Gente común de Karina Rodríguez
El encierro, la vejez, el aturdimiento, la soledad son pozos donde la escritura de Rodriguez aparece intacta como un atisbo de luz. La garganta llena de tierra, raspada por la caída, no será obstáculo para que desde el desvalimiento se saque una tabla de salvación que durará un instante. Iluminar una cueva, a la manera platónica puede ser iluminar el mundo. Las relaciones familiares, las perversiones de los insectos, la santidad menos pensada; todo espera a ser redimido, desenterrado por la escritura. Los personajes son gente común que está perdida e intenta cualquier maniobra para sostenerse en este mundo. Gente común en el asedio de sus propias almas perdidas, confusas pero vivas. Cierto sopor vela la coloratura de los personajes y los sitúa en una especie de infrazona, a veces desangelada, a veces taciturna. Todos esperan señales; pero no mudos sino hablando con el universo en el idioma de los sueños. Habrá que tener instrucciones para volar y así poder suplir las múltples carencias que tiene la gente común: traumas enquistados, malformaciones, aristas de un andar voyerista. Ancianas que ordenan el mundo desde lejos señalan que hay prisiones mentales y prisiones del cuerpo. Dilemas por atacar y vencer si es posible en climas enrarecidos, en donde nada es lo que parece. En donde nadie tendrá visos de normalidad, lo puro no ampara ni a los niños, que también están expuestos, contaminados por la excesiva realidad de la peste. Pero más allá de las rosas encapsuladas, de los payasos borrachos y de las gargantas amargas el lenguaje viene a salvar con su hilo curador y su experiencia en unir las capas de piel para que las múltiples cicatrices no se vean demasiado.
María Barrientos
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