Habitación 283


El eco de las alarmas golpea los rincones y yo me agito. Un fuelle dentro de un tubo acrílico sube y baja. Las luces del monitor cardíaco parpadean, es como si estuviera poseído por una entidad fantasmal con urgente necesidad de comunicación. Algunas líneas verde-oscuras cruzan la pantalla negra. Y van saltando como si bailaran. La respiración de mi padre es pesada, lenta. Gota a gota.
Abajo la ciudad duerme pero yo no confío, está despierta. Se oye el murmullo de los pasos de un transeúnte ocasional y en seguida el asfalto los engulle. Una bocina suena a lo lejos y sufre el mismo destino. El aire frío del invierno se traga el ruido haciéndolo desaparecer. Desde el ventanal veo un cielo inmutable, sólido. Como ajeno a todas estas cosas terrenales.
Y veo un cartel de neón. Inquieto. La luz que emite primero es azul, después blanca: Facultad de Ciencias Médicas. School of Medicine.  Lo asisten una hilera de faroles inundados de luz amarillenta y la certeza de que hay horas en que no habrá luz de sol. Inalcanzable, la noche se aquieta minuto a minuto y se desliza hacia el día mientras yo espero en ella. Aquí, como dormida.

Karina Rodríguez


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