Eros y Thanatos: cómplices y amantes


(Aquel momento verdadero en que uno de los dos amantes, casi nunca la mujer porque se sabe, y es cierto, inmortal, celosamente repetida desde el principio y hacia el infinito. Aquel pasajero, rápidamente olvidado momento en que uno de los dos logra ver, sin propósito, con un adelgazado deseo de pedir perdón, excusarse, bajo la piel de la cara ajena, abrillantada por el amor o el vino, a través de la piel de la cara que se quiere. Cuando uno de ellos tropieza con, traspasa sin desearlo la piel tan lastimosamente indefensa, tensa o blanda de la cara del otro. Y ve durante un segundo, adivina y mide la dureza y la audacia de los huesos, el candor de los pómulos, la fragilidad o el inútil grasoso atrevimiento del mentón. Cuando uno de los amantes sospecha - una chispa y el olvido - la calavera futura y ya puesta en el mundo, en su vida, del otro amante.)


Fragmento de La niña y la muerte (Juan Carlos Onetti). Ediciones Corregidor 1997

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