El barroco



El barroco
por Alejo Carpentier

En lo que se refiere a las voces que señalan cosas concretas de nuestro mundo creo que, como escritores, tenemos la obligación de enriquecer el idioma.
Don Miguel de Unamuno, por ejemplo, era una persona que aunque se jactara de contradictorio, jamás se contradecía. Con esa lucidez que tenía, en su ensayo de 1907, aconseja a los escritores latinoamericanos que no tengan ninguna preocupación de tipo castrista, que se busquen a sí mismos en un idioma flexible y renovado. Esto es lo que me ha condicionado, a mí y a muchos otros, hacia lo que podríamos llamar el "cultivo del estilo barroco"; un estilo barroco porque estamos rodeados de una naturaleza exuberante y barroca; porque el barroquismo es un lujo en el arte, no es decadencia como gustan decir comúnmente. El barroco se produce, por el contrario, en momentos de máxima fuerza de ciertas culturas. El barroco se produce por ejemplo en Quevedo, se produce en Calderón, se produce en Gracian, se produce en Proust, en Joyce. Lejos de la decadencia, el barroco es un lujo de la creación; es la creación "rica", que no necesita circunscribirse y que admite lo que los compositores llaman "la forma abierta", es decir, la forma que permite la expansión. 
Latinoamérica es un continente profundamente barroco, que necesita para describir sus cosas el lenguaje barroco. Hay una cosa muy curiosa, salvo excepciones, que las hay siempre, y es el caso de José Martí. José Martí era un genio en toda su línea, porque no solamente fue un genio político, no solamente murió por su patria, no solamente formuló por vez primera, y con una lucidez prodigiosa, las ideas directrices de nuestra revolución, porque proclamó la necesidad de integrar al indio y al negro a la colectividad blanca, porque combatió contra la discriminación; fue un genio además porque fue el primero de nuestro idioma en descubrir a los pintores impresionistas franceses. Habiendo visto una exposición en Nueva York, con una lucidez sobrehumana, señaló que determinadas obras en esa exposición serían las obras maestras del impresionismo francés y así fue. Son exactamente esas las obras que han perdurado, las que han durado en el tiempo, que han trascendido. Cuando él estaba en la acción política, cuando estaba en el combate, en sus discursos, en sus proclamas, redactando sus documentos fundamentales -el Manifiesto de Montecristi, por ejemplo- sus discursos admirables, quiero decir, en Nueva York, en Tampa, era directo, muy directo, elocuente, claro, no perdía tiempo en adornos, en nada. Pero cuando quería escribir por su gusto, y con esto me refiero a hacerlo literariamente, regodeándose en el manejo de la frase, se nos muestra de un barroquismo extraordinario. Y ahí está al ejemplo su ensayo A la memoria de Charles Darwin.

Volviendo al estilo barroco, en el siglo XIX, aunque hayamos producido algunas pocas novelas estimables, aquí en Latinoamérica, son pocas, y las más adolecen de que el idioma no se ajusta a los temas, como si el idioma no fuera la herramienta mejor escogida para expresar lo que se quería expresar. Por eso pocas, y las hay, han trascendido. Ahora, cuando se despierta la novela latinoamericana, y esto es con tres novelistas, principalmente, clásicos ya: Ricardo Güiraldes, José Eustacio Olivera y Rómulo Gallegos, el venezolano, observamos que uno de ellos escribe una prosa no barroca y sí muy, muy lineal; es el argentino, hombre de pampas, de inmensidades, hombre de extensiones. En cambio, José Eustacio Olivera es hombre de selva colombiana, al igual que Rómulo Gallegos, recuerdo su gran novela Canaima. Ellos son completamente barrocos, por lo tanto, ellos dan por primera vez con el instrumento ajustado a lo que se quiere expresar. Sería dan con un qué ajustado al cómo o, según dijeran los estructuralistas, dan con un significado ajustado al significante. 
A partir de ese momento, los novelistas empiezan a perderle el miedo al idioma barroco, al estilo barroco, a las formas de expansión, a las descripciones profusas; y eso nos va conduciendo poco a poco, poco a poco, en treinta años aproximadamente, a la magnífica expansión de la novela latinoamericana contemporánea, donde en su gran mayoría, todos los novelistas que pertenecen al área barroca del continente, Miguel Angel Asturias, García Márquez, yo mismo, somos escritores de condición barroca porque ese estilo corresponde a la sensibilidad americana, y más aún, a un fenómeno cultural que se produjo en América latina de una manera muy curiosa. En la arquitectura, por ejemplo. América Latina ignoró los estilos llamados clásicos o considerados clásicos, que son el estilo románico y el estilo gótico. 

Hemos pasado del barroco anterior al descubrimiento y la conquista -del cual uno de los mayores ejemplos es la decoración rural que encontramos en el Templo de Mitla, en Oaxaca- directamente al barroco español, realizado por artesanos indios, que añadieron al barroco español más conservador el colorido, la imaginación del colorido.
En esta primer imagen puede verse el estilo barroco previo a la conquista. 
Si observamos, por ejemplo, esta imagen. Es de El árbol de la vida del Templo de Oaxaca, en Santo Domingo, veremos la proliferación de la forma, no hay un eje central. Estos dos estilos se juntan, el anterior y el posterior a la conquista, este último enriquecido, por supuesto, pero sin haber pasado por las tradiciones que conoció Europa. 


En música, podría decirse que uno de los representantes del estilo barroco es Johann Sebastian Bach. Si volvemos a ver el arte, y analizamos el arte figurativo anterior a la conquista, observaremos por ejemplo la figura del dios Quetzacoatl, donde la serpiente emplumada lo va rodeando y va fusionándose con la figura del dios, revelando así su identidad por la forma. Si observamos detenidamente el arabesco de la serpiente, encontramos que es el mismo trazo que tenemos en el tronco de El árbol de la vida. Por lo tanto, podemos concluir que no hubo transición, un estilo se funde con el otro. 
América sigue adelante, con una simbiosis de las dos sensibilidades.

Alejo Carpentier (1904-1980). Transcripción parcial de la entrevista realizada en 1977 para el programa de Joaquín Soler Serrano de la televisión española.

Podés ver esta parte de la entrevista aquí. También está disponible aquí la entrevista completa

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