Amor es Revolución y se intenta todos los días







Una aproximación inútil de la palabra sobre lo inefable

La Libertad individual es el Talón de Aquiles del Amor. Porque la Libertad es del Otro. Mi libertad está primero, está y es parte de mi deseo, se articula con él, no la sacrifico (O no debo hacerlo). Todos deseamos, en mayor o menor medida, hacer lo que queremos y lo cumplimos. La decisión debe surgir del equilibrio planificado entre deseo y razón, porque no se puede pensar el deseo pero se puede pensar sin sacrificar el deseo. (Filosofía de la Bruja Moderna). En cambio, la libertad del Otro siempre la postergo, la censuro ¡me adueño de ella! Directamente o con acciones secundarias. Sobre todo cuando el ejercicio de esa libertad me hiere.
En las relaciones humanas, solemos caer en el lugar común de decir  "Eso no se hace" o "No está bien que hagas eso"  "¿Cómo me hacés esto a mí? o, lo que es mucho peor, "Yo no tengo necesidad de hacerlo, vos tampoco" . Lo decimos como si el deseo fuera siempre una necesidad de algo.
En realidad, lo que deberíamos limitarnos a decir es "Eso que hacés me lastima" (Siempre que duela) De otro modo, lo único que queremos es pisar el deseo del otro y eso nos convierte automáticamente en unos turros bárbaros. Quizás sea ese mal ejercicio el motivo por el cual, en una relación, observar las acciones del otro se vive casi siempre como una censura sobre ellas y no como lo que en realidad debería ser: autorreflexión y comunicación.
En la práctica del amor, empatizar con el otro es un concepto tramposo. Hay que saber cómo hacerlo. Hay que tratar de entender siempre cómo se siente el otro, eso sí. Solidarizarse con sus sentimientos (eso también). Pero jamás, nunca, nunca por ningún motivo, ponerse la capa de su deseo, porque eso contradice el principio fundamental del amor: la Libertad.

Tu deseo no es mi deseo ni tiene por qué ser así y, si me ubico en él, pierdo la Libertad de elegir qué deseo yo mismo.

Esto hay que tenerlo bien claro. Ir descubriendo, en cada decisión, si estoy cumpliendo mi propio deseo o el deseo del otro que, con o sin intención, fue prolijamente impuesto.

Ahora, si hablamos de Respeto, como un aspecto positivo dentro del amor, este siempre debería referirnos al respeto por la identidad, por las decisiones que toma el otro y por su deseo. La sociedad actual, con su impostura triste sobre los beneficios de ser monógamo y heterosexual, se olvidó del significado de la palabra respeto e impone constantemente esa absurda máscara capitalista que nada, absolutamente nada, tiene que ver con el deseo humano.

Amor debería ser Responsabilidad. Siempre. Hecho curioso hacerse cargo pero que los hay, los hay. Ser responsable de mi propio deseo es hacerme cargo de las consecuencias que este pueda generar en mí mismo y en los demás. Eso implica empezar a aceptar, de a poquito, el concepto de la palabra Joderse, no porque esté mal ejercer nuestro deseo, sino porque ejercerlo trae consecuencias reales y potenciales. No es fácil, ya se. Pensar en lo que podría pasar nos hace actuar con miedo y el miedo, si bien humano, coercitivo. Existe una medida justa para el miedo, de otro modo, será el asesino del deseo. No vale (ni sirve) esconderse detrás del amor para no tener miedo.

Un dato mayor sobre el Amor es la solidaridad. Este dato es importante porque nunca se cumple. Las definiciones que encontré en la web sentencian que Solidaridad es adherir a la causa de un otro, hacer cohesión y ayudarlo sin pedir nada a cambio, sin pedir reciprocidad, sin esperar nada, sin pasarle factura, sin hacer la cuenta. Algo que nadie (o casi nadie) hace.

Estas no son las condiciones de un amor idealizado, no señor.  Son aspectos intrínsecos y positivos que están adentro del Amor, dormidos, pisoteados, relegados y, realmente, estaría bueno que el Amor fuera siempre así. No me refiero solamente al "amor de pareja", que ha sido siempre el más afectado por la idealización y que contiene, además, celos, posesividad, mitificación y agresividad, sino a todas las relaciones humanas que nos son cercanas: padres, hermanos, hijos, amigos y parejas incluidas.


Debería ser muy fácil reconocer las relaciones importantes y, en consecuencia, el Amor: en todas ellas nos comportamos como si tuviéramos mucho que perder. Me importa el otro, no porque seamos dependientes, sino porque el otro es parte de mi identidad y hay un goce intrínseco en el hecho de que esté presente. Sino no dolería tanto, tanto la muerte. En esas relaciones hay amor.