Ser escritor




Mi hija arriesga una frase: que se me van a freir los ojos. Y es verdad. Eso me dice que le enseño algo: no el discurso vacío, formulado para agradar, sino una actitud. Una forma de vida que se aleja de la zona de confort, esa que tanto nos gusta. Decir esfuerzo no significa esforzarse.
Los verdaderos escritores no piensan en vivir de la escritura, piensan en escribir. Porque a lo mejor ser escritor se trata más de pasar horas y horas en casa enfrentado a la palabra con los puños arriba, con el culo fundido a la silla, con la cabeza en el cielo, orbitando por ahí, y los ojos como dos globos deformes. Leyendo autores muertos sí, o vivos que no fueron masivos, o que sí lo fueron, pero que entendieron que el lenguaje se pelea día a día, con esfuerzo; leyendo, leyendo, leyendo, escribiendo, reescribiendo, rompiendo; emocionándose con textos, con ensayos, con poesía de otros; recitando poemas en voz alta, investigando, conociendo; más que de pasar el tiempo haciendo relaciones públicas, fotos miserables, arañando migajas, chupándole el caracú de los huesos al que se preste a eso y armando talleres de literatura pedorros a distancia, incluso antes de saber escribir.  Según Walsh, la verdadera literatura no es más que un avance laborioso a través de la propia estupidez.


¿Ser exitoso? Eso, eso ya es otra historia.

Karina Rodríguez.

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