya está, una vez puros, ya no reencarnaríamos más.
Más allá de las especulaciones, la doctrina budista es, ante todo, ética. Proclama dos cosas muy interesantes para esta vida: el Sendero medio y la resolución pacífica de todos los problemas del mundo, es decir, sin violencia. El sendero medio del budismo nos enseña que, al igual que las cuerdas de un laúd, las puertas del alma demasiado tensas caen en los excesos, y demasiado flojas, en la molicie: así que hay que tratar de que el espíritu sea siempre un laúd bien afinado.

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