La congestión de existir



Él lamentaba la caída en desgracia de su generación, 
yo la de toda la raza humana. 

(Armand. Crónicas Vampíricas I. Anne Rice)

*

Porque mirar es yacer, es residir en el secreto de los dioses. 
El que ha mirado como hombre se ha vuelto atroz y maldito, 
peligro inmóvil, y se ha preñado de noche para siempre.

(Leda Valladares)

Latente en el fondo de todo lo visible está la idea de que un ámbito primigenio y seminal precede lo conocido; esto es, al desarrollo histórico. Algo más allá del hombre. Hay quienes gustan llamarlo simplemente "dios", y hay quienes quieren pensarlo único, masculino, dueño. 

Otros dudamos; no logramos aventurarnos tan lejos y sostenemos la mirada en un suspenso tibio, un tanto aborrecible, es cierto. Una posición agnóstica, más bien; similar, si se me permite tanto, al Cosmicismo Lovecraftiano. 

Sin embargo, esa sensación inexpugnable de intemperie y carencia, esa orfandad, ese no saber, este permanecer "en medio del páramo absoluto", lejos está de dejarnos vivir tranquilos. Y escribir es un síntoma.

Puede parecer tibieza, pero quema. 

Quema no poder creer, quema el abismo inminente, no tener a qué aferrarse. La incertidumbre, la duda, la caída, ese estado de perpetua ignorancia. Ese estar "entre", que es tan incómodo, se percibe como un aullido interior, ominoso, una sensación de extrañeza, de extranjeridad.

Intuimos un universo que de ninguna manera podría constituirse antropocéntrico, donde el hombre es tan solo un accidente, un testigo incauto, voraz como un gusano, que atraviesa los días sin hacerse preguntas, o haciéndose preguntas que no tienen respuesta, y tampoco tiene control de nada. Un rumor de tragedias invisibles. 

En palabras de la escritora Fabiola Orquera, esta es una concepción pre ontológica del mundo. Y
en un ensayo sobre la poesía de Leda Valladares, nos revela una escritura donde existe la ilusión de que esa instancia atemporal puede ser recuperada mediante la experiencia poética. 

...
Escribo poesía porque creo que sólo este género se hace cargo de la vida profunda, que no es conversable y ni siquiera narrable. [...]. Mis versos no pretenden el ingenio o la originalidad, sino iluminar ese misterio total que padecemos a ciegas y a locas, recoger esa agonía. Cada palabra es un tacto en la tiniebla […] la misión de la poesía no es otra que acompañar en lo inconsolable.
...

Hay en Leda Valladares un lenguaje que remite a lo sagrado, un lenguaje de reconexión, que quiere hacer contacto con los espacios agrestes, con una naturaleza viva, no pervertida por la urbanización y el progreso, porque allí se encuentra la única posibilidad de asir, aunque más no sea durante un instante, ese algo indefinible y mítico que nos convoca aunque también nos excede.

Rita Segato y Leda Valladares comparten esta posición. Para ellas el progreso, el dominio de la información y la técnica no han significado más que pérdidas. La pérdida del cuerpo, pero también la pérdida de la cultura "esotérica, primitiva, cósmica y ancestral”, que remite “a las fuerzas del Cosmos” y sobrevivirá únicamente en regiones a salvo de la civilización y el capital.

Se nos escapa la condición divina y experimentamos el pánico terrestre. La única opción es la de Han: volver a la contemplación. Su propia escritura deja ver que Valladares lamentaba la pérdida de ese vínculo seminal con lo divino, y concibió el acto poético como una forma ritual de lograr que el enlace con el universo vuelva, aunque efímero, una y mil veces a ocurrir. 

La otra es el sexo. 

Convocación de las sombras

Proclamar la noche
tenerla
gozar lo desconocido
saber que somos orgullosos y tristes
que si nadie nos ha mirado dormir
tenemos ese orgullo de ser suaves
seriamente dulces en el sueño.

Y perdonarnos el alma si se duerme.
Y darse cuenta
ahondar el oído
poner acero, desesperación, dulce pasividad.

Saber que somos de tristeza
que pedimos que no acabe el rumor
que nos cedan las noches
los pequeños llantos y las alegrías.

Saber tanto sin saber
y apretarnos las manos
porque hay culpabilidad en estar vivo
en callar
en entender
en sentir con furor
con mansedumbre gravemente humana.

Leda Valladares (1919-2013). De: Se llaman llanto o abismo (1944)

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