El simbolismo de la alquimia



Cánticos que resuenan en la noche, 
como sierpes ondeantes de bravura; 
dosel de fina gasa transfiguran 
un solemne ritual, de este poder. 
Rebeldes, pero heroicos fueron siempre, 
aquellos, que, en virtud en aliciente, 
pudieron entregar sin calcular.


Marie Louis Von Franz fue una psicóloga austriaca formada a la sombra -por lo menos en principio- del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. Fue su discípula, pero también una analista incansable de su obra y de sus sueños. Se conocieron en un intento de Jung por conectar con la sangre joven de su época. Un hombre ya envejecido, que propuso a un grupo mixto de alumnos del bachillerato que lo visitaran en su casa para hablar.
Marie refiere que esa noche volvió a casa sintiendo que le llevaría por lo menos diez años asimilar el contenido de todo lo que él había dicho. Después de esa primera vez, él pidió al grupo seguir con las entrevistas, y entonces Marie y Jung forjaron una relación en la que él se dio cuenta de la importancia que ella tendría en su vida y en su obra, una importancia como individuo, como ser pensante.

Y la alquimia finalmente ocurrió.

Amistad con su ánima mediante, Jung tiene que haber sentido en carne propia que hombres y mujeres podemos ser iguales, por lo menos en cuanto a inteligencia y pensamiento. En este acto de reconocimiento Jung entendió algo que, según la misma Marie afirmara después, su amante, el físico teórico Wolfgang Pauli, no pudo: que el reconocimiento del otro es una lucidez, una iluminación, un entendimiento con el cuerpo, un cambio interno que, en este caso, la mujer puede acompañar (a veces a bofetadas, es cierto) pero que no puede operar por sí misma, porque depende pura y exclusivamente de la maduración emocional masculina, y que reconocer a una mujer como par es reconocerlas a todas. Jung no se lo planteó como un problema teórico, porque en una teoría como la de los Arquetipos no se puede concluir si no es en la práctica.

Amigarse con el ánima (o con el ánimus) quizá tenga que ver con dejar de mirar al otro como si fuera un monstruo insensible y frío salido de un cuento, atreverse a asesinar a mamá y papá (simbólicamente, no se emocionen) y aceptar que ese otro no es más que un ser humano al que le cuesta lidiar con algunos rasgos de su personalidad, pero que en realidad no se ha bebido nunca la sangre de nadie. También debe tener que ver con dejar de mirarse a uno mismo como un monstruo horripilante.

Pero volviendo al eje del trabajo de Marie, la cosa es que ella dictó una serie de conferencias que después se convirtieron en un ensayo soberbio, por demás interesante, sobre la Alquimia como símbolo, como Mito Universal, asunto que antes había sido tratado también por Jung, donde hizo un abordaje psicológico-social que deja fuera todo tipo de especulación esotérica. En él nos advierte que la alquimia es, en sí misma, tremendamente oscura y compleja, dio paso a la Ciencias Químicas, tremendamente oscuras y complejas. Sus textos antiguos son muy difíciles de leer, de manera que se necesita un bagaje enorme de conocimiento técnico si quiere uno adentrarse en este campo desde la antigüedad hasta nuestros días. En Alquimia, Marie se refiere por supuesto a la Conjunctio, es decir, la unión de los opuestos, femenino y masculino, consciente e inconsciente.

También intenta demostrar la importancia de la Alquimia como mito, lo hace desde su análisis en las civilizaciones primitivas. Entre otras cosas, nos asegura en su ensayo que, para sobrevivir, toda civilización necesita apoyarse en un "mito vivo". Según su perspectiva, el catolicismo como mito ha sido deficiente, no nos alcanzó y por eso es que prácticamente ha muerto; bien por no incluir lo femenino en cantidad suficiente, bien por contener y reducir lo femenino a lo purificado y sacro, cosa absurda si las hay, representado en la figura de la Virgen María.

La alquimia nos invita a reflexionar que el catolicismo no ha tomado muy enserio la materia, en consecuencia tampoco el cuerpo ni la sexualidad, la ha excluido por completo de sus planes, la ha rebajado al espacio poco propicio de la muerte y ha instaurando la idea de que esta pertenece a los oscuros dominios del diablo. Sin embargo, muy a pesar del catolicismo, algunos de nosotros intentamos descartar lo que nos enseñaron nuestros padres, aceptar que somos hijos de los cuerpos.

Según Von Franz la importancia de la alquimia como Mito radica en que esta es, exactamente, todo aquello que la Iglesia niega, todo aquello que nos enseñaron a negar: la manifestación de los opuestos, la irrupción de la oscuridad, la presencia de la materia. Así, la alquimia contiene las tres características que el catolicismo insiste en negar, eso la convierte en su complemento perfecto, el único capaz de hacerlo renacer.

Creo que a estas alturas no quedan dudas de lo que Dios olvidó contarnos.

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