La iglesia sostiene que poder amar a otro es en realidad un don que proviene directamente de Dios; un don inefable, aclara, porque no puede (ni debe) ser explicado, aunque sabemos que tiene cualidades excelsas.
TambiĂ©n Borges dejĂł algo dicho respecto de ciertos dones y la ironĂa de Dios:
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso, yo
que me figuraba el paraĂso
bajo la especie de una biblioteca
Algo que, ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibiĂł en otras borrosas
tardes los muchos libros y las sombras

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