credenciales


                                                        El hombre desea reconocimiento, 
                                                                el animal desea cosas 
                                                             y en general se las come.
                                                                      (Georg Hegel)

Somos cuerpos vivos; frágiles y vivos. Y en ese estar vivos el riesgo es permanente. Es difícil el arte de mantener el cuerpo sano, de no contribuir calladamente, día a día, a nuestra muerte. La vida se nos va y no necesita más ayuda que el tiempo. Es una carrera que cada día nos acerca más y más a la muerte y el cuerpo lleva la delantera. La evasión a esta conclusión es la esperanza: la esperanza de que existe otra vida, una vida mejor, más allá, y que hay que merecerla. 

Y así como la vida, que siempre estamos perdiendo, que siempre se nos está escapando, también se nos escapa el reconocimiento. No podemos conocernos, no podemos llegar a ser quienes somos, si no es a través de los otros. Porque entramos en la Humanidad como parte de un proceso que siempre incluye al otro. Después volvemos a nosotros, modificados, diversos, expandidos; esa es una segunda instancia que se renueva en forma constante. 

Pero Deseo no es otra cosa que Reconocimiento. Reconocernos sin entrar en la norma, en la diferencia, es la base del conflicto humano. Nunca saldremos indemnes de la interpelación del otro. Hay una intemperie en ese intercambio, en esa pregunta; aún cuando esa interpelación sea afirmativa, nos modifica, nos cuestiona. Soy para el otro. Ahora bien, cuando el otro (el gran Otro) no me ve y no me escucha no me reconoce; no existo, soy un fantasma, el pálido reflejo de una humanidad a la que no pertenezco; y si no soy parte, no puedo validar mis credenciales humanas. Es por eso que como pares deberíamos ser siempre un espejo. 

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