Crecemos
con el tiempo, con el mal tiempo. Los vientos huracanados nos ayudan, siempre y
cuando, no los tomemos muy en serio ni se nos ocurra cubrirnos previamente con
abrigos de piel. No, eso no. Hay que saber estar a la intemperie. Y si es
posible, desnudos, para poder sentir mejor lo que se viene. Antes de subirse a un barco verificar el mal tiempo, cómo vendrá la tormenta, cómo los vientos y si
habrá posibilidades de que se convierta en tempestad y naufraguemos. Sino no
sirve.
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